¿Quiénes eran los 9 inmigrantes más famosos de Colombia hace 40 años?

Hitler, Franco, la guerra, el agresivo frío de París, el deseo de ser torero, la Coca-Cola, el amor, los trajeron desde el extranjero hasta aquí. Muchos ya olvidaron las patrias que dejaron atrás y aprendieron a convivir con el desordenado y arrebatador sentimiento del trópico.
 
¿Quiénes eran los 9 inmigrantes más famosos de Colombia hace 40 años?
Foto: Archivo Diners
POR: 
María Isabel García

Publicado originalmente en Revista Diners Ed. 110 de mayo 1979

Tuvieron que buscar en el mapamundi, consultar en el diccionario y averiguar con muchas personas hasta cerciorarse de que, efectivamente, Colombia era un país y que con el empezaba la geografía de Sudamérica.

El trópico, la selva, los indígenas, la malaria eran las únicas asociaciones que acertaron a hacer. Sin embargo, llegaron por los más variados motivos y caminos: desde la lejana Indonesia, con la complicidad de Cupido; desde la bulliciosa Barcelona, ante la amenaza del franquismo; escapando de las atrocidades de los campos de concentración nazi o con los principios mormones bajo el brazo.

Hoy, todos ellos son importantes colombianos: gerentes, propietarios de afamados, restaurantes directores de programas científicos, impulsores de la cultura. Algunos perdieron la nostalgia de sus tierras y otros la difieren entre el país de sus mayores y el de sus hijos.

Conózcalos a continuación:

Yana Rabinovich:

Cinco años en el campo de concentración de Teresingstad, marcaron la infancia de Yana Rabinovich, nacida en Praga. “El sexto año lo pasé en Suiza, adonde llegué el día en que se firmó la paz y todo era un batir de campanas. Luego fuimos a Barcelona y mamá me mostró un barquito de porcelana en una vitrina y me explicó que en un buque como ese vendríamos a América. Pasamos un mes en Venezuela y entramos por Cúcuta hasta llegar a Bogotá”.

Mientras Yana moldea una cerámica de su fábrica Delios, explica cómo, paradójicamente, desde que llegó a Colombia hasta ahora, sus mejores amigos han sido alemanes. “Aunque tengo una formación europea, en cuanto a hábitos y costumbres, me siento colombiana; pero soy ante todo judía. Me inscribí como voluntaria para la guerra de los 6 días. En total éramos 41 voluntarios procedentes de todo el mundo. Allí, mientras me ocupaba de los quehaceres de un kibutz para 400 personas, conocí a quien es hoy mi marido, judío también, de nacionalidad argentina”.

“Aunque el recuerdo catastrófico de mi primera niñez en el campo nazi resulta como una alucinación, tengo más frescas las reminiscencias de la finca de Fontibón donde vivimos. Como estudiaba en la Avenida Chile, debía salir de madrugada en bicicleta hasta una tienda, a la orilla de la carretera, donde me cambiaba de zapatos para luego tomar tres buses y llegar a clase. La mía fue, prácticamente, una juventud campesina”.

“Ahora tengo dos hijas y dedico todo mi tiempo a diseñar, moldear, pintar y dirigir el taller de cerámica. Este es un trabajo dispendioso. Cada año se hacen modelos que no se repiten. Cocinar una pieza demora 16 horas y en 5 horas se enfría. Puede que esto sea todavía un poco artesanal pero aunque soy judía, para mí lo fundamental no es el dinero sino la labor artística”.

Miguel Trias,”En 40 años todo ha cambiado menos los partidos políticos”

“Yo tenía 14 años cuando mi padre nos dijo que veníamos a Sudamérica. Me imaginaba que esta era una región totalmente selvática, como aún creen muchos europeos. Llegamos en buque y subimos por el Magdalena a Bogotá. Aparte de unos papagayos coloridos todavía se veía algún caimán. Bogotá era un pueblo grande. Acababa de pasar el Centenario y todo tenía un aspecto bastante provinciano”.

Con acento español, como si acabara de llegar de Barcelona, Miguel Trías, Director de Pro familia, rememora su historia de 40 años atrás: “En España, por aquella época, bastaba no ser franquista para estar condenado al exilio”.

El padre de Trías era un médico republicano, así que no tenía otra alternativa que salir cuanto antes. “Ha cambiado tanto la vida. Por entonces un peso nos alcanzaba para el transporte y estreno en vespertina. Hice mi carrera de medicina yendo a la facultad colgado de un tranvía, sin que nunca me robaran la billetera. Las cosas han cambiado: de noche patinábamos en el Parque Nacional, pero eso es el pasado. El pueblo se convirtió en una metrópoli. Sin embargo, lo único que se mantiene son los dos partidos liberal y conservador, sin mayores variaciones”, rememora Trias.

Karl Buchholz

“Colombia era para mí un país totalmente desconocido. Venirme con todos mis proyectos y los libros, significó una aventura. Tenía 50 años y quería montar mi librería en América. Por sugerencia del cónsul de Colombia en Sao Paulo elegí al azar: Bogotá. Me la imaginaba como Buenos Aires”.

Karl Buchholz inicia así el relato de cómo llegó a una Bogotá “que me pareció fría, a excepción de La Candelaria, aunque no tuve mucho tiempo de pensar en eso, pues desde el comienzo me embarqué en el proyecto de montar la librería y desde ella empecé a conocer íntimamente a los bogotanos”.

Había nacido en la ciudad alemana de Goettiengen, en la misma donde estudió Einstein, pero “ya había empezado a perder un poco la nostalgia durante mi permanencia como librero en Madrid y Lisboa. El de aquí me parecía un público parecido al portugués”.

“En todo este tiempo el país ha cambiado. Por el año 50, cuando llegué con mi señora y mis dos hijas, era muy difícil encontrar personal para trabajar. Resulta que la clase media de ese entonces no se sentía bien trabajando en una librería”.

“Ya no me siento de ninguna parte. La patria es para mí el país donde puedo desarrollar mi trabajo, aunque sé que sería feliz viviendo en París. Pero tengo 80 años y sé que ya no viviré mucho aunque sí lo necesario para fundar una biblioteca pública en Bogotá, como un adiós a mi vida”, revela finalmente el famoso librero.

Lilian de Levy

Los domingos en “El Tiempo”, cada tercer día en “El Pueblo”, y ahora en “El Mundo”, esta judía-egipcia de nacionalidad francesa, casada con judío egipcio nacionalizado en Colombia, escribe sobre los hechos internacionales del momento.

Lo de ser periodista es más bien reciente. En realidad ella es licenciada en química de la Universidad Norteamericana de El Cairo. Tiene postgrado en matemáticas, física y química de La Sorbona y, desde 1957, cuando llegó a Cali, su profesión es la de maestra de inglés y francés, con tal número de alumnos que se la consideraba la acaparadora del mercado de aspirantes a poliglotas.

Su actual condición de analista internacional data de 1974, cuando Daniel Samper empezó a promoverla desde “El Pueblo”. Lilian cuenta por qué dejó a Egipto: “Salí en 1956 por razones políticas. Se produjo la crisis del Canal de Suez al disputárselo Francia e Inglaterra. Israel entró al conflicto por razones de seguridad nacional.

El presidente Nasser dio la orden de que franceses, ingleses e israelitas salieran del país por disposición de los Estados Unidos. Yo tengo tres generaciones de egipcios pero era muy difícil para mí probar mi nacionalidad egipcia. No había otra alternativa: salir a París. Mi padre estaba enfermo, mi madre con dificultades de adaptación y yo estudiando y debatiéndome en esa difícil condición de extraña en mi país de nacionalidad…

Un año que pasamos en París se hizo largo fundamentalmente por la situación de papá; el clima era frío y agresivo para quien llegaba de las orillas del Nilo. Cali, donde teníamos algunos parientes, se presentó como la solución: una ciudad de eterna primavera en un país tropical y con todo por hacer. Mi novio se vino, nos casamos y se nacionalizó. Ahora tenemos tres hijos colombianos, y yo he vivido más tiempo aquí que donde nací”.

Richard Kirby

“Yo vine a Colombia porque se me presentó la oportunidad de trabajar con una embotelladora y tenía experiencia en ese campo; he hecho toda la carrera administrativa hasta llegar a la presidencia de este grupo, que es uno de los 10 conglomerados más grandes de Colombia”.

Richard Kirby, gerente de la embotelladora de Coca-Cola da mil rodeos para iniciar la historia de su colombianización. Es sorprendentemente tímido y prefiere evadir toda referencia personal hablando de sus múltiples aficiones: la electrónica, la pintura, la talla de piedras preciosas, el repujado en cuero y hasta la literatura: acaba de terminar una novela sobre la época de la violencia en Colombia.

Kirby nació en Salt Lake, EE.UU., y como la mayoría de los pobladores de aquella región es mormón, de familia conservadora.

“Yo también pensaba que esto era una selva. Cuando se es joven no se tienen preconceptos sobre las cosas; se está a la expectativa y, de verdad, que mi primer día en Cartagena fue algo mucho peor que del lejano oeste: Me empezaron a mostrar la fábrica de gaseosas Román y mi primer “hallazgo” fue el cadáver de un celador que habían matado la víspera. Yo no digo que estoy contento aquí.

Solo un tonto puede estar contento en alguna parte. Pero creo que el país ha avanzado mucho aunque no ha despegado del todo; los factores de la pobreza y la capacidad de compra lo hacen un país duro. Sin embargo creo en el país, al punto que hace unos años, cuando los extranjeros comenzaron a retirarse y mucha gente empezó a sacar sus capitales invertí y gané la jugada”.

Karina

Por 1953 Ana María Gómez ya era conocida como Karina. Nació en Santiago de Chile y en aquel año se consideraba la revelación juvenil de la canción melódica: ganó junto con Lucho Gatica el premio de popularidad y su carrera artística empezó a proyectarse a nivel internacional.

Fue así como RCN la contrató para una gira de tres meses. “Me entusiasmaba la posibilidad de conocer otros países, otros ambientes y sobre todo el trópico. Aún hoy día, después de tanto tiempo pienso que el mayor atractivo de Colombia es su clima. En 15 años solamente he regresado en una oportunidad a Santiago y, aunque lo pasé estupendamente, pude comprobar que ya no siento nostalgia por mi país”.

El gancho que retuvo a Karina en Colombia se llama Fernando Laverde, el cinematógrafo que le ha abierto paso a los muñecos animados en nuestro país: “Ahora me acuerdo lo enamorada que estaba. Tenía un contrato para Buenos Aires y giras por Panamá y Ecuador. De pronto todo se torno secundario y quedó supeditado a mi relación con Fernando: mientras cancelaba contratos fuera de Colombia lograba que me los prolongaran aquí. A los 15 días grabé el primer teleteatro dirigido por Fausto Cabrera”.

Karina no ha perdido el acento cantadito característico de sus compatriotas. Un esposo, dos hijos y 15 años integrada a la vida colombiana no ha logrado que ella no añore un imposible: ser india mapuche pura como los aborígenes chilenos.

Los Salinas

La de Fernando Salinas es una familia de gastrónomos; la posibilidad de establecer un restaurante en Bogotá lo trajo por el año de 1956. Su padre había llegado de Madrid para abrir el Mesón de Indias, durante la dictadura de Rojas, y encontró buenas perspectivas para desarrollar la vida social, así que escribió a su hijo a París para que se viniera.

Trabajó en el Tequendama, se casó con Nicole Joris, belga, hija de los fundadores del restaurante La Reserve, y Fernando Salinas echó raíces, definitivamente, en el país.

“En este restaurante se ha decidido, muchas veces, la alta política colombiana”. Mira en torno al local de la calle 21 entre carreras 7a. y 8a. y cuenta como la reunión que antecedió a la caída de Rojas, en que participaron Mariano Ospina Pérez, López Pumarejo y Carlos Lleras, se celebró allí.

“En cuanto al plato colombiano que más me gusta es el ajiaco, porque o es bueno o es malo. No hay término medio. Lo que sucede aquí es que los colombianos no saben apreciar ni preparar lo que tienen”.

Su hijo, nacido en Colombia, estudia en la actualidad hotelería en Bruselas y pronto será el tercero de la familia que establece restaurante en Bogotá.

Ernoko Adiwasito

Ernoko Adiwasito es tal vez el único indonesio que vive en el país. Jocosamente describe su situación de cómo es presidente, secretario y el único miembro de la Sociedad de Amistad Colombo-Indonesia.

Sus referencias sobre el país comenzaron en Praga, adonde fue a estudiar economía y conoció a muchos latinoamericanos. Entre ellos a una colombiana con la que se casó y por quien se vino a vivir aquí. Ya lleva dos matrimonios con colombianas.

Hijo de un profesor de historia en la universidad de Semarang, isla de Java, ha vivido en tantas partes que ya siente que su nostalgia por la tierra está muy diferida. Hace 16 años que no va a su país y ni se le pasa por la mente radicarse de nuevo allí.

“Yo creo que entre los indonesios y los latinoamericanos hay más afinidad que con otros pueblos asiáticos. Nosotros somos abiertos y expresivos, como ustedes. De Colombia me entusiasma su riqueza folclórica, las diferencias tan marcadas entre la región andina y la del litoral. El paisaje de Boyacá y tantas otras cosas…”, opina Adiwasito.

Eduardo Quispe

Quería ser torero pero sus condiciones no le permitían soñar las plazas españolas y las manolas de verdad. Optó por aspirar a presentarse en la Santamaría en Bogotá.

De botones de la Cancillería Peruana, Eduardo Quispe pasó a ser mayordomo del embajador Gonzalo Aramburo, en Colombia. “De verdad me vine pensando en que aquí podía conseguir vaquillas y alternar con diestros grandes; sin embargo la suerte fue otra: tenía mucha expectativa por salir del país, conocer una ciudad importante, montar en avión y todas esas cosas.

Llegamos al aeropuerto de Techo y no podía creer que un sitio tan feo fuera la entrada a la ciudad que yo imaginaba. El traslado al centro de Bogotá me produjo el segundo desencanto: casas viejas, calles estrechas, falta de ambiente. Cómo recordaba a mi Lima. Las primeras semanas solo me entusiasmaba regresar. Pero pronto me fui adaptando, comprobando las predicciones del embajador, quien me decía: no te afanes, ya conseguirás amigos, ya te harás al ambiente. Efectivamente, logré adaptarme tanto que antes del año me casé con Gladys, a escondidas, porque temía el regaño del jefe. Yo era muy joven”.

Fue así como el muchacho de Ayacucho empezó a volverse bogotano, a echar raíces, a tener hijos. De la embajada peruana pasó a la misión española, de allí a la venta de licores y luego a la más rica experiencia en manejo de restaurantes, griles y clubes: el Grill Europa, el Jockey Club, el Gun Club, Los Lagartos, La Hostería El Recreo, que fueron la antesala de su propio y afamado restaurante: Eduardo.

         

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junio
26 / 2019