“Cuando tengan miedo piensen en el que está sintiendo la contraparte”, Alberto Lleras Camargo

Hernando Santos
Publicado originalmente en Revista Diners Ed. 271 de octubre 1992
Hace 35 años, muy pocos colombianos imaginaban que pronto llegaría al país una fórmula política salvadora, ideada por Alberto Lleras Camargo y secundada por Laureano Gómez, a quienes podríamos llamar monstruos de la política colombiana.
Muy de cerca me tocó presenciar los primeros pasos del Frente Nacional. La audacia y la genialidad de Alberto Lleras Camargo fueron símbolo de su vida política, pero nunca tuvieron más brillantez como en la creación y consolidación del Frente Nacional.
Recuerdo exactamente cuándo expuso sus ideas al respecto, y su anuncio de viajar a España a entrevistarse con Laureano Gómez. Estaban presentes Marujita Calderón de Nieto Caballero, su hija María Paulina, Elena Calderón de Santos y Jaime Cortés Castro, quien había sido secretario del partido liberal cuando Darío Echandía controlaba a la arisca agrupación política.
Los padres del Frente: Alberto Lleras y Laureano Gómez inventaron la fórmula que acabó con el desangre entre liberales y conservadores. Foto: Archivo Diners.
El grupo constituía lo que se conocía como “las Policarpas”, heroínas del partido en sus tiempos difíciles y, desde luego, sectarias a morir. Hasta armas y víveres enviaban a las guerrillas, en compañía de Antonio Rueda Caro y Juan Lozano y Lozano, todo para desesperación del ex presidente Alberto Lleras, que desconfiaba de los medios violentos y solo creía en la utilización del diálogo basado en las ideas y en la controversia intelectual y el posterior entendimiento.
Se fue Alberto Lleras para España, y desde luego la histórica jornada no pudo registrarse en los periódicos. Fue un viaje semiclandestino. A su regreso, cuando fuimos a encontrarlo al aeropuerto, sabíamos de los resultados pero poco de los detalles.
Se conoció la misteriosa aparición de una carta que saboteaba el proyecto, y del importante papel que desempeñó Camilo Vásquez Carrizosa. Pero fue Alberto Lleras quien, en pequeño comité, analizaba y contaba los pormenores de los pactos de Benidorm y Sitges. Lástima no haber grabado sus palabras, espontáneas, llenas de un valor increíble para quienes en esa época transigir con los “godos” era aproximarse al pecado.
Por ejemplo, contaba cómo, cuando se iba a firmar el documento en una soleada mañana, llegó el ex presidente Lleras a la casa del doctor Gómez en Benidorm. Su hija Cecilia, factor fundamental en las negociaciones por su señorío y su serenidad, lo recibió con una frase cortante: “Papá está en su habitación y se niega a firmar”. Alberto Lleras se quedó frío. Toda una política se venía al suelo. Para él, el fracaso era el comienzo del fin de su vida política.
El silencio, profundo y molesto, fue interrumpido por una carcajada de Cecilia. Dijo: “Papá, ya puede salir”. Y detrás de una cortina apareció Laureano Gómez, burlón y gozando de la broma que había ideado.
Así era Laureano Gómez, nos decía Alberto Lleras. La paciencia de Lleras para construir ese gigantesco edificio del Frente Nacional, fue admirable. No se dejaba molestar por las críticas.
Despedida. Con su esposa Berta Puga, despidiéndose del pueblo el 6 de agosto de 1962. Foto: Archivo Diners.
Tampoco lo sedujo la “hornada” de adherentes a una política que se veía emerger arrolladoramente triunfante. Y no perdía la serenidad ante las amenazas de Rojas Pinilla. Solía decir, siempre que temíamos lo que podría ocurrir por las represalias:
“Cuando tengan miedo piensen en el que está sintiendo la contraparte”. Tiempo después comprendimos, en ese histórico 10 de mayo, la verdad de lo afirmado por Alberto Lleras en días tan difíciles.
Es tal vez el personaje político, con Eduardo Santos, que más ha impactado la vida de este ya más que maduro periodista. No era soberbio, sino consciente de su misión y de la dignidad de lo que representaba. Jamás frío, pero sí distante de las explosiones sentimentales. Si algo odiaba, era la violencia; y si algo amaba era a su patria, a su partido. Si algo despreciaba, era la materialidad y la comercialización de la vida. Por eso murió como vivió, en olor de austeridad.