Un saludo navideño que nació con el invierno

Carlos Mauricio Vega
Publicado originalmente en Revista Diners Ed.129 de diciembre de 1980
Desde cuando algún tipógrafo perezoso decidió recortar los enormes cartapacios de presentación de las cortes europeas del siglo XVII, existen tarjetas de visita, de saludo, de invitación, de felicitación y hasta de crédito. Las de navidad, con las que usted, lector, habrá trajinado en estos días, son una mezcla de todas ellas. Empezaron a circular hacia 1885, y desde entonces forman parte esencial de la relación humana. ¿Quién es el responsable de este extraño fenómeno de comunicación cuya mayor consecuencia es atascar los sistemas de correo? Tan agradable culpa la comparten un poeta, un ilustrador y dos grabadores de madera “woodcutters”) que probablemente nunca llegaron a conocerse. Veamos cómo.
“Seasons greetings”
El primer atisbo de la futura tarjeta de navidad lo constituyó la novedosa costumbre sajona (novedosa en el siglo XVII) de saludarse entre amigos a cada cambio de estación. El valor del saludo correspondiente al invierno fue cobrando importancia por su coincidencia con las celebraciones navideñas.
La imagen del saludo que fue el estadio anterior a la tarjeta está ligada a la historia de San Nicolás. Clement C. Moore, gris poeta neoyorquino, se inmortalizó con un corto libro de versos titulado “La Noche anterior a Navidad”, o Nochebuena. El libro fue ilustrado por un “woodcutter” llamado T.C. Boyd, a quien se puede atribuir la primera imagen del santo, impresa en 1849.
Sin embargo, los motivos que habrían de ilustrar los saludos navideños datan de la Edad Media. El ángel, tal como se le conoce, fue creado en el siglo XIII, y su original está en Inglaterra. La moderna imagen de la virgen y el niño fue tallada en Alemania, hacia 1476.
Entre los sajones el saludo de Navidad fue cobrando importancia dada la austeridad de su vida y las limitaciones que la religión les imponía. La época navideña era considerada como la más alegre.
Si bien el mito de San Nicolás no se había consolidado, la costumbre de intercambiar presentes atribuyéndolos a un poder externo era popular ya a finales del XVIII. Charles Dickens difundió la imagen del “Ghost of the Christmas present” (Fantasma del regalo navideño) en su relato “A Christmas Carol”. Este era un conspicuo personaje de barba y talla impresionante, que penetraba en los hogares dejando una estela de presentes. El ilustrador John Leech fue el encargado de encarnar en el papel esta imagen.
Un Festivo Gnomo
El poema de Moore, a pesar de todo, describe un diminuto San Nicolás, nervioso y viejo, que descendía por las chimeneas cubierto de hollín y vestido con pieles raídas. Un gnomo, casi. Portaba una pipa entre sus dientes. Inicialmente su trineo y los renos que lo tiraban eran sumamente pequeños.
No tenía bigote, ni la expresión bonachona ni la estatura y la barriga del actual. Su panza era diminuta y se agitaba como un pote de jalea. Llevaba una barba entrecana y su pequeñez lo hacía “un verdadero, festivo y viejo duende” (“all right jolly old elf”).
Solamente hasta 1881, un ilustrador del famoso “Harper’s Weekly” (Semanario de Harper), llamado Tomás Nast, creó el Papá Noel tradicional. Como se observa en las ilustraciones adjuntas, colocó una larga pipa entre sus dedos, cargó su brazo izquierdo con muñecos, abanicos y chucherías, le dio morral y grandes bigotes, y lo convirtió en un rollizo, rozagante y gigantesco anciano nórdico. Casi un festivo vikingo.
Cuatro años después se produjo el primer saludo de navidad impreso. Una talladora de madera, Kate Greenaway creó un tipo de letra con remates y perfiles, cuyas formas servían de apoyo a niños vestidos a la usanza de fin de siglo. El texto “Christmas Greetings” se volvió universal.
El único verso Inmortal de Clement C. Moore
Esta primera tarjeta de navidad se complementó con dos grabados más, uno acerca de un juguete en forma de balancín, que se encontraba en los almacenes de Chicago en época de navidad, y otro que representaba una rama de pino enterrada en una maceta, con palomas y festones colgándole. Pero el primer saludo de navidad tuvo un texto diferente. Es el verso final del poema de Moore: “Happy Christmas to all and to all a good night”.
La costumbre de intercambiar saludos de navidad por correo llegó a Colombia con bastante tardanza. Las más antiguas tarjetas datan de 1900; por entonces se las consideraba una extravagancia. Pero están a punto de derrotar definitivamente a la novena de aguinaldos.
La tarjeta de navidad se convirtió en un medio de comunicación con mayor poder que las proclamas de guerra. Anualmente, una obra de algún artesano colombiano, habitante casi siempre de los cinturones de miseria de las ciudades, es difundida por la Unicef a todo el mundo. A su vez, expresiones culturales de lejanos países nos llegan cada año por correo. La tarjeta superó también el motivo navideño. Preciosas impresiones en finos papeles que reproducen obras de arte no referentes a la Navidad, dan la vuelta al mundo en pocas horas, cada año.
Y el empleado de correo que debe clasificar el torrente de correspondencia navideña, es ahora el verdadero San Nicolás.