Así nació la aviación militar en Colombia
Gustavo Arias de Greiff
Publicado originalmente en Revista Diners Ed.280 de julio de 1993
En 1932, una escaramuza fronteriza entre Colombia y Perú le demostró al ejército nacional la importancia de contar con aviones de guerra. Así nació la aviación militar en Colombia. Hace 61 años, el 31 de agosto de 1932, un grupo de “loretanos” ocupó a Leticia y se dio comienzo al llamado “Conflicto con el Perú”.
En el corto tiempo del conflicto, con algunas acciones militares como la recuperación de Tarapacá y la toma de Güepí el 27 de marzo por parte de las tropas colombianas, o el asalto peruano a Calderón el 17 de abril.
Uno de los factores decisivos en las “batallas” en que el ejército colombiano salió victorioso fue la participación de la aviación.
El enfrentamiento terminó antes de que hubiera una demostración mayor de fuerza, pero sí “ganamos” la guerra, ello se debió a la ventaja inicial que nos dio la rápida respuesta de la aviación militar, que contó con la oportuna ayuda de SCADTA. En efecto , a los dos días de la toma de Leticia el presidente Olaya Herrera solicitó y obtuvo la colaboración de SCADTA.
En ese momento el ejército colombiano (aún no existía la Fuerza Aérea) sólo contaba con siete aviones de entrenamiento Wild WT fabricados en Suiza, de los cuales apenas tres estaban en condiciones de volar, es decir, eran “aeronavegables”; tres entrenadores Curtiss Fledgling, y el Curtiss Hawk Ricaurte en que el capitán Benjamín Méndez Rey voló desde Nueva York en 1927.
SCADTA puso a disposición del ejército dos Junkers F13, el Boyacá y el Cúcuta, que se remuneraron 202 y 203, un Junkers W 33 y un bote volante Dornier Wal similar al Atlántico y al pacífico que en 1925 hicieron el histórico vuelo de Barranquilla a Miami en una misión de “exploración de ruta” para establecer un servicio regular entre Colombia y Estados Unidos (acción pionera que infortunadamente despertó a los norteamericanos y condujo a la formación del “instrumento escogido”, Pan American Airways).
Más importante que la entrega de los aviones fue el concurso humano aportado por SCADTA, que cedió a su jefe de pilotos, Herbert Boy, y en una primera instancia a los pilotos José I. Forero y Hans Werner von Engel.
Boy fue encargado de organizar el “puente aéreo” (como diríamos hoy) con el Putumayo, pero los recursos de SCADTA se destinaron también al reclutamiento y entrenamiento de pilotos y a armar los aviones afanosamente comprados en el exterior.
Con estas decisiones tomó Colombia la iniciativa en las operaciones aéreas, antes que llegaran al país los aviones pedidos al extranjero.
El fervor nacional y las donaciones del pueblo (que incluyeron los anillos de matrimonio de muchísimas damas colombianas) permitieron pedir rápidamente diez aviones de observación de Curtiss Falcon D-12 (iguales al Ricaurte), siete biplanos de “propósito múltiple” Curtiss CW-C14 Osprey, seis entrenadores Curtiss CW-16 Y 26 cazas Curtiss Hawk II.
Con los buenos oficios de SCADTA y con la ayuda de Boy, que intercedió ante su condiscípulo Joseph Goebbels, se negociaron contratos en Alemania para el suministro de tres botes volantes Dornier Do JIID Wal, dos bombarderos livianos Dornier Do C2, tres bombarderos Junkers K43 y seis transportes-bombarderos Junkers Ju 53/3 m.
Posteriormente se ampliaron los pedidos y se compraron seis anfibios de observación Seversky SEV-3, tres bombarderos Curtiss BT-32 (la versión militar del avión de pasajeros Cóndor), un bote volante Consolidated P2Y-1C (conocido como “el sesquiplano “), 16 aviones de entrenamiento Consolidated PT11C y 16 Curtiss Falcon con motor radial Cyclone.
“El autor no conoce referencias escritas o fotográficas sobre la presencia real en Colombia de los diez Falcon con motor D-12 en línea: es posible que el pedido original se hubiera cancelado para traer en cambio los Falcon de motor radial”.
No todos los aviones llegaron a tiempo para participar en el conflicto, pero los que llegaron oportunamente nos dieron la superioridad aérea.
El Cuerpo de Aeronáutica del Perú (CAP) era, al comenzar el conflicto, una fuerza importante; tenía como principales establecimientos, dos escuelas de aviación, la Jorge Chávez en Las Palmas, con la 4a. y la 5a, escuadrillas de entrenamiento, y la de hidro-aviación en Ancón, con las escuadrillas 2a. y 7a. En Iquitos se encuentra la base de la escuadrilla de reconocimiento y el primer escuadrón de transportes.
Los aviones peruanos incluían máquinas de entrenamiento Avro 504R Mongoose Gosport y Stearman C3R (usados también por el escuadrón de transporte), un biplano Travel Air, un Hamilton H 45, tres Boeing 40B-4 y un Douglas M-4; y la escuadrilla de reconocimiento estaba equipada con hidroaviones Vought 02U-1E y 02U-3B Corsair.
También como resultado de contribuciones populares (la “Colecta Patriótica”), el CAP pudo adquirir rápidamente un monoplano de cabina Travel Air, perteneciente a la línea aérea Fawcett, un Fairchild FC-2W2 de Panagra, un trimotor Ford, un Falcon con motor D-12 y tres Curtiss Hawk, estos últimos aparentemente suministrados por la Fuerza Aérea Chilena (hecho que colocó Falcons y Hawks en ambos bandos).
Perů también hizo pedidos a casas extranjeras, los cuales comprendieron seis Douglas O-38P de observación, diez Curtiss Falcon, seis Fairey Seal sobre flotadores, 12 bombarderos livianos Potez P-39 y seis cazas monoplazas Nieuport-Delage 123, además de doce bombarderos monoplanos de reconocimiento Caproni CA111.
Colombia también tuvo una ventaja inicial en el empleo de sus fuerzas fluviales: por otra acertada decisión de Olaya Herrera, las cañoneras Santa Marta y Barranquilla, fabricadas por Yarrow de Inglaterra en 1928, fueron enviadas al Putumayo a comienzos de 1932, ante la tensa situación que se desarrollaba por el rechazo del gobierno peruano del coronel Luis Sánchez Cerro al tratado Salomón-Lozano, de 1922, que al delimitar las fronteras e intercambiar territorios reconoció para Colombia el trapecio amazónico y su principal población Leticia.
La guarnición colombiana de Caucayá, en un golpe audaz, los días después de la toma de Leticia, capturó las “lanchas” peruanas Chincha-Roca y Huayna Capac, verdaderos buques que, protegidos con ametralladoras, jugaron un papel logístico importante durante el enfrentamiento militar.
Por otra parte el Gobierno colombiano tuvo éxito al armar la expedición del “Destacamento Amazonas”, bajo el mando del general Alfredo Vásquez Cobo: esta flotilla, ensamblada a la carrera con los transportes Boyacá y Mosquera (equipado con dos cañones de 88 mm), y las cañoneras Córdoba, Pichincha y Barranquilla, provistas de cañones Bofors de 75 mm, arribó a Pará, en Brasil , el 24 de diciembre de 1932, y siete semanas después llegó al fortín peruano de la capturada población de Tarapacá, cuya toma daría a Colombia el control del Putumayo y abriría la puerta para atacar al baluarte enemigo de Puerto Arturo.
La actuación del coronel Boy no terminó con el establecimiento del “puente aéreo” al Putumayo: bien pronto su experiencia se hizo valer y fue nombrado comandante de la cuadrilla Aérea del Sur, el grupo de combate de la aviación militar.
Boy, durante la Primera Guerra Mundial había peleado por su patria, Alemania, como piloto de caza en la escuadrilla Jasta 14, bajo el mando, nada menos, que de Herman Goering. La Escuadrilla Aérea del Sur, con pilotos y mecánicos colombianos y alemanes, dominó los cielos amazónicos durante todo el conflicto.
Además de la recuperación de Tarapacá y de la toma de Güepí, hubo otras acciones importantes con participación de la Escuadrilla del Sur: el 23 de marzo comenzó el reconocimiento de Puerto Arturo, con Boy, von Oertzen y von Engel pilotando los Hawk 803, 804 y 806, como escolta de los Osprey 121 y 123.
Las cañoneras Córdoba, Sucre y Pichincha, y el transporte Nariño, avanzaron por el río Algodonal y fueron atacados el 4 de mayo por tres Douglas O-38P cuya escolta, el subteniente Secada en un Hawk, , fue forzado a regresar a su base: los Douglas quedaron a merced de los Hawk Colombianos que los ametrallaron en tal forma que “abortaron” el ataque, y uno de ellos, pilotado por el teniente Américo Vargas Valdivieso, aterrizó de emergencia en el Algodonal, hundiéndose rápidamente.
Colombia comprendió pronto que su ventaja no duraría mucho: en efecto, los esfuerzos por comprar a España el nuevo crucero Méndez Núñez y a Italia dos destructores que estaban en construcción para Grecia, fallaron por obra de la diplomacia peruana (la compra del Méndez Núñez habría sido además un insulto al Perú, pues este crucero llevaba el nombre del comandante español que atacó el puerto de El Callao en mayo de 1866).
Se supo, además, que el crucero peruano Grau había zarpado con destino desconocido, que se pensó que sería el Amazonas, lo que inclinaría la balanza de fuerzas navales inmediatamente a favor de los incas: la mediación y la fórmula de arreglo propuestas por la Liga de las naciones fueron rápidamente aceptadas por las partes, y el 25 de junio de 1933 Perú devolvió a Colombia el puerto de Leticia, y Colombia hizo lo propio con la capturada guarnición de Güepí, terminando el conflicto con la ” Paz de Río”.
Fueron mayores las pérdidas experimentadas por accidentes que en combate el 15 de febrero el capitán Helmuth Brentfield chocó fatalmente con un tronco semisumergido al decolar de Barrancabermeja en el Hawk 801, y tres días después el capitán Esguerra salió de Potosí en el Ricaurte para perderse en la selva sin ser encontrado jamás (¿Será que, como Guynemer, el héroe francés voló tan alto que se quedó de una vez en el cielo?).
También en febrero el teniente Zornoza perdió la vida al estrellarse su Osprey, y el capitán Méndez Rey se accidentó al aterrizar en Puerto Boy, Unas semanas después de la desaparición de Esguerra, decolando de Caucayá, una ráfaga de aire hizo desplomar al Junkers 202 y causó la muerte a su piloto, capitán Ludwig Graf Schaesberg, al copiloto teniente Heriberto Gil y a los mecánicos Combariza y Fernández (sólo se salvó el mecánico Rettich, que era un gran nadador).
A pesar de las pocas acciones y de la corta duración, el conflicto de Leticia puso de relieve la importancia de contar con un arma aérea eficaz, como apoyo a las fuerzas navales y terrestres (durante el avance hacia Puerto Arturo, Vázquez Cobo, que antes no creía en la aviación, rogaba a Boy: “…Por favor, no me deje sin protección aérea..!).
Algunos dicen, además, que la verdadera importancia de la “guerra” con el Perú fue su papel en la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial doce años más tarde: la compra colombiana salvó a Curtiss de la quiebra en los difíciles años de la Depresión, y los Estados Unidos contaron, por lo tanto, con miles de cazas P-40, torpederos Helldiver y transportes C-46 Commando.
Otros van más lejos y dicen lo mismo sobre los anfibios SEV 3, que fueron los primeros aviones producidos por Seversky, que luego, bajo nombre de Republic, fabricó los exitosos P-47 Thunderbolt, de destacada actuación en el teatro europeo a partir de 1943.