La música electrónica contra la corriente

Una mirada a la revolución de la música electrónica a principios de los años 90.
 
La música electrónica contra la corriente
Foto: Pixabay/CC BY 0.0
POR: 
Jorge E. León Pineda

Publicado originalmente en la Revista Diners N. 274, enero de 1993.

Gracias a los computadores y sintetizadores capaces de reproducir sonidos y efectos jamás escuchados, se abrió otra dimensión en la música. John Cage y Karlheis Stockhausen, compositores pioneros, crearon nuevos lenguajes en sus estructuras gramaticales.

En lugar de la convencional partitura, utilizaron códigos especiales. Los ruidos y sonidos de la electrónica no tienen altura determinada, por lo tanto sus espectros tímbricos sobrepasan las sietes notas y el dodecafonismo.

Los códigos electrónicos se representan mediante gráficas y números, frecuencias y ondas sonoras con valores de duración en minutos y segundos. La música electrónica inició sus pasos en 1950 cuando la cinta magnetofónica, utilizada por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, fue perfeccionada. Esto hizo posible toda clase de acrobacias sonoras y manipulaciones electrónicas.

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Hay que señalar, sin embargo, que otros géneros contemporáneos tuvieron estrecha relación con el desarrollo de la música electrónica. En la primera década de este siglo se dieron, en efecto, los primeros pasos para una progresiva investigación de nuevos campos sonoros.

Estos protagonistas fueron Claude Debussy y Gustav Mahler con la superación del sistema tonal, Charles Ives con la introducción de la atonalidad y Arnold Schonberg con el dodecafonismo (doce sonidos). Finalmente, Stravinsky libera la rítmica de simetrías y periodicidad.

Música concreta

El norteamericano John Cage rechazó la tonalidad clásica y los instrumentos vinculados a ella. Creó en 1936 el “piano preparado”, que consiste en poner entre las cuerdas, trozos de goma, metal, papel o madera, modificando las condiciones de resonancia.

La reacción de otro de los precursores, el francés Pierre Boulez, no se hizo esperar. Compuso su Tercera sonata, que se compone de cinco movimientos en diferente orden. Hay variaciones de secuencia en las que el intérprete puede contribuir para configurar un trabajo individual.

Pierre Schaeffer, basándose en lo ya logrado por Cage, llega a la música concreta. Las notas musicales son aquí sustituidas por objetos sonoros tomados del medio ambiente, y registrados sobre la cinta. Su tratamiento se rige bajo las técnicas de montaje utilizadas en grabación.

En la primera década de este siglo, Tadeus Cahill construyó el telarmomium, que podía ser tocado desde un teclado como un piano, pero los sonidos eran producidos por medios electrónicos, a través de 200 toneladas de dinamos. Los equipos estaban ocultos en el Telarmonic Hall de Nueva York, donde el instrumento había sido instalado.

Entre los primeros compositores de música electrónica están el norteamericano de origen francés Edgar Varese con su “Sinfonía electrónica” el ingeniero y matemático griego Ianis Xenakis, el polaco Benereski con su Estructura sonora No 1 y el italiano Luigi Nono, que combinó el sonido del piano con grabaciones tratadas en laboratorio.

Mención especial merece el alemán Karlheinz Stockhausen, que comentó en alguna ocasión: “Yo no compongo mi música, me limito a transcribir las vibraciones que recibo. Soy un receptor que transmite las vibraciones esparcidas por la galaxia”.

Una de sus obras más célebres es Sirius, solicitada por el gobierno alemán para la inauguración de una sala dedicada al científico Albert Einstein en el Museo del Aire y del Espacio en Washington. La obra descubre, mediante proyección en la bóveda celeste de un planetario, los tipos humanos en los signos de las doce estrellas del zodíaco.

Revolución electrónica

En los años sesenta la revolución electrónica era ya un hecho y las invenciones se sucedieron. Audioosciladores, bandas sonoras repletas de chirridos y diversos sintetizadores, entre el ‘moog’, de gran aceptación entre los músicos de rock de finales de ese decenio.

La nueva música americana destaca Young, Terry Riley, Steve Lamonte Morton Sobotnick y otros compositores de la escuela de Nueva York (The Electronic Music Center of Columbia and Princeton Universities.)

Terry Riley creó sus “reiteraciones evolutivas”, de bucles sonoros hipnóticos y de ritmo alucinante. Su huella se hizo presente en los jazzistas ingleses Soft Machine. Los ultrarrockeros Who también lo tuvieron presente al dedicarle su tema ‘Baba O’Riley’.

La música electrónica, ya con una imagen más divulgadora pero sometida a la esclavización de repetir melodías y ritmos, empezó a impactar comercialmente ante la resonante adaptación de Walter Carlos de obras de Juan Sebastián Bach en 1968.

Igual papel realizó el japonés Isao Tomita con sus ‘Cuadros en una exposición’, de Mus Songs. Pink Floyd, el grupo inglés de rock progresivo, fue uno de los primeros en fusionar la experimentación electrónica con el pop en 1968, cuando el sintetizador fue lanzado comercialmente al mercado.

Durante la década de los setenta, el rock integró a sus géneros progresivos la sinfonía electrónica. Sin embargo, la evanescencia espacial alemana encumbró el proceso tecnológico y musical, gracias a su pasado cultural de arte-ciencia y su vocación filosófica por lo místico y oriental.

Desde Berlín, con sus sombras y ambientes gélidos, Tangerine Dream pioneros de la música cósmica, emanaron para entregarle al mundo, en su extensa obra discográfica, divagaciones pseudo-poéticas de ciencia ficción sideral proyectada en la lentitud del espacio.

También encontramos a Klaus Schulze, nibelungo de la electrónica y viajero cósmico por antonomasia. Otro de los cerebros más destacados en este campo son el atmosférico Jean Michel Jarre, el griego Vangelis Papa- thanassiou, el británico Brian Eno, los franceses Richard Phinas y Bernard Szajner y el norteamericano Patrick Gleasson, con sus viajes por las memorias de un computador.

La nueva era

Uno de los fenómenos de mayor resonancia en la música electrónica de los años ochenta fue el nacimiento de la generación “nueva era”. Con clara influencia orientalista, este estilo abarcó tendencias espirituales y de interiorización, con melodías silvestres, cristalinas y reposadas.

Se conocen, incluso, trabajos de varios compositores y yoguis de la Universidad Brahma Kumaris. Este género inició la música electro- acústica con el alemán Deuter y el japonés Kitaro. California se convirtió en epicentro, y el sello Windham Hill agrupó gran cantidad de compositores, entre ellos Paul Horn, que realizó experimentos en una de las cámaras de las pirámides de Egipto con emuladores, flautas y sonidos de la naturaleza.

El importante sello Private Music presidido por Peter Baumann (ex integrante de Tangerine Dream), agrupó a otra serie de compositores “nueva era” como Patrick O’Hearn y Sandford Ponder. A mediados de los años ochenta surgió en Inglaterra la música industrial, muy ligada al pop.

Conceptualiza por medio de ruidos electrónicos y ritmo la situación paranoica en las fábricas. Trascendió a la vanguardia alemana con gente como Einstuerzende Neubauten y Der Plan.

Philip Glass es, sin embargo, uno de los compositores más destacados de la última década. Compuso la banda sonora de la película Koyaanis qatsi, de Ford Coppola. La nueva generación de instrumentistas de los años noventa agregan a su inspiración la visión científica del computador. Tod Machover, Kevin Braheey y el neozelandés David Parsons con su trabajo Yatra, de 1990, dirigen e interpretan al mismo tiempo la orquesta de sintetizadores, emuladores y secuenciadores que reproducen la sinfonía.

Los sensores, que están conectados a un computador central, reaccionan de acuerdo con la melodía que se interprete. El Instituto de Investigaciones Electroacústicas de París, dirigido por Pierre Boulez (el conocido guitarrista Frank Zappa realizó algunos trabajos con este compositor), desarrolla desde hace varios años investigaciones para integrar instrumentos convencionales a grandes orquestas formadas por computadores. Un solista o grupo podrá ser acompañado por esta masa electrónica.

Incursión colombiana

La historia de la música electrónica en Colombia registra como pionera a compositora Jacqueline Nova, fallecida en 1975 de un cáncer óseo. Incursionó en 1968 con su obra ‘Resonancias 1’, en la cual el piano se confunde con sonidos electrónicos.

Gran parte de sus experiencias las realizó en el desaparecido Instituto Torcuato di Tella de Buenos Aires. Se recuerda también el estreno de su obra ‘Metamorfosis II’, en el Teatro Colón de Bogotá, el 21 de octubre de 1966, con la Orquesta Sinfónica de Colombia.

Otro de los compositores pioneros fue Fabio González Zuleta. Realizó el Ensayo electrónico con ayuda del Conservatorio de la Universidad Nacional y la Radiodifusora Nacional de Colombia. Utilizó dos osciladores y dos tipos de onda helicoidal y cuadrada para efectos metálicos.

La obra consta de tres partes y contiene expresiones percusivas y sonidos explosivos. El Festival Internacional de Música Contemporánea que se celebró en Bogotá en 1989, y al cual asistieron destacados compositores del IRCAM de París, presentó varias sorpresas, entre ellas la música por computador del colombiano Juan Reyes.

Entre sus obras se cuenta la musicalización de la obra Calígula, de Albert Camus. Desgraciadamente las emisoras ‘pop’ pecan de ignorantes en todos estos aspectos de vanguardia. En cambio, imponen entre los jóvenes el culto a ciertos géneros desechables de discoteca como el rap y el house, haciéndoles creer que es lo más avanzado. Falta más criterio y formación de discjockeys y programadores, o de lo contrario perderán credibilidad.

         

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marzo
23 / 2018