Historia de la barba: con todos sus pelos y señales

A lo largo de miles de años, la barba ha significado, sabiduría, nobleza, excentricidad, izquierdismo e hipismo. Pero los libros demuestran que la mayoría del tiempo el hombre ha usado barba.
 
Historia de la barba: con todos sus pelos y señales
Foto: Wikimedia Commons/ CC BY 0.2/ 3.0/ 0.0/ Marvel, 2022
POR: 
Daniel Samper Pizano

Un barbudo, como Daniel Samper Pizano, cuenta los avatares de la barba a través de los tiempos…

“Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa dicen que soy poeta”. León de Greiff supuso en uno de sus versos que la barba era símbolo del poeta. Y en 1918, cuando escribió sus Tergiversaciones, seguramente lo era.

Sin embargo, siglos antes la barba era símbolo de sabiduría, y luego lo fue de desaseo y falta de nobleza, y más tarde volvió a serlo de elegancia. Después pasó de moda y solo los extravagantes la usaron y hace poco los hippies rescataron la barba y el pelo largo.

Hoy la barba disfruta de una tolerancia que hace algunos años no tenía.

La verdadera historia de la barba

Nadie, ni siquiera los que usamos barba, se imagina los avatares que ella ha atravesado a lo largo de la historia y el contradictorio simbolismo que encierra según las épocas y los lugares.

Parece tan fácil dejársela crecer. Y, sin embargo, la decisión de usarla encierra tantos significados que solo una minoría de los mortales – entre los cuales se encuentran unas cuantas señoras desafortunadas- podemos ostentar aquel luengo adorno que tanto admiraba Ruy Pérez en los doctores, según lo cuenta el poeta colombiano Tuerto López.

Los demás prefieren resignarse a la diaria rutina del agua caliente, el jabón, la brocha y la máquina. Con lo cual pierden no solo minutos preciosos, sino que se sustraen a una de las más hermosas tradiciones de la humanidad.

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La prohibición de la barba

Algunos colegios tienen prohibido el uso de la barba a sus alumnos y hay empresas que no la aceptan entre sus altos empleados.

Ha desaparecido de los cuarteles y los pocos sacerdotes que la usan son por ello tildados de comunistas, que es malo, o de capuchinos, que es peor. Son las barbas fuente de numerosas rencillas de familia entre un padre bien afeitado y un hijo de 18 años que ha declarado guerra a la cuchilla.

No usan barbas los ministros. ni candidato alguno a la Presidencia se atrevería a lanzarse con chivera. La barba es el mensaje. La barba tiene personalidad. La barba quiere decir cosas. La barba es un medio de comunicación de masas barato y al alcance de todos.

Aporte de los barbados al progreso del mundo

En 1970, cuando estaba en pleno auge el hipismo, Tip O’Neill, famoso político norteamericano, tuvo una discusión con sus hijos adolescentes, que habían resuelto olvidarse de las tijeras y la brocha.

Resolvieron zanjar el asunto mediante un fácil expediente: consultarían los libros de historia para conocer los antecedentes de la barba. La investigación permitió establecer que, desde las épocas de Cristo, ha usado pelo largo y barbas durante el 90 por ciento del tiempo.

Por lo tanto, los excéntricos son quienes se afeitan, no quienes se niegan a parecerse en eso a las señoras.

No ha habido revolución importante en esta tierra a la cual no estuviera vinculada una barba. Cuando Moisés descendió del monte con los Diez Mandamientos, no apestaba propiamente a loción después de la afeitada.

Cristo tuvo barba. La habían tenido Aristóteles y Platón. La llegó a tener Mahoma. Un hilo velludo colgaba del labio inferior de Confucio. Fue barbado Galileo, como lo fueron San Pedro, San Pablo y Santo Tomás. Darwin tenía barba. Shakespeare, Cervantes y Homero también. Y Miguel Ángel. Y Leonardo da Vinci, Freud era barbado.

Otros famosos con barba

Y lo era en extremo Carlos Marx (su cara mofletuda parece un sol rodeado por una frondosa circunferencia de pelo). Lenin imitó a Marx, pero no tanto.

Fidel Castro mostró claramente cómo es discípulo de los dos anteriores en materia capilar, y no lo es menos de otro barbudo célebre: Federico Engels. Aunque no tengo acceso a la galería de óleos del Palacio, me imagino que un sondeo podría probar que hemos tenido más presidentes barbados que lampiños.

El Padre Eterno, en fin, aparece con barba en todos los grandes cuadros. Los pintores, inteligentemente se dieron cuenta de que nadie podría creer que La Creación fuera obra de una especie de gerente joven, rasurado y de pelo corto, que anduviera con vestido cruzado por las comarcas infinitas.

La barba en el Oriente Medio

No es difícil suponer que Adán era barbado, así no lo hayan caracterizado como tal muchos ilustradores. La reflexión es obvia: ¿Cómo habría podido afeitarse el pobre si a Dios se le olvidó crear la navaja? De allí se deduce que los hombres de las cavernas eran también de pelo en pecho… y en mejilla.

La Historia Universal debidamente registrada nos dice que 1.200 años antes de Cristo los asirios llevaban acicaladas barbas, mientras que las mujeres de los asirios usaban velos tupidos para cubrirse el rostro, por lo cual no sería raro que también ellas usaran una modesta chivera. Bozo al menos.

Los egipcios, en cambio, se afeitaban a diario con cuchillas de cobre, pero se dejaban la barba cuando llevaban luto o emprendían viajes hacia tierras bárbaras. Ello debido a que los habitantes de las tierras bárbaras eran los bárbaros y los bárbaros, como su nombre lo indica, usaban barbas.

Las barbas de los bárbaros

Unas barbas bárbaras. Lo que se ignora es si los bárbaros se llamaron así por usar barbas o si las barbas fueron bautizadas de este modo por ser elemento distintivo de los bárbaros. Lo cierto es que los egipcios cuando visitaban a los bárbaros se dejaban crecer la perilla, después se la cortaban.

Pero en las ceremonias religiosas se colocaban barbas artificiales. Nunca sobró en el tocador del faraón una colección de chiveras postizas. Hasta el punto que Hatshepsut, hija de Tutmosis I, se vestía de varón en ciertos rituales y se pegaba también su chivera.

Pero si esto ocurría en el Oriente Medio -donde, todavía hoy, los ayatollahs exhiben poderosas barbas-, en el Lejano Oriente la tradición no era distinta. Menos voluminosa, sí porque los orientales nunca han tenido mucho pelo que digamos. Pero los chinos usaban largas chiveras desde tiempos inmemoriales y muchos de sus descendientes, como lo hiciera Ho Chi-Minh, aún se esfuerzan por reemplazar con calidad lo que les falta en cantidad.

El pelo en los albores de la civilización occidental

Occidente solo ha sido ajeno a la barba en periodos relativamente breves. Dos mil años de Cristo, los cretenses no solo habían descubierto los vestidos ajustados sino que los hombres andaban con el torso desnudo y la cumbamba peluda.

A su turno, los griegos fueron muy cuidadosos con el pelo. En la Grecia arcaica se usaban las barbas rizadas. Después les dio a los jóvenes por afeitarse -¿quién comprende a los griegos jóvenes?-.

Pese a lo cual los viejos siguieron llevándola por razones de nobleza y dignidad. A quien esté interesado en saber la actitud que tenían los estoicos frente a la barba, puedo decirlo que nunca se afeitaban. Ignoro qué pasaba con los cínicos.

El orgullo de los romanos

Durante muchos años los romanos también se enorgullecían de sus barbas. Solo los esclavos se afeitaban, lo cual era considerado de pésimo gusto.

Pero dos siglos antes de Cristo apareció un señor llamado Scipio Africannus, quien contrató una legión de bárbaros y procedió a rasurar a una parte del imperio.

Digo una parte porque los esclavos recibieron orden de dejarse la barba, para poderlos discriminar y molestar. Hay que decir que los barberos de Scipio Africannus descubrieron la afeitada con agua tibia. El agua tibia ya para entonces había sido descubierta, pero no podría asegurarles dónde.

Bizantinos, merovingios y otras aves

Aunque hoy poco se recuerda a Bizancio, vale la pena decir que en su época, los bizantinos, después de largas discusiones, resolvieron no usar barba.

¿La razón? Que los bárbaros, a fuerza de cometer atropellos, la habían hecho odiosa entre sus enemigos, cosa que también se puede decir de los pantalones, otro noble invento de los bárbaros. Los bizantinos, pues, consideraron vulgar la barba durante mucho tiempo. Pero el concepto fue cambiando poco a poco, y cuando Bizancio llegó a su apogeo, lo vulgar era afeitarse: la barba se había impuesto.

No sé si este dato les dé una idea sobre la importancia de la barba , pero es bueno saber que en el siglo V de nuestra era los merovingios profesa ron un verdadero culto por ella.

Los reyes prácticamente no reinaban, si no que se dedicaban a cuidarse el pelo y la barba. Todos vivían más contentos entonces. Excepto los peluqueros.

¿Qué pasó en Europa con la barba?

En cambio, en la Florencia renacentista no se usó la barba en un principio. Quiero informarles que en 1532 solo había dos personajes florentinos – Cobizo y uno de los Martellis- que se negaban a la afeitada diaria. Fueron mal vistos durante un tiempo. Pero al cabo de algunos lustros otros coterráneos empezaron a imitarlos y también Florencia acabó entregada al cultivo de la barba.

En realidad, si por algo se caracteriza el Renacimiento es por el apogeo de la barba. Enrique VIII la usó muy poblada Y a ello habría que atribuir su éxito con las británicas. (Está comprobado que a las mujeres les fascinan los barbudos: Eduardo Caballero Calderón, otro chiverudo famoso, dice que les encantan las cosquillas que les producen los pelos).

Barba había usado también Enrique VII, su padre. La historia está llena de Enriques con barba: Enrique II de Castilla, Enrique II de Francia, Enrique IV de Francia, Enrique I (El Pajarero) de Germania, don Enrique el Infante, Enrique de Navarra, Enrique el León, duque de Sajonia, Enrique el Navegante, Enrique Santos Calderón.

En realidad los únicos Enriques imberbes fueron Enrique Cruel-hijo, paradójicamente, de Federico I Barbarroja- y Enrique el Impotente, sobre el cual cualquier discusión adiciona resultaría estéril.

Los perfumes y adornos de la barba

Las pequeñeces de Pedro el Grande Isabel I, hija de Enrique VIII, no tenía barba, pero propició en la corte toda clase de excentricidades entre las cuales figuraban las candongas para los caballerete y el uso de perfumes pachuliescos para las barbas. ¿Qué tal, por ejemplo, los aretes de Lord Darpley y el diamante que se colocaba a manera de pisacorbata en la barba?

Semejantes abusos capilares condujeron, como es natural, a una reacción contra la barba, que se extendió por algunos países europeos en los albores del siglo XVIII.

En Rusia el asunto alcanzó a adquirir inusitadas proporciones durante el reinado de Pedro el Grande, individuo que gobernaba con un estatuto de seguridad tan teso que al lado suyo el nuestro era el Buzón Femenino o los consejos de la Doctora Corazón.

Pedro no solamente resolvió afeitarse sino que hizo lo mismo con los miembros de la corte. No se me entienda mal. Quiero decir que obligó a los nobles que frecuentaban su palacio a rasurarse.

Para ello organizaba unas rumbas tremendas abundantemente regadas con alcohol -vodka, supongo- y, cuando ya los asistentes caían dormidos en medio de la borrachera, aparecía de detrás de los cortinales una legión de barberos que los dejaba como nalga del Niño Jesús.

Luego impuso leyes que prohibían la barba en todo el territorio del reino y llegó al colmo cuando gravó con impuestos a los que, por razones religiosas, insistían en usarlas. A éstos se les expedía una medalla -en aquel entonces no había carnés laminados- que los acreditaba como barbudos autorizados ante las autoridades.

La barba contemporánea: un breve análisis

Siguieron usándose las barbas hasta comienzos del siglo XX. La ” Belle Epoque” está salpicada de chiveras. Pero hacia 1915 regresó la moda de la cuchilla de afeitar, que primero fue barbera, luego máquina de seguridad y finalmente máquina eléctrica.

La Segunda Guerra Mundial cogió al mundo en pleno auge de los carrillos imberbes. Ni uno solo de los líderes que amaron parte en la feroz contienda usaba barba. Stalin tenía un gigantesco mostacho y ya sabemos las cosas tremendas que hizo. En cuanto a Hitler, popularizó un bigote chaplinesco que los campesinos boyacenses venían usando desde mucho tiempo atrás.

Los años 60 marcaron un renacimiento de la barba, que había pasado a ser patrimonio exclusivo de poetas, pintores y víctimas de la viruela . Se la dejaron crecer entre otros personajes, el Rey Hussein, Howard Hughes, Pacheco, Klim y Alejandro Brand.

La chivera breve, trazada con tiralíneas. fue acogida incluso en círculos ejecutivos de la empresa privada. La barba larga y salvaje, a lo Robinson, se consagró entre intelectuales, estudiantes, artistas de la lucha libre y guerrilleros. Recuerden al Che. Recuerden a Camilo Torres.

¿Y las barbas largas?

Ninguna, que se sepa , alcanzó sin embargo la longitud de la barba del francés Jules Dumont, que en 1911 medía 3 metros con 95. Ninguna fue tan famosa, tampoco, como la de Janice Deever, la mujer barbada, que en 1884 medía 28 centímetros.

Pero todas fueron resultado de un nuevo romanticismo. Porque la barba es esencialmente romántica. como las lágrimas o los sonrojos.

Si es cierta la teoría de los ciclos históricos, dentro de algún tiempo volverán a reinar las mejillas rasuradas, desaparecerán las chiveras y se esfumarán las patillas.

Ha de ser, no obstante, un periodo corto. La barba volverá a triunfar a pesar de quienes la persiguen en forma macartista y por encima de quienes le han creado a veces una imagen sombría. Yo estoy seguro de que si se investiga bien quién inventó aquello del temible Barba Azul que mata a sus siete mujeres, la pista llevará directamente a un grupo de publicistas al menos al servicio de cuchillas Gillette.

El artículo Historia de la barba: con todos sus pelos y señales fue publicado en Revista Diners de noviembre de 1979. Edición 116.

         

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julio
24 / 2023