Anatomía de los superhéroes más famosos de los cómics

Si usted es amante de las historietas, no puede dejar pasar esta oportunidad para conocer de cerca la crítica, defensa y ataque de los personajes atemporales que nos acompañarán en las historietas.
 
Anatomía de los superhéroes más famosos de los cómics
Foto: Action Comics, 1940
POR: 
Daniel Samper Pizano

“Ante estas nuevas situaciones mitopoéticas, creemos que el procedimiento que debería seguirse tendría-que poseer dos cualidades: por un lado, una investigación sobre los objetivos que encarna la imagen, de aquello que está más allá de la imagen; y por otro, un proceso de desmistificación, consistente en, identificar aquello que está en la imagen misma; es decir, no sólo las exigencias inconscientes que la han ‘promovido, sino también las exigencias conscientes de’ una pedagogía paternalista, de una persuasión oculta motivada por fines económicos determinados”.

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Después de leer el párrafo anterior, cualquiera diría que se trata de una tesis sobre la Divina Comedia o La Ilíada para optar el título de doctor en la Universidad de Harvard.

Pero no: quien suscita una lluvia de tan adustos adjetivos (mitopoético, desmistificación, exigencias conscientes, pedagogía paternalista, persuasión oculta) no son Dante ni Homero. ¿Será u n pájaro, será u n avión? No señores: es Superman.

Párrafos más densos se pueden encontrar sobre el hombre de acero y sus amigos en numerosas obras tan doctas o más que “Apocalípticos e integrados”, el libro del italiano Umberto Eco de donde fue tomada la anterior.

Todos ellos tienden a analizar el papel de los superhéroes en la cultura de masas. Y algunos han dedicado extensos trabajos, como Armand Mattelart y Ariel Dortmano a escudriñar la función ideológica del Tío Rico McPato (A propósito de este último, el ensayista Fernando Pérez afirma que detrás de las aventuras de Patolandia se oculta “un esqueleto imperialista” cuyo principal exponente es McPato).

Es que, aunque a algunos parezca difícil aceptarlo, existe todo un movimiento sociológico que se esmera en descubrir los motivos deliberados o inconscientes que ponen en movimiento a los superhéroes de las historietas.

Hace algunos años, Casa de las Américas, epicentro de la cultura cubana y suramericana, publicó un número de su famosa revista dedicado al examen marxista de Donald, Superman y Cía. Allí se encuentran frases de tanto calibre como esta: “Las historietas y sus personajes están perfectamente estructurados dentro de la estrategia continental que el imperialismo norteamericano aplica rigurosa y sistemáticamente, destinada a destruir toda la capacidad de resistencia de nuestras distintas culturas nacionales”.

¿Batman, agente del imperialismo? ¿Superman, sojuzgador del Tercer Mundo? ¿Tarzán, enemigo de los pueblos subdesarrollados? ¿El Pato Donald, vehículo de opresión cultural? ¿Tom y Jerry, punta de lanza del sometimiento económico? Puede que sí y puede que no.

Puede que sí, si uno se dedica a observar cuidadosamente cada diálogo de las respectivas historietas. Puede que no, si uno toma las cosas con una dosis baja de solemnidad y una dosis alta de sentido del humor.

Lo que en cambio no tiene duda es que seguramente quienes se inventaron a los superhéroes jamás llegaron a pensar que tendrían la acogida que han tenido y, sobre todo, que algún día darían pie a extensos y a veces incomprensibles y pedantes tratados.

Corría el año de…

Ante el apogeo de los grandes mitos de la historieta resulta difícil pensar que solo vinieron a nacer cuando ya el nuevo medio o arte de la tira cómica tenía por lo menos treinta años de vida. Los primeros albores de la tira cómica se pueden ubicar, como ocurre con los primeros albores de cualquier cosa, donde uno quiera.

Hay quienes ven en los centenarios jarrones egipcios un anticipo de lo que es hoy la historieta. Otros hablan de las cuevas de Altamira. La columna de Trajano, en Roma, aparece citada con frecuencia. Y no falta quién atribuya la paternidad de los comics a los códices que empleaban los indios chichimecas cuando México todavía no era México.

La historia moderna, sin embargo, la que funde en una sola expresión la ilustración y el diálogo, se remonta a 1895, cuando aparece por primera vez un mono que después pasaría a la historia del periodismo.

Se trata del “Niño amarillo”, dibujado por R.F. Outcault y publicado por el New York World. Este bebé, de inquietante calvicie pasó luego del World Journal, dentro de la guerra que se desataron los periódicos competidores de Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst. Y aunque hace muchos años desapareció del panorama, su nombre quedó perpetuado en el término “periodismo amarillo”, o “amarillismo, sin que el niño imaginara tan peyorativo destino y sin que siquiera pudiera conocer a Consuelo de Montejo.

Dos años después salió por primera vez a la luz pública una historieta llamada a consolidar el nuevo oficio. “Los chicos Katzenjammer”, de Rudolph Dirks, tuvo un éxito inmediato, pero más tarde fue víctima de determinadas circunstancias jurídicas y sociales que muestran cómo la historieta ni está tan lejos de la realidad, ni la realidad de la historieta.

Primero tuvo que cambiar su nombre, por un pleito nacido de la pelea amarillista, y fue rebautizada como “Hans y Fritz”. Pero a los pocos años Estados Unidos estaba en guerra contra Alemania y dos nombres tan teutones no sonaban bien a los lectores. Así que pasó a ser “El capitán y los pilluelos”. denominación con la cual la conocimos en Colombia.

‘Al comenzar el siglo 20, la tira cómica ya había desarrollado muchos de sus elementos característicos: onomatopeyas, globos con los diálogos, líneas convencionales para indicar movimiento. etc.

No demoraron en aparecer competidores al “Niño amarillo” y a “Hans y Fritz”. El 15 de noviembre de 1907 aparece en las páginas deportivas del San Francisco Chronicle un curioso personaje llamado Augustus Mutt, que en español será luego conocido como Eneas Flores de Apodaca.

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Archivo Diners.


Un año después, Eneas encuentra en un manicomio a un individuo bajito y calvo que se vuelve su eterno compañero de historieta. Había llegado Senitín, y acababa de surgir la tira de Senitín y Eneas, quizás la que ha logrado un éxito más prolongado a lo largo del siglo.

Tras Benitín y Eneas comenzaron a aparecer muchas estrellas más, algunas ya apagadas y otras cuyo brillo, aunque opaco, continúa. Es el caso de Educando a Papá (1913), el Gato Loco (1913)-precursor de las tiras inteligentes y sofisticadas- y Ana la Huerfanita (1924), en la cual es posible reconocer por primera vez una intención política deliberada. Y no propiamente marxista. si quieren saberlo.

Sin embargo, todos estos personajes y todas estas historietas corresponden a situaciones cómicas o familiares. No había surgido todavía la historieta seria de aventuras. La tendencia se extiende durante los primeros 34 años del nuevo arte, e incluso influye en otras latitudes.

En 1922 Salvador Pruneda inicia en Méjico la tira de Don Catarino; en 1922 aparece por primera vez en Argentina Don Pancho Talero y en 1924 empieza Mundo al Día a publicar en Bogotá una historieta de Adolfo Samper titulada Mojicón.

Mojicón es el clásico chino bogotano -diferente al gamín en cuanto el primero tiene familia-, que utiliza términos de cachifo (“mesio”, “mogollo”) y se ubica en el panorama social chapineruno. Está acompañado de un hermano menor sospechosamente parecido al “Niño amarillo” y cuando dice “vamos a poner pereque”, pone pereque con jota.

¡Aaaahhaaaaaaaahhhh!

Los superhéroes sólo empiezan a aparecer en la década de los 20. Tal vez el primer embrión de superhéroe es un personaje de reparto que figura en la historieta Wash Tubb (1924).

Se llama Capitán Easy y pronto los lectores es­criben a la agencia NEA, productora de la tira, pidiendo más frecuentes y destacadas actuaciones del personaje. Aunque la historieta conserva su sabor humorístico (y habría que ver hasta dónde carecen de él Superman, Batman y las demás superestrellas), el Capitán Easy se destaca como el primer aventurero en el mundo de la tira cómica. El público estaba maduro para salir de las comedias familiares en busca de nuevos horizontes.

Unos años después los encontró. Y bastante exóticos. En 1928 una agencia de publicidad había comprado los derechos de las novelas de Edgar Rice Burroughs acerca de un lord inglés que se convertía en amo de la selva.

Contrató al dibujante Harold Foster, el Miguel Angel de la historieta, y procedió a ilustrar las aventuras de Tarzán. El 7 de enero de 1929 se publicó por primera vez la que sería una de las historietas más exitosas… y lucrativas.

Varias de las mas célebres plumas del octavo arte (como designan algunos a la historieta, principalmente Felipe Ossa y yo) han, tenido la misión de dibujar a Tarzán: aparte de Foster, Rubén Moreira, Dan Celardo y, sobre todo, Burne Bogarth y Russ Manning.

Adorado por niños y adultos (es la historieta dominical más leída de EL TIEMPO, por ejemplo), Tarzán ha dado origen a decenas de imitadores baratos, algunos de ellos -como Kapax- de carne y hueso.

Además del acecho de Numa -el león- y Tantor -el elefante- Tarzán se ve frecuentemente amenazado por los sociólogos. Son numerosos los análisis que se han hecho sobre el hombre-mono, uno de los cuales -el del francés Piette Lacassin- es tan interesante de leer como las mismísimas aventuras del analizado.

A lo largo de tantos estudios, Tarzán ha sido señalado como estereotipo de la dominación racista y metropolitana: “Tarzán -dice Pastor Vega- es la médula del colonizador hecho personaje de comics”.

No les falta razón en algunas observaciones a los detractores de Tarzán. Se anota, por ejemplo, que el hombre-mono, pese a su soledad en la selva, “nunca buscó la compañía de la mujer africana”, pues “su instinto de raza superior no se lo permitía”.

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Archivo Diners.


Además, un Boy mulato o una Jane perteneciente a las negritudes, con todo y homenaje a San Pedro Claver, “no podían ser bien vistos por la sociedad occidental”.

Burne Bogarth, el famoso artista que di­bujó la historieta durante mucho tiempo, también tiene sus opiniones sobre Tarzán: “Él ha creado un folclor y una poesía, una metaliteratura que toma prestada la forma de un drama de carácter mítico. Vean ustedes, pues, de lo que es capaz Tarzán”…

El hombre de la nariz aguileña

Por estas y otras razones profundas que ustedes no alcanzarían a comprender, Tarzán agarró buen bejuco desde que empezó a salir como historieta en ese mes de enero de 1929.

El mismo día, pero dentro de un ámbito muy distinto (ya no la selva primitiva sino el cosmos del futuro), salió Buck Rogers, primer superhéroe de ciencia ficción que conoció el mundo. de la historieta.

Después de publicarse durante casi 40 años y de dar origen a una película, Buck Rogers vino a morir en 1967. Simplemente, había sido desbordado por héroes espaciales mucho más audaces y sofisticados.

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Archivo Diners.


“‘Asesinado por sus propios hijos”, habría titulado VEA. Tanto Tarzán como Buck Rogers eran adaptaciones de novelas ya conocidas. La primera historieta exitosa de aventuras que se escribió y dibujó originalmente fue Dick Tracy, el detective de nariz aguileña que aún nos acompaña todos los domingos.

Su autor, Chester Gould, desfiló por varios periódicos con su historieta bajo el brazo antes de que el Chicago Tribune la comprara. El 4 de octubre de 1941 apareció por primera vez este personaje muchas veces violento y de sangre yerta que se enfrenta a los más peculiares hampones del mundo: “Dick Tracy no es una historieta policial-anota al respecto Oscar Masotta-, es una historieta penal”.

Pero lo interesante es observar que Tarzán era el superhéroe en la selva y Buck Rogers el superhéroe en el espacio, en tanto que Dick Tracy no era superhéroe (simplemente se trata de un detective más, no muy inteligente, no demasiado valeroso) y su ubicación en el tiempo era la de la misma época en que empezaba a aparecer y su ubicación en el espacio la de la sociedad norteamericana.

Tracy era el aquí y el ahora. Y merced a esta fórmula despegó y ha llegado hasta nuestros días con su inolvidable constelación de gángsters simpáticos y de protagonistas, ay, que mueren, como ocurrió no hace mucho con Lunita.

Los años 30 fueron brillantes para la historieta de aventuras. Varios de los más importantes superhéroes que todavía dominan el mundo de la tira dibujada nacieron entonces y siguen tan compantes.

En junio de 1934 apareció Mandrake, sobre el cual quiere Federico Fellini realizar una película; en 1936, del mismo autor, los tambores anunciaron por primera vez al Fantasma, el Duende que Camina; dos años antes habían aparecido Flash Gordon, Jim de la Selva, el Agente X-9 y Terry y los Piratas.

Este último, durante la segunda guerra mundial, se convirtió en una verdadera enciclopedia de armamentismo y fue uno de los más agresivos soldados de las fuerzas aliadas. A comienzos de los años 70, con la decadencia de la guerra y de la invencibilidad bélica nor­teamericana, Terry se suspendió definitivamente. Fue la más importante baja de Viet Nam. Gracias, Ho Chi-minh…

Clark Kent, reportero sin tarjeta profesional

En junio de 1938, cuando apareció por primera vez en la revista Action Comics una aventura de Superman, no sabían sus dos creadores, Jerry Siegel y Joe Shuster, que acababan de engendrar el más fenomenal éxito en los anales de la historieta.

Tanto Siegel como Shuster frisaban en los 17 años y poco tiempo después vendieron, por cualquier cosa, sus derechos sobre la figura del Hombre de Acero, que los habría podido convertir en hombres de oro.

Superman, que ha alzado casas, edificios, aviones, montañas, pudo demostrar muy pronto su extraordinaria fuerza, cuando alzó la circulación de los comics. Los años siguientes a su aparición mostraron, en efecto, un increíble “boom” en la industria de la historieta. Eran los años de la guerra, cuando Estados Unidos quería ver héroes detrás de cada esquina y los dibujantes de aventuras estaban dispuestos a proporcionárselos.

Fue así como la que inventaron los dos adolescentes, que inicialmente había sido rechazada por varios periódicos, terminó por simbolizar el empuje bélico norteamericano: una nación que se dedicaba a hacer la industria y no la guerra era capaz de transformarse en el más poderoso ejército que conociera nunca el planeta. Clark Kent había hecho su metamorfosis en Superman.

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Curiosamente, esta misma historieta que ha batido todos los récords en forma de revista de comics, se suspendió como tira diaria en 1967. Lo cual muestra que algunas que tienen éxito como comics (Superman, Batman) nunca lo consiguen en los periódicos; otras que tienen éxito en los periódicos (el Fantasma. Dick Tracy, Mandrake) nunca se destacan en los comics: y solo unas pocas (Tarzán, Daniel el Travieso) tienen éxito en ambos campos.

Superman ha sido el más analizado, comentado, criticado y examinado de todos los superhéroes. Varios sociólogos han querido adivinar en él un desdoblamiento de las frustraciones cotidianas del ciudadano anónimo.

“Clark Kent personifica al lector medio, asaltado por los complejos y despreciado por sus propios semejantes -dice Umberto Eco-; a lo largo de un obvio proceso de identificación, cualquier contabilista de cualquier ciudad norteamericana alimenta secretamente la esperanza de que un día, de los despojos de su actual personalidad, florecerá un superhombre capaz de recuperar años de mediocridad”. Esto lo coloca, según Vega, como “modelo perfecto para el pequeño burgués asimilado a la explotación”.

A su turno, Irene de Schmelz -para que ustedes vean cuánta gente se ha quemado las pestañas por Superman, aparte de Luisa Lane- señala que “la romántica resistencia contra la adaptación a la urbe dio lugar a Tarzán de los monos, y el proceso de adaptación a la realidad urbana dio origen, en 1938, a Superman”.

No quiero citar aquí lo que dice sobre Supermam (con eme, como pronunciado por un caleña) la Carabina de Ambrosio. Pero ustedes podrán saberlo si son adictos al programa.

Los que siguen y los que faltan

Después de Superman vinieron (1939) Batman y Robin que, como el primero, tienen doble identidad, pero, a diferencia de aquel, no cuentan con súperpoderes especiales. El nombre civil de Barman (“líder de la imbecilidad”, según René Rebetez) es Bruce Wayne, un multimillonario joven (¿de dónde habrá sacado la plata, ah?), y el de Robin es Dick Grayson, maromero huérfano que mantiene una curiosa relación con Batman. Ninguno es casado. A ninguno se le conoce novia. Viven juntos. No me consta nada, porque no soy colchón, pero a mí me parece bastante raro el asunto.

Pese a todo, Batman dio origen a toda una industria que lleva más de 40 años produciendo copiosos batidólares. Con base en él se han hecho películas, programas de radio y televisión, novelas y una interminable parafernalia de disfraces, llaveros, loncheras, calcomanías y otros objetos que periódicamente invaden el mercado de los seguidores del popular personaje.

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Después de estos caballeros la producción de superhéroes disminuyó notablemente. De vez en cuando un Hombre Araña (1962) o efímeros imitadores de los modelos ya conocidos. Los años 60, que tantas desilusiones trajeron al músculo norteamericano, vieron surgir otra clase de héroes elaborados de carne y hueso, algunos de ellos feos y poco glamourosos, como el célebre detective Columbo.

La historieta de aventuras no ha podido sintonizar la nueva onda y de allí su decadencia. Los superhéroes de antaño siguen vigentes. En el firmamento de la tira cómica hay ahora estrellas más sofisticadas, como Carlitos, Olafo y, por supuesto, Mafalda.

Otros países, como Italia, han descubierto la heroína liberada, curvilínea y generosa, que utiliza para sus propósitos armas mucho más sabrosas que la subametralladora. En América latina hay breves reinados de héroes tan peculiares como el Santo, un luchador mejicano que da consejos y trompadas.

Algunas historietas han llegado a anticiparse al futuro. La radio-pulsera que inventó don Pepe Dieta con destino al cuerpo de policía de Dick Tracy llegó a ser elaborada, efectivamente, algunos años después.

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Y el famoso interferón, droga milagro contra el cáncer que representa uno de los hitos científicos más importantes de la historia, no fue aplicado por primera vez en el Memorial Hospital ni en ninguna otra famosa institución norteamericana, sino en la tira de Flash Gordon. Corría el año de 1960 cuando un astronauta, víctima de desconocido contagio ultraextraterrestre, fue salvado gracias a que se le inyectó con interferón.

Ello sucedió en un capítulo de la históriate. Y el hecho de que se hubiera anticipado veinte años a lo que empieza a ocurrir ahora, sólo muestra que Flash Gordon ha debido merecer el Premio Nobel.

En el mundo de los superhéroes hay desazón, confusión, despiste. Todos sabemos que se necesita un nuevo modelo de superhéroe, pero aún nadie ha podido saber exactamente cuál es. El comic es un reflejo social y cultural, y, en tal condición, tendrá que producirlo si quiere salir a su postración actual.

Hasta que aparezca, sin embargo, Tarzán, Superman, Dick Trazy, Batman y Robin, es Hombre Araña y demás miembros del elenco seguirán vigentes.

¿Surgirá la nueva estirpe de héroes para el siglo XXI? ¿Resucitará el encantador arte de la historieta de aventuras? ¿Pasarán a segundo plano los superhéroes de los años 30?

Esto lo sabremos en el próximo episodio.

Publicado originalmente en Revista Diners de agosto de 1980. Edición número 125

         

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agosto
11 / 2024