¿Qué es y de dónde salió el Ku Klux Klan?
Daniel M. Santacruz
Revista Diners de junio de 1981. Edición Número 135
El club que fundaran seis aburridos excombatientes de la Guerra de Secesión en 1865 en Pulaski, estado de Tennessee, para matar el tedio y divertirse asustando a los negros libertos de la región, llegó a convertirse en el Ku Klux Klan, una de las organizaciones más siniestras y poderosas de las últimas épocas. Las primeras bromas debieron ser bastante ingeniosas y macabras, pues los negros huían aterrorizados al ver a los seis ex-coroneles, que se hacían pasar por fantasmas de los muertos confederados, cabalgando lentamente en medio de la noche, ataviados con túnicas blancas.
Con el tiempo, lo que se había iniciado como una broma tomó una nueva dimensión: si los supersticiosos negros podían asustarse tan fácilmente, quizás ese fuera un buen método para hacerles volver al sistema de trabajo de antes de la guerra. que mantenía a los esclavos inclinados sobre las plantaciones, sumidos en la pobreza y la ignorancia. La novedad fue la que trajo nuevos miembros al naciente club. pero la posible idea de hacer de la intimidación de los libertas un movimiento político fue la que aceleró el crecimiento del Klan en sus primeros días. Sólo después de un tiempo sus líderes pensaron seriamente en definir sus propósitos, y escoger entre seguir siendo un club de bromas pesadas o una fraternidad que luchara por mantener la supremacía de la raza blanca; y para terror de las minorías raciales se decidieron por esto último.
El bautizo del Klan estuvo rodeado de un aura de erudición y misterio; inicialmente alguien sugirió el nombre “Caballeros del Círculo” (Knigths of the Kuklos), puesto que la palabra “Kuklos”, que significa banda o círculo en griego, procedía de un pasaje de la “Descripción de Grecia”, de Pausanias; éste narraba cómo los focenses, en noches de luna llena, se teñían la piel de blanco, y después, vestidos con armaduras también blancas, atacaban a los habitantes de Tesalia, quienes creían que sus propios dioses los combatían.
Pero James Crowe, uno de los fundadores de la organización, sugirió dividir “Kuklos” en dos, cambiar la letra final por “x”, reforzar la palabra clan con “K”, y después pronunciar lentamente “las primeras palabras que jamás haya pronunciado lengua humana: Ku Klux Klan”. Inicialmente su estructura interna era simple; cada estado de los Estados Unidos donde operaba era designado como un reino gobernado por un Gran Dragón; cada distrito congresal era un dominio gobernado por un Gran Titán; cada condado era una provincia gobernada por un Gran Gigante; toda la zona donde el Klan tenía miembros se denominaba Imperio Invisible, y al Jefe Su premio se le dio el pomposo nombre de Gran Mago Imperial. A los subalternos los llamaron Hudras, Furias, Vampiros y Halcones Nocturnos.
Lo que dio al Klan un toque de respetabilidad y exclusividad fue el hecho de que sus principales jefes, como los grandes Dragones, Titanes y Gigantes, habían sido oficiales de alta graduación del Ejército Confederado. El Klan de la primera época solo tuvo cuatro años de existencia, pues el ex general Nathan Bredford, Gran Mago Imperial en 1869, vio que la organización que presidía ya no era un inocente club sino un sangriento monstruo que en pocos años de vida había linchado, mutilado y quemado miles de negros; ordenó su disolución pero para esa época el Klan se había extendido como un virus racista entre la clase media blanca de Alabama, Tenessee, Georgia e Indiana.
La ira de los blancos sureños, canalizada a través de las actividades y la filosofía del Klan, fundamentaba sus motivos en la Enmienda 13 de 1865, que garantizaba la emancipación de los negros; el sistema económico de los Estados del Sur, basado en el trabajo de los esclavos. Al decir del Klan, en su primera convención en Nashville en 1867, “el Supremo Hacedor ha intentado entregarnos un dominio sobre las otras razas pues los negros llevan ese sello de fatal inferioridad que les ha sido fijado y que irremediablemente los condena a una degradación e imperfección eternas”. Conceder a los negros libertos los derechos de ciudadanía norteamericana no era más que una violación a la Constitución y a la Providencia Divina; las aspiraciones de los negros al autogobierno, a la educación, a los matrimonios con blancos y a la igualdad de oportunidades eran una ofensa a la mentalidad blanca que el Klan se encargaba de castigar con el terrorismo, la tortura o el asesinato. El Klan se había autonombrado adalid de la moralidad pública, controlando las votaciones, los candidatos y los cargos oficiales. Cada día más norteamericanos se unían al Klan pensando que estaban comprometidos en una cruzada ética para limpiar sus comunidades de radicales, adúlteros, negros, contrabandistas y pederastas.
El Klan del siglo XX se inició como el sueño infantil e William Simmons, un hombre que tuvo un extraño oficio: fraternalista profesional. Pertenecía a la Masonería, a Los Caballeros Templarios, a Los Caballeros de Phytias y a Los Leñadores del Mundo; como miembro de tiempo completo y asalariado de las más insólitas sociedades secretas de su época, no le fue difícil revivir el viejo Klan, la obsesión de su infancia. El inicio de esta segunda época del Klan no tuvo la simpleza con que nació en el siglo pasado, sino que esta vez estuvo motivado por el lucro, la publicidad y la espectacularidad.
Fue necesario que el ambiente racista se envenenara previamente con un libro y una película, no aptos para mayores; el libro fue “The Klansman” (El hombre del Klan) de Thomas Dixon, un ministro bautista, en el que describía a los negros como bestias y al Klan como símbolo de los valores cristianos; y la película fue “El Nacimiento de una Nación” de D.W. Griffith, uno de los más grandes éxitos en la historia del cine. Sólo una mentalidad mágica como la de Simmons pondría originalidad y fantasía en el resurgimiento del Klan; hizo coincidir el estreno de esta película en Atlanta, Georgia, con la ceremonia de iniciación. En el crepúsculo del Día de Acción de Gracias de 1915 subió con 15 encapuchados a la Montaña de Piedra, al Este de esa ciudad, y sobre un altar colocó una bandera norteamericana, una Biblia abierta en el capítulo doce de la Epístola a los Romanos, una espada y una cantimplora con agua del río Chattahooche. El genio financiero de Simmons vendería después a 10 dólares el litro de esa “agua de iniciación”.
Simmons concibió una organización ilegal bien protegida por el Estado, con mucha promoción publicitaria y que fuera una amplia fuente de ingresos: pero decepcionado de la forma tan lenta como reclutaba nuevos miembros contrató a Edward Clarke y a Elizabeth Tayler, dos publicistas profesionales que idearon una campaña para crear una imagen del Klan como “representante de los ideales e instituciones americanas. la protección del hogar, la castidad del sexo femenino, el mantenimiento de los derechos del linaje y libertades de la raza anglosajona”: analizaron el temperamento de la nación y concluyeron que un severo anti-catolicismo era más vendible que un descarado racismo; identificaron a los negros, católicos, judíos, extranjeros y comunistas como enemigos del verdadero americanismo.
Simmons conservó la mítica jerarquía original pero inyectó más imaginación a su estructura interna; cada nuevo miembro pagaba 10 dólares klectoken (cuota de inscripción) al klabee (tesorero) en el Klavern local (logia) y su nombre era archivado por un kügrapp (secretario). Inventó un endiablado lenguaje secreto para la comunicación entre sus miembros, cambió los nombres tradicionales de los días de la semana para uso interno de la organización. y al lunes lo llamó Oscuro, al martes Mortal, Tenebroso al miércoles. Lúgubre al jueves, Desolado al viernes, Espantoso al sábado y Desesperado al Domingo: como si fuera poco estatuyó el Kloran como Biblia del Klan, el cual contiene una lista de delitos tales como falta de respeto al sexo femenino, traición, borrachera habitual de sus miembros y “envenenamiento de la sangre caucásica por cruce con otras razas”.
En 1925, seis millones de norteamericanos eran miembros del Klan, que por concepto de inscripción, compra de atavíos, Kloranes y “agua de iniciación” habían pagado 75 millones de dólares a la organización, de los que buena parte se embolsilló Simmons como “derechos de autor” por las vestiduras y ceremonias que supuestamente había inventado. En esa época el Ku Klux Klan estaba en todo su apogeo; era un fantástico negocio para sus líderes, se perfilaba corno único vocero de los “verdaderos americanos, protestantes anglosajones, cuya fe en Dios queda demostrada por su bienestar material”; era dueño de dos periódicos en Georgia, “La Cruz Ardiente” y “El Ciento por Ciento Americano”, y se daba el lujo de imponer senadores y gobernadores.
Había hecho sentir importantes a millones de norteamericanos de la clase media haciéndoles creer que el verdadero patriotismo se definía en términos de prosperidad material y odio racial; y quiso demostrarles que el éxito y el continuo progreso del país confirmaban el agradable sentimiento de que el pueblo norteamericano había sido elegido como socio del Señor para pacificar a la Humanidad, pues el anglosajón era el prototipo de la Historia. La pobreza de los inmigrantes y de los negros eran pruebas de insuficiente religiosidad, y la diferencia racial de éstos significaba que pertenecían a un orden biológico inferior.
En 1926 la lista de socios descendió de cinco millones a dos millones, y en los años treinta casi desapareció como fuerza política; por esa época sólo 35.000 miembros permanecieron fieles a la maltrecha ideología del Klan. Para 1939 Hiram Evans, un dentista de Texas, asumió la jefatura de la organización e inició un flirteo con el Partido Nazi Americano que casi termina en matrimonio. ya que los programas de Hitler atraían a la misma clase de gente que formaba el Klan. En 1944 ya no existía como agrupación nacional, pero el recaudador de Rentas Interiores presentó al Klan una cuenta de cobro de impuestos atrasados por más de medio millón de dólares, pues el gobierno ya no lo consideraba como una organización exenta de éstos sino como un grupo generador de dividendos. De sociedad secreta había pasado a sociedad anónima.
En los años sesenta el Klan fue el que con mayor violencia y sangre se opuso a la Ley de Derechos Civiles que garantizaba la igualdad de oportunidades para blancos y negros en la educación, los cargos públicos y las diversiones. No contento con dejar cruces flamígeras en los caminos y negros en la educación, los cargos públicos y las diversiones. No contento con dejar cruces flamígeras en los caminos y negros estrangulados en los bosques, el Klan moderno mostró la cara y se decidió a operar abiertamente repartiendo propaganda en las universidades, ganando adeptos entre la policía y concediendo entrevistas por televisión.
Hoy el Klan ha entrado en la era del computador y tiene registrados, en California, los nombres de sus opositores en todo el país; cuenta con un organismo parapolicíaco llamado KBI (Klan Bureau of Investigation), encargado de misiones especiales. Actualmente el Klan ya no solo es solo uno sino muchísimos clanes regados por toda la nación americana, que hablan la misma jerga secreta, practican con entera libertad sus principios y tienen razón social como cualquier empresa privada, entre los que se destacan “Klanes Originales del Sur, Incorporated” y “Klanes Unidos de América, Incorporated”, “Caballeros del Ku Klux Klan de Georgia, Incorporated” y “Klanes Unidos de América, Incorporated”. En marzo de 1979 la Corte de Apelaciones del estado de Nueva York concedió al Klan el derecho de que sus miembros sean guardianes de las prisiones de ese estado.
A pesar de la desacreditada imagen que hoy ofrece, de sus crímenes, de su intolerancia y de su confusión religiosa, el Klan cínicamente proclama sus principios “con orgullo racial basado en un irrevocable derecho del Altísimo”. Veintidós estados de Estados Unidos prohíben el uso de máscaras, a excepción del día de Halloween, por lo cual el misterio de sus ritos casi ha desaparecido, y actualmente el desfile de automóviles con sus miembros exhibiendo pancartas racistas son mucho más prosaicos. Ya nadie puede confundir un automóvil con un fantasma.