“Me gusta ser políticamente incómodo”, Miguel Bosé
Galo Martín
Miguel Bosé es muchas cosas: ambiguo, provocador, vanidoso y mucho más. Tiene un amor por el conocimiento que le hace huir de la simplificación y sumergirse en la profundidad de la cultura. Se mueve con naturalidad entre los géneros, dando la espalda a los estereotipos. Una posición desde la que oscila e incomoda a la clase que mueve los hilos.
Se asemeja a una matrioska en la que se libra un desafío. Allí se esconde Miguel, cabal, documentado y solidario. Un tipo normal con una familia fuera de lo establecido. Bosé, artista díscolo, inquieto y voraz, es la muñeca oscura que confronta a Miguel.
Un vendaval que les hace discrepar con violencia. Presente en la portada de su nuevo álbum, Amo, en la que se ve a un Bosé con melena engominada y maquillaje. Cuestión de actitud. No más.
¿Qué ama de Miguel Bosé?
Amo, la canción madre del disco, habla del conocimiento. Una oda al beneficio de seguir aprendiendo, cuestionarse y descubrir. Eso que tanto miedo da. Muchos piensan que hacer preguntas es delatarse. Y es lo que hay que hacer. Aprender es evolucionar, tener un criterio y ser un librepensador. En la portada se reflejan todos esos intereses. Y aparecen en varias capas.
En su canción Encanto dice “vértigo lento”, ¿este lo hace ponerse a salvo o le dan ganas de saltar?
El vértigo es una atracción hacia el vacío con el atractivo de que dan ganas de tirarte.
¿Cómo hace para que cualquier prenda arriesgada, como una falda de samurái, un pantalón fucsia o unos tacones le caigan bien?
[Ríe] Vamos a ver. Es cuestión de actitud, de naturalidad. Es decir, si te pones una prenda creyendo que tal vez parezca un disfraz, y tú, un payaso… En relación con la falda de samurái, en aquella época estaba sumergido en la estética manga, donde Bandido era un disco inspirado en el cómic. Acabas pareciéndote a lo que consumes. Uno también es lo que lee, lo que escucha. Y así, después de tres años, aparecí transformado con esa estética.
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¿Por qué se interpreta la coherencia como una provocación?
Existen provocadores porque hay un mercado que quiere ser provocado. Hay gente que necesita crear y crea objetos del deseo, pero muchas veces es ajeno a todo ello. Entonces, de pronto descubres que eres objeto del deseo y has sido bautizado como provocador, cuando, en el fondo, se trata de coherencia y naturalidad.
¿Cómo lleva esa dualidad de ser Bosé, el artista, y Miguel, el papá?
Y muchas otras cosas más. Es cuestión de agenda. Basta con saber el espacio que cada uno ocupa y necesita. Bosé toma el 97 % de mi vida. Miguel es un tipo que mantiene un perfil muy bajo, un tío muy normal, que vive en su casa, con sus hijos, su huerto, sus amigos y sus perros.
Bosé es todo lo contrario. Todo pasa por un cerrojo. Fuera de él, Miguel sabe, a disgusto, que nada más salir se le abren las puertas de un universo y agarra a velocidad extrema una existencia huracanada como la que tiene un creativo cuando su vida depende del lenguaje que ha desarrollado, en este caso, el de la música.
¿Qué pasa? Bosé sabe que sin la tierra de Miguel no hubiese podido llegar a tanto. Es Miguel quien le dice “ahora haces esto y lo otro, y ahora desapareces”. Y Miguel lo tiene que aguantar porque Bosé paga las facturas. No hay más remedio que convivir en el mismo cuerpo.
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¿Cómo escapar de los estereotipos, según Miguel Bosé?
Es algo natural. Simplemente uno es lo que es y crece con sus tiempos. Tengo necesidades, cuando las abordo y las he finiquitado, voy para adelante. Esa evolución hace que por lo general no puedas acabar en ningún estereotipo.
Con el signo del tiempo, con la música, mis ideas, mis principios y con esa coherencia en constante evolución y con mi contemporaneidad, hace que sea muy difícil que te encasillen.
¿Por qué cree que a muchos les gusta etiquetar todo, por ejemplo, la familia?
La tendencia es a simplificar las cosas. Vamos a ver: el rojo es rojo. Pero está el bermellón, el carmín, el granate. Para llegar a esto se necesita más conocimiento, y la gente no está dispuesta a eso. Lo mismo ocurre con la familia.
La familia es un hombre, una mujer y su descendencia. No, una familia es un equipo. Tengo montones de familias. Una de veinte perros de la que soy el alfa. Una de la carretera en la que somos ciento veinte. Y actúo como un soldado o un líder, cuando hay que serlo. Es mi familia del alma. Tengo mi familia de producción. Tengo mi familia-familia. Todas son reales. Hoy una familia tiene muchas formas y debe tener el derecho a ello, porque la familia es amor.
Las desgracias, hipocresías y mentiras en la mayoría de las familias “tradicionales” son inmensas, cosa que no ocurre en la mayoría de las nuevas familias. Uno puede y tiene el derecho de crearse una familia fuera de lo establecido. Debe estar legislado y no contaminado por presiones anacrónicas o una ética política.
¿Qué le da más miedo: una pregunta de sus hijos o que no tenga respuesta que darles?
Siempre les contaré la verdad y eso siempre será la mejor respuesta.
Los chicos no lloran (décimo álbum de Bosé) me recuerda al libro Los tipos duros no bailan, de Norman Mailer, ¿por qué hay que ser muy hombre para llorar y para bailar?
Es por culpa de esa tóxica educación judeo-católica que arrastramos. En la dictadura española un hombre no podía ponerse una camiseta roja o amarilla. En los sesenta, el azul marino era el color más atrevido que se podía ver.
Los chicos no solo lloran, sino que los hombres más hombres lloran porque ahí donde se quiebran aparecen las cosas que las mujeres aman y las hacen transformarse en madres: la ternura. Los hombres tienen que bailar si les apetece. Si eres hombre y ni lloras ni bailas, y otras cosas, es como decir que si eres mujer, a la casa y a la cocina.
¿Es más soberbio o incómodo?
Soberbio es “torero” (en referencia a Dominguín, apellido paterno) e incómodo es Bosé. Me gusta ser políticamente incómodo, y mucho. Es algo que deberíamos ser todos los ciudadanos. Elegimos gente que nos representa y gestiona nuestras pecunias públicas y cuando no lo hagan tenemos que incomodarlos. Nadie nos puede quitar el derecho a protestar, a subrayar lo que no está en sintonía con nosotros.
¿Bosé, además de músico, qué es?
Muchas cosas porque mi vida son muchos intereses. Mi gran pasión desde niño es la biología marina. Quise estudiarla y no pude porque no di la talla en matemáticas y me pasé a las letras. En tres ocasiones he estado a punto de dejar la música por embarcarme y estudiar, y documentar los mares y los océanos, signos de profundidad. Soy buzo, con el certificado de Padi profesional. También soy conocido como el cocinero de la casa. Soy padre. Soy buen amigo. Soy activo y activista. Seguro que soy más cosas, pero no tengo memoria.
¿Qué le gustaría hacer que aún no ha hecho?
Dar la vuelta al mundo en velero y pararme en los lugares más bellos para poder hacer inmersiones.
Publicado originalmente en Revista Diners Ed. 536 de noviembre de 2014