“Las mujeres que visten de negro viven vidas de colores”, Ángel Yáñez

No siempre el negro fue elegancia. El diseñador Ángel Yáñez explora la historia del negro y lo que significa hoy para el mundo de la moda.
 
“Las mujeres que visten de negro viven vidas de colores”, Ángel Yáñez
Foto: Unslash/ C.C. BY 0.0
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Ángel Yáñez

Publicado originalmente en Revista Diners Ed. 536 de noviembre de 2014

A lo largo de la historia, la humanidad parece haber desarrollado una visión negativa del color negro y lo ha clasificado así, dándole un carácter asociado a lo oscuro, lo malo y hasta lo tenebroso, para no entrar en la discusión sobre el negro como ausencia de color, tema que daría para otra columna.

Consultando estudiosos confirmé que Federico Nietzsche, el padre del nihilismo, en su Genealogía de la moral explica la asociación histórica de negro con lo negativo, de allí provienen también el racismo y otras formas odiosas de interpretación de la realidad que terminan siendo regla y verdad.

Con la moda no ha sido distinto. Salvo algunos referentes de la nobleza española en el siglo XVI, que lograron influenciar a las altas cortes del resto de Europa –sobre todo a la holandesa del siglo XVII–, no es posible apreciar otros ejemplos de la utilización del negro asociado a la elegancia y, en cualquier caso, este se usaba más como fondo para resaltar el blanco de los puños y los cuellos tipo gorguera y de encaje.

Más tarde, en el siglo XIX, se empezó a popularizar el negro de Sedán o de Mountaban, pero aún con un enfoque discriminatorio y peyorativo, al hacerlo exclusivo de las prendas masculinas y de las mujeres de la servidumbre, empezando luego a desarrollarse su uso para las ceremonias fúnebres y el luto.

Hasta que, finalmente, con el gran siglo XX apareció la legendaria Coco Chanel, quien prendería la revolución con su petite robe noir o little black dress, atreviéndose a hacer alta costura en negro para las mujeres, regla que se afianzó con sus también revolucionarios pantalones negros, que alcanzarían una versión exquisita en manos de Yves Saint-Laurent.

Ángel Yañez

Foto: David Rugeles.


Este simbolismo positivo, promovido desde la moda, ha calado de tal manera en la cultura contemporánea, que la expresión “the new black” es de uso generalizado para referirse a nuevas tendencias, desbordando el uso inicial para temas fashionistas.

En América Latina se llegó al radicalismo con el vestido negro de paños pesados, que se usaba igual para el aniversario empresarial, la gala de noche, el luto o la entrevista de trabajo.

Un exceso que, rápida y afortunadamente, se superó, con personificaciones discretamente elegantes del vestir negro como la de Gloria Valencia de Castaño, a quien podemos recordar con el uso de sutiles accesorios como un detalle de joyería estratégicamente ubicado en el ajuar, siguiendo de esa manera bellísima los dictados de Saint-Laurent y Karl Lagerfeld, para lograr establecer la premisa a partir de la cual hoy en día en Colombia y el resto del mundo el negro es característico de exquisitez. Tal vez por eso Neiman-Marcus dijo: Las mujeres que visten de negro viven vidas de colores.

En mis inicios como diseñador compartí mi tiempo de ocio con un personaje a quien admiraba y seguiré admirando: Susanita de Goenaga, también conocida como Madame Crepé, quien esporádicamente trabajó para Dior.

Creo que fue para ese momento cuando empezó mi idilio con el negro y la elegancia. Y con la noche, que ha sido típicamente asociada a lo oscuro, y en todo caso, a lo negro con un enfoque tétrico. De la noche también puede decirse que en la modernidad obtuvo su reivindicación, muy seguramente de la mano del avance tecnológico de la energía eléctrica.

Así que, desde un breve vistazo a la evolución del negro a través de la moda, encontramos tanta importancia de esta que, por momentos, podemos equipararla a la tecnología como un impulso en el desarrollo de la cultura y de la sociedad.

Fijémonos nuevamente en el negro y la reciente tendencia en arquitectura de casas y edificios con sus fachadas oscuras y negras.

A mí, sin ir más lejos, hasta me gusta pensar que fui, y sigo siendo, una oveja negra.

         

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