“Luis Carlos Galán, el amigo”, por Consuelo Mendoza

Consuelo Mendoza
Desde que se fundó el Nuevo Liberalismo estuvo con él. Fue, pues, nuestro líder. Pero también, y ante todo, el amigo. Galán era para nosotros Luis Carlos.
No recuerdo cuándo lo encontramos por primera vez. ¿Fue en el CPB? Quizás, cuando allí asistían a las asambleas Enriquito Santos, Daniel Samper, Pilar Tafur, Alfonso Castellanos y Tulia Eugenia, Ofelia de Wills, Rosita Mora, Sylvia Jaramillo, Nhora Parra, Gloria Pachón. Gloria era tan amiga de Galán como las demás colegas de El Tiempo, pero luego resultó poniéndose súbitamente colorada cuando le hablaban de Luis Carlos, y las del “combo” empezaron a sospechar, por ciertos mensajes enviados por él durante las giras periodísticas, que allí había algo más que amistad.
La historia de Luis Carlos Galán
Poco después Gloria se convertiría en su esposa y luego en la señora del ministro, del diplomático y del político que fue Luis Carlos. Sin abandonar nunca su profesión, pero sin dejar tampoco de ser la compañera de luchas. Gloria fue para él la acertada consejera, la colaboradora eficaz de la formación de ese movimiento que en un principio tuvo que abrirse paso contra las olas de la política colombiana hasta imponer la honestidad de sus ideales.
Constituyeron Luis Carlos y Gloria un equipo sólido, el cual complementaban tres “copartidarios” de muy corta edad: Juan Manuel, Claudio Mario y Carlos Fernando. Desde pequeños los niños acompañaron a Luis Carlos y a Gloria en la mayoría de las giras, que ellos finalizaban durmiendo plácidamente en el regazo de su mamá o en el hombro del líder liberal, mientras éste escuchaba pacientemente a un seguidor charlatán. Así los vimos en las diversas correrías programadas en Boyacá.
Galán en caravanas
Germán Riaño, mi marido, fue el organizador del Nuevo Liberalismo en ese departamento y por eso estuvimos con Luis Carlos en entusiastas caravanas dominicales que arrancaban desde Tunja y llegaban hasta Sogamoso. Interminables filas de automóviles con las banderas y la imagen del líder surcaban la carretera a través de las verdes colinas donde hasta el campesino con dientes de oro salía a su encuentro.
A veces el carro detenía la marcha y él se subía en una camioneta destapada a pesar de la protesta o de las precauciones de la gente de la comitiva. Montaba a caballo o en burro o en un destartalado jeep y se le notaba la cara de complacencia al ver el entusiasmo franco y claro de sus seguidores.
Le ofrecían trago y no lo rechazaba. Era un artista un artista para disimular que no lo tomaba. Una vez en Paipa solicitó miel pues venía ronco de recibir viento frío en la plaza de Duitama, donde se había dirigido a los transportadores.
Alguien dijo: “Miel para el doctor Galán”, y se la trajeron, pero en una botella de ron. Tuvo que tomar el contenido espeso a pico de botella y esperar pacientemente a que le descendiera, mientras algunos en el balcón donde se encontraba lo miraban atónitos.
El fervor que despertó Galán
La gente profesaba por él un fervor especial. En esa misma oportunidad la manifestación estaba programada para las once de la mañana, pero una orden del coordinador nacional de las giras trastornó todo. La avioneta que debía traerlo llegó al aeropuerto de Paipa sólo con el piloto a bordo, y avisó que Galán venía por tierra.
Los voladores se apagaron con los dedos, los caballos relincharon para dar media vuelta, y los manifestantes, gritando “ni un paso atrás”, salieron corriendo hacia la plaza. Luis Carlos llegó a las 5 de la tarde a Paipa y la gente continuaba allí, paciente, esperándolo.
En la plaza pública o en el recinto encerrado, en el momento que su sonora y bien timbrada voz se escuchaba a través de los parlantes arrancaba entusiastas ovaciones. Admirabamos en él su capacidad de oratoria, los recursos para lograr en una maratónica gira de un día pronunciar un discurso diferente en cinco poblaciones.
El temple de un colombiano echado pa’ lante
Jamás dijo “Estoy cansado” ni se negó recibir a la gente que solicitaba su audiencia. Alguna vez la cita se llevó a cabo en una antigua y desvencijada casa de un pueblo. El sitio para recibirlo fue la alcoba principal de los anfitriones.
En una vieja cama se sentaron Galán y los dirigentes políticos de la región a exponerle sus inquietudes, pero estas quedaron truncas porque las tablas de la cama cedieron y los dirigentes y el candidato presidencial quedaron sembrados en el suelo.
Galán era ese ser especial puro y transparente, honesto en sus convicciones… con algo que es difícil lograr en el dirigente político: ángel. Sí, él tenía ángel, que fascinaba a sus seguidores, enloquecía a las muchachas y encarnaba hasta a los apáticos.
Entre la intimidad de Galán
Muchas veces estuvimos reunidos en casa de los amigos: donde Daniel Samper, donde Nohora Parra, en casa de María Mercedes Carranza, donde Alfonso Castellanos y en la grata finca de Ofelia Wills en Subachoque.
Comentábamos de las giras, le gustaba oír los chistes y los cuentos que de ellas salían y les ponía la pimienta de su gran sentido del humor. En una oportunidad, en casa de María Lucía su hermana, donde María Teresa Mendoza estaba tocando el cuatro y cantando coplas, Luis Carlos se quedó hasta las dos de la mañana. Se sabía muchas coplas pero no las quiso cantar, alegando que tenía mal oído. En cambio, era un excelente bailarín.
Un tipo tímido y bastante querido
Analítico, estudioso, seguro de sí mismo, siempre muy documentado para no fallar en sus apreciaciones, lector infatigable, inclusive en el avión o en el automóvil, Theilard de Chardin era uno de sus autores favoritos, gran conocedor de la historia e interesado desde muy niño en la política (se inició en ella asistiendo a las tertulias que su padre organizaba), Luis Carlos Galán podría parecer, para ciertas personas, como un personaje trascendental, muy serio.
Pero en confianza desaparecía su figura de prócer de plaza pública, y esa encantadora timidez que lo caracterizaba, escuchaba con picardía los chismes zanahorios sobre sus amigos y les sacaba partido a los comentarios “malosos” que Daniel pudiera hacer alrededor de estos.
Hombre de familia
Excelente miembro de familia, amigo de su padre (lo llamaba diariamente) y de sus hermanos, que siempre lo acompañaron muy discretamente en la política (no faltaban a ningún banquete), Luis Carlos era amante de la vida familiar y aprovechaba para estar con sus hijos el mayor tiempo Posible. Asistía a todas las reuniones de padres de familia en el Instituto Pedagógico y salía con los niños a jugar futbol o a la ciclovía (otra de sus pasiones), cuando el peligro todavía no acechaba.
La última vez que lo vimos, quién lo creyera, fue en un coctel organizado por una de sus seguidoras, Alegría Fonseca, para presentar uno de sus libros ecológicos, tema que a Galán le preocupaba.
Y hace tan solo dos meses estuvo en la sala de juntas de Diners, invitado por esta revista y R.C.N., después de publicado el resultado de la encuesta que sobre los políticos hicimos entre la juventud.
Sentamos allí a Diego Montaña, Rodrigo Lloreda, Alvaro Gómez y a Luis Carlos, que en esta encuesta había desaparecido, como en todas las encuestas que se venían realizando, en el primer lugar. Discreto, sincero, “sin dárselas”, Galán comentó en aquella ocasión que la juventud era la franja que había que tener en cuenta, pues allí se encontraba lo más promisorio del futuro del país:
“Están ahí los mejores niveles de escolaridad del país, aunque también los guerrilleros, el mayor número de desempleados y los sicarios”. ¿Cómo íbamos a suponer entonces, que precisamente un sicario iba a derribar, aquella fatídica noche del 18 de agosto, la mayor esperanza de las futuras generaciones, lo más claro y limpio que había en el porvenir?
Un recuerdo que sigue vigente
Mientras un nudo indesatable nos oprime la garganta, muchos recuerdos nos pasan por la mente. Entre estos surge el que se refiere a la pregunta que le hicieron poco antes de su muerte: ¿Qué pasa si Luis Carlos Galán no llega a ser presidente, no en el 90, sino nunca?”, y él respondía: “Yo me guío por el ejemplo de Uribe Uribe y de Gaitán, que nunca llegaron a ser presidentes de la República pero dejaron una huella profunda en la sociedad, y me parece esta una meta más significativa que la otra”.
Y la frase pronunciada hace algunos años cuando el ministro de justicia, Rodrigo Lara, acababa de denunciar un complot para asesinarlo. Luis Carlos Galán comentó entonces: “Todo va muy bien. Sólo que yo quiero ser presidente, no mártir”.
También le puede interesar: Cuando Luis Carlos Galán eligió entre el periodismo y la política
Este artículo fue publicado originalmente en Revista DinersNo. 234 de septiembre de 1989.