Así es vivir padeciendo a Bogotá, según Adolfo Zableh
Adolfo Zableh
En Bogotá, la Av. Boyacá -a norte y sur- es un desastre por los múltiples huecos en la vía, las construcciones son de nunca acabar. La 68 no se salva y ni hablemos de los cuello de botella en los puentes de Las Américas. A esto súmele los múltiples atracos en Galerías y la calle 85, famosos por sus bares y rumbiaderos, en donde la gente tiene que salir en parche para que no la escopolaminen o le echen la famosa burundanga.
Esto es vivir en Bogotá, una capital que se transforma y quiere salir adelante pero parece tener una carga pesada que no la deja evolucionar. Cuenta de esto es la crónica de Adolfo Zableh, quien denota en sus palabras las promesas de seguridad de todos los alcaldes y políticos de turno que hay en el país.
¿Hasta cuándo seguiremos así?
En 2011 trabajaba de planta en El Tiempo y me encargaron hacer los perfiles de los candidatos a la Alcaldía de Bogotá. Debía pasar con ellos un día entero, pretender que no estaba ahí estando y sacar un semblante: sus rutinas, sus propuestas, su forma de tratar a la gente, etc.
La política no es mi fuerte, pero algo sé de leer a la gente, y la verdad es que después de gastar un día entero, en algunos casos dos, con cuatro de los cinco candidatos, quedé perdido, no sabía con quién había estado.
Todos sonaban a una mezcla entre Gandhi y Winston Churchill, estadistas de primer nivel que iban a cambiar esta ciudad de una vez y por todas luego de más de cuatro siglos de malas administraciones.
Hablaban de vías, de seguridad, de educación, de fomento a la industria y de empleo como si guardaran en sus bolsillos el secreto no revelado para sacar a la ciudad adelante. Al final de mi tarea no sabía yo por quién votar, no por malos, sino porque todos me parecían buenísimos.
Entre palabras y elecciones políticas
Pues vaya uno a saber qué pasa entre las elecciones y la ejecución del mandato, porque es andar por las calles de la capital para darse cuenta de que esta vaina no funciona, y no hay que ser experto en política para notarlo.
No soy bogotano pero aquí me hice (a las patadas, como la ciudad misma). Cuando llegué en los 90, no había noción del espacio público, los carros parqueaban sobre los andenes y uno tenía que zigzaguearlos.
La Caracas era una troncal llena puyas en los separadores y buses chimenea donde atracaban a cualquier hora, y las cebras eran unas rayas pintadas sobre la calle que nadie respetaba.
Y eso por hablar de cuestiones estéticas y funcionales, porque ni idea cómo era el tema en educación pública, reparto de presupuesto, impuestos y demás.
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Mockus y Peñalosa ayudaron a Bogotá
Pero llegaron Mockus y Peñalosa y todo cambió (habla el ciudadano, no el inexperto en política). Andenes, ciclorutas, espacio público, carros cediéndole la vía al peatón, TransMilenio (que hoy tiene sus problemas pero en su momento fue una solución).
Más allá de los bolardos, sentía uno que en diez años la ciudad había pasado de ser una metrópolis desordenada a una capital que se abría paso al futuro y que lo único que podía era mejorar.
Pero no fue tan así
En los diez años siguientes empeoró, y de qué manera. No es cuestión de decir que los del izquierda acabaron con Bogotá porque yo creo que la gente está por encima de los partidos. Pero luego de Garzón, Moreno y Petro, se siente uno en la Bogotá de los 90, solo que ahora hay peor tráfico, más basuras y se roban 610.000 celulares al año (más de uno por minuto).
Pensamos que Claudia era diferente
Se supone que Claudia López, que es de una corriente diferente a los tres Alcaldes antes mencionados y además está encargada, así que supone uno que va a tratar de hacer las cosas a su manera pero es poco lo que va a alcanzar a resolver porque tiempo es lo que no tiene.
Es una apaga incendios, y eso no trae cosas buenas. Llevamos años soportando mandatos inconclusos, alcaldes empapelados y obras que se ejecutan, pero no.
Mientras el Consejo de Estado suspendió la ejecución del POT, por ejemplo, Petro afirma que era el más avanzado de Latinoamérica y el Secretario de Planeación asegura que con su caída la ciudad quedó paralizada (¿no lo estaba ya?).
Todos ellos pueden decir misa, que lo que hay aquí es un juego de intrigas que afecta a los ciudadanos que votamos pero no administramos.
Porque es que en teoría la gente que ha gobernado a Bogotá fue elegida por nosotros, pero vaya uno a saber quiénes son esos señores y señoras son unos cuando están en campaña y otros cuando entran al Palacio Liévano. A mí no me representan, y seguro a usted tampoco.
El artículo Entre la cultura y el cambio, así es vivir padeciendo a Bogotá fue publicado en Revista Diners de mayo 2014
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