La historia secreta de Vietnam, de invadido a invasor
Gabriel Iriarte
El artículo Vietnam, el territorio invadido que ahora es invasor fue publicado originalmente en la edición 161 de Revista Diners, agosto de 1983
El 30 de abril de 1975 ondeó por primera vez, sobre el Palacio Presidencial de Saigón, la bandera de franjas azul y roja con una estrella dorada en el centro que durante años izaron los soldados del Frente de Liberación de Viet Nam en las aldeas o en campamentos ocultos.
Aquel día una columna de tanques y camiones avanzó por la avenida Independencia entre una multitud que corría aclamando a los combatientes victoriosos. Cuando la formación llegó frente al Palacio, los primeros tanques embistieron contra las rejas, las derribaron, pasaron por encima del amplio óvalo de césped de los jardines y enfilaron sus cañones contra la vetusta fachada.
En los vacíos y desolados salones retumbaron los disparos y luego los gritos de júbilo de la muchedumbre. El último gobierno con apoyo norteamericano en el Sur de Vietnam se había desplomado irreductiblemente.
Vietnam desde los ojos de los estadounidenses
Al otro lado del mundo, Times Square permanecía sola, silenciosa y fría. En el concurrido centro de Nueva York, a diferencia de lo ocurrido cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, pesaba el aire de la derrota, la impotencia y la desconfianza.
El pueblo de un país eminentemente campesino, pequeño y atrasado, propinaba así una de las más grandes derrotas a Estados Unidos, una gran potencia mundial armada con una más poderosas y apocalípticas maquinarias de guerra, culminando un arduo y prolongado conflicto de 35 años que lo enfrentó sucesivamente, con franceses, japoneses y norteamericanos.
Una emisora proclamó: “Un minuto histórico de tal importancia no se produce dos veces en mil años”.
Parecía evocar el milenario transcurso de Viet Nam, pródigo en alzamientos y rebeliones populares. Vietnam, que significa “Sur Lejano”, también fue conocido como An Am, que quiere decir “Sur Pacífico”. Pero nombrada como tierra de paz, parecía no haber conocido nunca el reposo a lo largo de sus cuatro mil años de ancestro.
Bravías sublevaciones
Una pródiga civilización de bronce floreció en su suelo 400 años antes de nuestra era, asentando las tribus “mois” y “siameses” y más tarde a la de los ‘anamitas’. Estas sufrieron durante un siglo la anexión por parte del imperio chino, el que se desgastó sofocando bravías y legendarias sublevaciones, las más famosas de las cuales encabezaron las hermanas Troung y Lai Bon.
Viet Nam, sin embargo, fue signado por la rica cultura del vasto imperio oriental. Su pueblo aprendió desde las máximas de Confucio hasta a domeñar las aguas y drenar los pantanos del brioso río Rojo. Pero, ansiosos de libertad, los vietnamitas aprovecharon finalmente el derrumbe de la dinastía Tang en China y, en el ario 939 antes de nuestra era, consiguieron una cierta autonomía.
Por más de nueve siglos las dinastías vietnamitas continuarán tributando a China. Aproximadamente por 1285, la dinastía china mongol quiso poseer todo el sur asiático y de nuevo arremetió contra Vietnam con más de 300.000 soldados.
Tras largos años de enconadas batallas, los vietnamitas, capitaneados por el general Tran Hung Dao, barrieron a los intrusos. Un siglo más tarde —de 1406 a 1427— la dinastía china Ming volvió a soñar imponer un control de hierro a las tributaciones de Vietnam y, una vez más, tomó el camino de su derrota y marchó al sur con un ejército de 400.000 hombres.
Las indoblegables formaciones vietnamitas contuvieron de nuevo a los chinos, acaudillados por Le Leoi y Nguyen Trai, y ratificaron la soberanía sobre sus montañas y llanuras. Ningún emperador extranjero intentó después apoderarse de Vietnam.
El Viet Nam que no conocía
A finales del siglo XVI, el reino de Champas, con el cual había confraternizado por largo tiempo Viet Nam, entró en colapso y Vietnam lo tomó definitivamente. Su autoridad política comenzó entonces a dividirse más profundamente. Vinieron intensas disputas entre las más poderosas familias y, en ese preciso instante, siglo XVI, desembarcaron las avanzadas de los imperios de Occidente.
Comerciantes y misioneros de Portugal, Inglaterra, Francia, Alemania y Japón, se disputaron la supremacía por establecerse. Sacando tajada de las disensiones internas, Francia cooperó, a cambio de ciertos privilegios comerciales para Luis XVI, en proclamar a Gia Long emperador de Vietnam en 1802.
Reunificado su territorio. Long estableció un protectorado común sobre Camboya, con Siam, y sobre grupos laosianos. El hostigamiento a misioneros católicos provocó una intervención francesa y una acción naval americana en 1845. En 1884 Francia consiguió la capitulación de la dinastía Nguyen, la que transigió y se sometió a un protectorado francés que controlaba el país e injería en la designación de los emperadores.
Versalles implantó desembozadamente el régimen colonialista y nombró un gobernador general para Indochina, término impreciso que se acuñó para señalar el territorio que comprenden Vietnam, Laos y Camboya, por su cuna india y china. Pronto Indochina se convirtió en la colonia que mayores riquezas aportaba a los caudales de los potentados de París.
Y desde aquel momento Viet Nam pasó a ser un país colonial en el que imperaban las más atrasadas y feudales formas de producción en el campo.
Ho Chi Minh, sí el que usted conoce
En 1885 estalló la “revuelta de los letrados”, primer sacudón vietnamita contra la presencia francesa. En ella participó un culto mandarín, Nguyen Sinh Huy, padre de aquel a quien años más tarde todo el mundo conocería como Ho Chi Minh, que significa “el que ilumina”.
Desde los inicios de nuestra era hasta el siglo XVIII, Vietnam sotuvo más de veinte grandes guerras de envergadura nacional en defensa de su soberanía. Finalmente, la existencia de una clase obrera vietnamita y la influencia de las doctrinas leninistas, difundidas por todo el mundo a raíz de la Revolución de Octubre en Rusia en 1917, modificaron las concepciones que los insurgentes tenían de cómo luchar por su independencia.
Un gallo se va, un águila lo reemplaza
Ho Chi Minh arribó a Moscú en 1924, dos días después de que muere Lenin, cuyos escritos había ya descubierto en la penumbra de los hoteles de Paris, en pleno corazón de la Francia que tanto detestaba. El signado para alumbrar, escribió entonces:
“Lenin es la estrella luminosa que nos muestra el camino”.
En 1924, luego de permanecer 13 años en Europa, Ho Chi Minh regresó a su patria y la encontró convulsionada por los levantamientos y las huelgas. En 1930 unificó a tres de las más importantes organizaciones de izquierda y creó el Partido Comunista de Indochina, más tarde conocido como Partido de los Trabajadores de Vietnam, y llamó a formar “un amplio frente nacional con los obreros, los campesinos, la pequeña burguesía, la burguesía nacional y los terratenientes patriotas”.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Francia fue ocupada por las divisiones de Hitler. Aprovechando esta situación, Japón se hizo a Indochina. Desde 1940, los vietnamitas se sublevaron contra la presencia francesa y japonesa y, el 13 de octubre de ese año, los insumisos de Bac Son se transformaron en la primera unidad guerrillera de Vietnam.
Las jugadas de Ho Chi Minh
El 13 de agosto de 1945, Ho Chi Minh dio la orden de insurrección y el 2 de septiembre, en Hanoi, leyó una Declaración de Independencia, quebrantando la dominación de una Francia agonizante y de un Japón aniquilado.
Pero dos meses antes, en julio de 1945, en la Conferencia de Potsdam, se autorizó la intervención de las tropas británicas y de las de chiang Kai-shek en Vietnam, en auxilio de Francia. Para ganar tiempo, Ho Chi Minh firmó un tratado de “modus vivendi” con París, en septiembre de 1946, previendo que debía retornar con sus fuerzas al campo y preparar la resistencia, abandonando las ciudades conquistadas.
Mientras tanto Francia recibía el nuevo aliento norteamericano —una ayuda militar cercana a los 3.000 millones de dólares—por medio del Plan Marshall. En Washington dar la desazón ante el triunfo de los comunistas en China. En mayo de 1950, opinando sobre el estado de cosas en Indochina, John Foster Dulles dijo que sería necesario “arriesgar una guerra”.
Para agregarle a la novela de Vietnam
En marzo de 1951 se reúne secretamente la primera conferencia vietnamo-khmer-laosiana, que fija la alianza de distintas fuerzas políticas, económicas y hasta religiosas a las que las une un solo deseo: expulsar a los franceses. Francia, con la asesoría de expertos norteamericanos, prepara el Plan Navarrete, que garantiza pasar a la ofensiva en 18 meses en Indochina. Desde 1953 los franceses se encontraban empantanados en un llamado “plan de ocupación y limpieza”.
En noviembre de 1953 el general Navarre se fortifica con más de 5.000 soldados en Dien Bien Phu. Recorriendo miles de senderos, transportando pesados cañones en bicicletas y en carretas tiradas por búfalos, los vietnamitas cayeron sobre la trampa tendida por Navarre.
Después de 55 días y 55 noches de asedio, el 7 de mayo de 1954 la fortaleza francesa se desmorona. Más de 16.000 soldados franceses mueren o son capturados. Y el sueño francés de dominar a Indochina también fue sepultado.
Francia se retira de Vietnam
Al cabo de 75 días de discusión, Francia cayó también en otro campo de batalla, la Conferencia de Ginebra. Allí se comprometió a retirarse de Vietnam, Laos y Camboya y a respetar la independencia, soberanía e integridad territorial de los tres países.
En los acuerdos se concertaron unas elecciones libres para reunificar pacíficamente a Vietnam, transitoriamente dividido. Estados Unidos se negó a ratificar los documentos, pero su delegado leyó una declaración en la que prometía “se abstendrían de la amenaza o empleo de la fuerza para estorbar” la realización de lo firmado. A los pocos días, el Consejo de Seguridad Nacional de la administración Eisenhower consideró los acuerdos de Ginebra “desastrosos” y resolvió “impedir la victoria comunista en las elecciones” de Vietnam.
“A esos que llamo amigos”
Estados Unidos apuntaló en el Palacio Presidencial de Saigón a un egresado de la Universidad de Michigan, Ngo Dinh Diem asesorado por 20 eminencias norteamericanas. Foster Dulles, Kissinger de la época, consiguió armar la SEATO (Organización del Tratado de Asia Suroriental) con apenas tres gobiernos amigos de aquella zona asiática, para brindarle solidaridad al “gobierno nacionalista” de Diem.
Los franceses, abocados también a enfrentarse a la rebelión en Argelia, se retiraron de Viet Nam del Sur tres meses antes del 21 de julio de 1956, fecha limité estipulada para celebrare el feréndum de unificación, con lo cual la aplicación de lo pactado en Ginebra se hizo gaseoso.
Diem, un buen amigo de John F. Kennedy y del cardenal Spellman, pagaba mientras tanto astrólogos que elaboraran funestas predicciones para los comunistas y felices presagios para su régimen. El mismo Diem vaticinaba que la Virgen María había retirado su protección sobre el Norte de Viet Nam y que, por lo tanto, sobre aquel lugar lloverían bombas atómicas.
El primero de noviembre de 1966, después de una serie infructuosa de golpes palaciegos, Diem es depuesto por sus generales y asesinado en el interior de un vehículo blindado. El futuro de sus sucesores seria semejante al suyo y Saigón no conocería un solo gobierno estable.
El buen samaritano
“Hace más de cien años, Ralph Waldo Emerson observó que cada nación cree que la Divina Providencia tiene una bondad secreta hacia ella. Un siglo después los norteamericanos tuvieron todas las razones para albergar esta creencia en lo más profundo de su ser”, escribió el historiador William Miller por 1958.
El 29 de diciembre de 1967, el arzobispo de Nueva York, cardenal Spellman, al abandonar Saigón dijo: “Toda solución que no sea la victoria es inconcebible… Esta guerra la hacemos, según pienso, para defender la civilización; Estados Unidos es el samaritano de todas las naciones”.
Que recuerden los cronistas políticos estadinenses, una de las primeras declaraciones para comprometerse en una cruzada a favor de “la civilización”, fue soltada por Roosevelt, en 1943, al sugerir que Indochina se debía transformar en una administración bajo el fideicomiso de las cuatro potencias.
Según Marcus G. Raskin y Bernard B. Fall, “ El compromiso… de los Estados Unidos en Vietnam empezó con la caída del régimen nacionalista chino en el continente, en 1949… la llegada de los comunistas chinos a la frontera vietnamita cambió radicalmente las dimensiones del problema para ambos lados”.
La típica discusión sobre los comunistas
“Después de que los comunistas se hicieron con el poder en Pekín, los ingleses, los franceses y nosotros nos consultamos respecto a esta situación y llegamos a la conclusión de que la seguridad del sudoeste asiático revestía un interés vital para el mundo libre”, declaró Dean Rusk.
Vale recordar el espaldarazo que dio Roosevelt en la Conferencia de Potsdam para que Inglaterra interviniera con sus soldados en Indochina auxiliando a Francia. Estados Unidos no cejó en mantener a Francia en Vietnam, estrategia que Roosevelt le confirmó personalmente a De Gaulle en Washington, según confesó en sus memorias el general francés.
En julio de 1949, el Departamento de Estado norteamericano analizó con preocupación la derrota de Chiang Kaí-shek en China y nombró al embajador plenipotenciario Philip Jessup presidente del comité secreto para sopesar el problema.
El 18 de julio, Dean Acheson envió a Jessup un memorando: “…sírvase tener como su presupuesto que es una decisión fundamental de la política norteamericana el que los Estados Unidos no están dispuestos a permitir una mayor extensión del dominio comunista sobre el continente de Asia o en el área del sureste asiático…”. Francia , asolada y con los bolsillos al revés, vislumbró que su mayor apoyo estaba en las boyantes arcas de Washington.
Truman show, el de verdad
En enero de 1953, Truman afirmó que los Estados Unidos estaban pagando la mitad de la guerra en Indochina. “¿Por qué están los Estados Unidos gastando cientos de millones de dólares en apoyo a las fuerzas de la Unión Francesa en la lucha contra el comunismo?”, preguntaba Richard Nixon en diciembre de 1953.
“La pérdida de todo Vietnam— escribió Eisenhower en sus memorias— junto con Laos en el oeste y Camboya en el suroeste, habría significado la entrega de millones a la esclavitud comunista. Desde el punto de vista material, hubiera llevado a la pérdida de depósitos invaluables de estaño y de depósitos prodigiosos de caucho y arroz”.
Para una nación que por el periodo 1956-1960 estaba importando más de la mitad de todos sus metales requeridos (Ver Resources in America’s Future) de yacimientos en su inmensa mayoría ubicados en el Tercer Mundo, no podía existir la menor vacilación en ponerse a la cabeza de la filantropía mundial.
“Paz y neutralidad”
Pero las primeras muestras de altruismo se derrumbaron en Diem Bien Phu. “Era casi imposible —escribió más tarde Eisenhower en Mandate for Change— lograr que el campesino vietnamita medio se diera cuenta de que los franceses, bajo cuya dominación había vivido su pueblo por más de 80 años, estaban luchando en realidad por la causa de la libertad, mientras el Vietminh, un pueblo de sus propios orígenes étnicos, estaba luchando en favor de la esclavitud”.
En palabras de De Gaulle: “…el pueblo, cualquiera que pueda ser su opinión del comunismo, se siente cada vez menos inclinado a dar su apoyo a una causa y a una autoridad que, en su opinión, están entremezcladas con las de un Estado extranjero”. “…si se hubiera efectuado una elección, Ho Chi Minh hubiera sido elegido Primer Ministro…”, recordó, amargamente, Eisenhower.
El 23 de octubre de 1954, Ngo Dinh Diem efectuó un “referéndum nacional” en el Sur —plebiscito no contemplado en Ginebra— y recogió el 98% de los sufragios.
Tres días más tarde, Washington reconoció como gobierno legítimo al jalonado por Diem, y se comprometió públicamente a respaldarlo. Progresivamente Estados Unidos arguyó la infiltración de asesores, tropas y armamentos comunistas del Norte hacia el Sur.
¿Dónde está la lucha política de Vietnam?
Ho Chi Minh reclamó la celebración de las elecciones contempladas en el acuerdo de Ginebra, presentó varias fórmulas para convocarlas y, finalmente, cuando consideró imposible conseguir la reunificación por medio de la contienda electoral, llamó una vez más a empuñar las armas.
Sus cuadros abandonaron las poblaciones y se sumergieron en el campo. Llegaron incluso hasta inhóspitas e inaccesibles regiones donde, para ganarse la voluntad de sus tribus, debieron amoldarse a sus costumbres bárbaras de comer carne cruda, limarse los dientes y dejarse crecer el pelo.
El 20 de diciembre de 1960, delegados de distintos partidos, clases, nacionalidades, sectas y tendencias, fundaron el Frente de Liberación de Vietnam del Sur, presidido por un abogado demócrata, Nguyen Huu Tho. En su programa declaraba la guerra al régimen de Diem y contemplaba como punto esencial el “fomento de una política exterior de paz y neutralidad”, y la “No participación en ningún bloque militar y el rechazo de toda alianza militar con otro país”.
La formación de guerrillas
Con lanzas, varas de bambú, machetes y fusiles de madera, los seguidores del Frente reiniciaron la formación de guerrillas. Estados Unidos aumentó gradualmente su apoyo económico y militar, y en la medida en que el conflicto se intensificó pasó de la simple asesoría al desembarco del grueso de sus divisiones, mientras su industria bélica producía la más avanzada y espantosa parafernalia destinada a generar la muerte.
A muchos podría parecer paradójico, pero los combatientes del Frente se proveyeron de armas fundamentalmente asaltando el campo enemigo. Los White Paper admitieron que “las armas del Vietcong son en su mayoría fabricadas en Francia —o Estados Unidos— o hechas a mano sobre forjas primitivas en la selva”.
“No seremos derrotados”
Desde un principio la táctica estadinense de contar con un gobierno fuerte y con respaldo en el Sur no pudo cuajar. Parafraseando a un personaje de Shakespeare que decía que “las cosas que principian con el mal, solo se afianzan con el mal”, Estados Unidos le dio la mano sucesivamente a una serie de personajes tan poco recomendables como Diem.
Evaluando el primer año de gobierno de Minh, quien desalojó a Diem de Palacio con sus propios paracaidistas, el The New York Times comentaba que “… la debilidad del gobierno ha llevado de nuevo al país al borde del colapso…”.
A pesar de estos serios contratiempos, John Kennedy se mantenía fiel a su promesa de que “los Estados Unidos han decidido que la República de Vietnam no caerá en poder de los comunistas por falta de cualquier clase de apoyo que los Estados Unidos le puedan prestar”.
Cuando la aureola de la cruzada norteamericana comenzó a arder con la ininterrumpida oleada de autoincineramientos de budistas que protestaban contra las políticas de Saigón. Kennedy añadió, el 9 de septiembre de 1963: “lo que me preocupa es que los norteamericanos se impacienten y digan que, porque a ellos no les guste el gobierno de Saigón, tengamos que salir”.
Cuatro días más tarde simplificó el argumento: “Si eso nos ayuda a ganar la guerra, nosotros lo apoyamos. Lo que impida el esfuerzo de guerra, a eso nosotros nos oponemos”.
Viet Nam del Sur
Johnson, en su célebre discurso de Johns Hopkins, el 7 de abril de 1965, explicó: “¿Por qué estamos en Viet Nam del Sur? Estamos allí porque tenemos que cumplir una promesa dada. Desde 1954, todos los presidentes norteamericanos han ofrecido ayuda al pueblo de Viet Nam del Sur…
Estamos allí también porque es mucho lo que está en juego…. No seremos derrotados, ni nos cansaremos. No nos retiraremos, ni francamente ni bajo el ropaje de un acuerdo carente de sentido”. Tres meses después, Johnson subrayó como el objetivo de Viet Nam del Norte y. En último término de China, era el de “conquistar el Sur, derrotar el poderío norteamericano y extender el dominio asiático del comunismo… Y están puestas sobre la balanza grandes contingencias…
Nuestro poderío, por lo tanto, es un escudo sumamente vital. Si nos echan de Vietnam, entonces ninguna otra nación jamás podrá tener de nuevo la misma confianza en las promesas o en la protección norteamericana… No escogimos ser guardián del mundo a la fuerza, pero no hay nadie más”.
En iguales términos habló Nixon, hasta que cayó enredado en Watergate. Y Gerald Ford, hasta la noche del 29 de abril de 1975. Cuando anunció que la evacuación de emergencia de los últimos norteamericanos en Viet Nam había sido completada con éxito. “Cerrando un capítulo en la experiencia estadounidense”.
Sucumbieron, finalmente, las llamadas “guerras especiales”, las “guerras locales”, las “aldeas estratégicas”, las “escaladas”, los “bombardeos estratégicos” de las superfortalezas volantes, los atronadores B-52 y, también, el napalm y las pestes desatadas con la guerra bioquímica.
Estados Unidos desembarcó en Vietnam del Sur más de medio millón de mariners. Arrojó más de 7 millones de toneladas de bombas —suma mayor a la utilizada en cualquier otra guerra—. Invirtió en el conflicto más de 170.000 millones de dólares. Y cerca de 2’ años de esfuerzos, hasta que la animadversión y el odio contra la guerra de apoderaron no solo del mundo sino de su propio país.
Un águila se va, ¿y la sucede un oso?
El mundo no salió de su asombro cuando supo que Viet Nam invadió a Camboya. Su fraternal vecino que le acompañó a todo lo largo de su pugna contra franceses. Y norteamericanos y que alcanzó la libertad 27 días antes que el Sur de Viet Nam.
El pasado 31 de diciembre, Kampuchea —más conocida como Camboya—. Entregó una declaración en la que dice que “desde septiembre de 1977. El ejército de la República Socialista de Vietnam… ha lanzado varias invasiones sistemáticas en gran escala contra Kampuchea Democrática”.
Y agregó: “… desde hace mucho tiempo, Vietnam tiene el propósito estratégico de hacer que Kampuchea participe en una ‘Federación Indochina’ dominada por Vietnam”. Pero Camboya obedece a “una política de independencia, paz, neutralidad y no alineamiento. Kampuchea no permite a ningún país extranjero establecer bases militares en su territorio…”.
En comunicado del 6 de enero, especificó: “En el pasado, la nación y el pueblo de Kampuchea. Se sacrificaron para librarse de una gran potencia y, de ningún modo, quieren ser esclavizados y sojuzgados por otra…”.
¿A cuál otra gran potencia se refiere Camboya?
En un cable de la del pasado 31 de enero, se informó:
“Desde 1975, Camboya rechaza según informes las ofertas soviéticas de ayuda económica y cita aparentemente. Entre los motivos de ese rechazo que la URSS reconoció en su momento al gobierno pro-occidental de Lon Nol, derrocado por los comunistas al tomar éstos el poder.
Los camboyanos nunca han permitido que los soviéticos abran una embajada en Phnom Penh. Y por su parte retiraron a mediados del año pasado a todos sus diplomáticos de Moscú”.
¿Desdeña Camboya el ofrecimiento de ayuda económica, o ve tras la bolsa la garra moscovita que mantiene 700.000 soldados en el extranjero. Ocupa militar y prolongadamente a Checoeslovaquia. Instala bases militares en Europa Oriental, Mongolia, Cuba, África, el Mediterráneo y el Índico. Y cuyos gastos bélicos ascendieron en 1976, aproximadamente a 127.000 millones de dólares?
Según “Le Monde”, el dirigente vietnamita Pham Van Dong habría declarado el 4 de enero último que:
“La independencia, la soberanía y la integridad territorial de Kampuchea son esenciales a la preservación de la independencia de Vietnam”. Esta solícita preocupación por los asuntos propios de Camboya, ¿no es semejante al acucioso desvelo que mueve a transportar tropas cubanas hasta África?
¿Es ineluctable el designio histórico de que lo que apareció una vez como tragedia se repita como farsa. Y que una nación que durante siglos se soliviantó contra la invasión extranjera, hasta proclamar su emancipación, arremeta ahora contra las fronteras de otra?
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