Michelle Rincón escribe desde el corazón y el erotismo sobre aquellas cosas que le conmueven, la ponen incómoda, que generan interrogantes en su mente y sobre los hechos que la ayudan a transformar su entorno.
A diferencia de otros escritores, Rincón utiliza la poesía como su género predilecto para comunicar lo vivido. Transmite fácilmente sus sentimientos a las letras y logra conectar con los significados del amor y otros sentimientos.
En palabras del poeta Juan Gustavo Cobo Borda: “Si el mundo está roto, Michelle lo ha cosido de nuevo”. De esta forma presentamos a la colombiana que empezó su carrera literaria en 2014 cuando ganó el premio literario Eutiquio Leal con Restos y dio un salto internacional al publicar su antología de poemas Desde los siete azules (México), Voces del nuevo siglo (India) y Poetas de Allende los mares (Cataluña), entre otras obras.
Rincón publicó en 2019 su libro Estancia, con la editorial 531, compuesto de 25 poemas impresos en postales con fotografías eróticas de su autora. Aquí expresa la necesidad de amor y estar sola; el deseo de vivir y la magia de los corazones rotos.
“Michelle escribe para sentirse viva, y publica para que otros encuentren vida en la magnificencia de la sensibilidad de los sentidos que muchos no perciben”, reseña la periodista y escritora Alejandra Omaña sobre el trabajo de la bogotana.
En 2021 publicó su segundo libro bajo el nombre Restos de la tarde, en el que reúne su trabajo internacional, acompañado de ocho fotografías en formato polaroid que acompañan a la dualidad que presenta en sus poemas, que juegan entre los sentimientos más profundos que puede sentir un ser humano y los más íntimos recuerdos de la escritora.
En Diners conversamos con Michelle Rincón sobre su proceso creativo, la fotografía y el modelaje erótico, y por supuesto, la génesis de su poesía:
No considero ser “una poeta consagrada” (sea lo que signifique serlo), esa consolidación o conciencia de ser escritora de poesía o poeta, considero, es muy difícil. Pero sí, en el momento en que escribo algo poético (poético para mí) tengo la plenitud de haber realizado algo, de haber cambiado algo (nuevamente, para mí) y eso lo es todo, es lo que me motiva a seguir “a pesar de”. Sin duda, esa conciencia, me obliga a seguir en el ejercicio de observación y escritura desde lo que me conmueve, me pone incómoda, en interrogante y transformación.
Sé, que es una respuesta “común”, como el definir ¿qué es la poesía?, donde los que la leen/escriben nunca han sabido tener una última palabra.
A riesgo de sonar pretenciosa, el empezar, es algo simple: En mi caso, es un ejercicio de observación, el tomar el transporte al trabajo y encontrarme con las prisas de la gente, un café frío a medio terminar o darme cuenta que llueve y como es habitual, no llevé abrigo; todo esto, me llevan a lo poético, porque la poesía está en todas partes, no solo en el amor o lo bello.
Es algo complejo de responder, definir la propia obra es como definirse a uno mismo, y eso asusta, asusta no conocerse, no saber de dónde viene tanto y todo, que, en sí, es lo que se es: Soy una persona (que como la gran mayoría) no se conoce, que tiene un montón de incógnitas sobre lo que es y lo que la rodea, y sobre eso, sin duda, es de lo que escribo.
Estudié Teología (entre otras cosas) para conocer de dónde viene lo que se predica, su función en la vida de las personas. Estudié Teología para saber qué creer y cómo hacerlo, considero que, como seres pensantes, necesitamos de algo más para ser, para alcanzar una meta, para forjar una moral…
La fotografía, o el posado/modelaje de fotografía nace de un momento de descubrimiento personal, donde me sentía ajena a mi cuerpo y se ha tornado en una profesión.
Creería que mi facilidad con la fotografía, viene de este amor al arte. La fotografía y la poesía, para mí, son prácticamente lo mismo, como decía Octavio Paz sobre el erotismo y la poesía: “La relación entre erotismo y poesía es tal que puede decirse, sin afectación, que el primero es una poética corporal y que la segunda, es una erótica verbal”.
La poesía, para mí, debe leerse de a poco, darle tiempo para que ella entre en uno, le habite, te transforme, le haga sentir.
Los poemas, en mi caso, nunca están terminados, siempre encuentro algo más para poner, algo más para quitar. La única manera de terminar un poema, es publicarlo.
Siempre estoy escribiendo, porque es imposible dejar el ejercicio de la observación, pero nunca sé qué va a ser de eso que escribo.
«Sí, es un ‘simple cuerpo’
pero desnudar su naturaleza
sin tocarle
lo hace mucho más:
ver dentro
la oscuridad y la luz
hasta descubrir
que están hechos
de la misma nada.
Del mismo todo».
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