Jonathan Safran Foer es un escritor fundamental en el siglo XXI

Es posible que nunca lo haya oído mentar, pero que las palabras de Jonathan Safran Foer hayan cambiado el modo de pensar de alguien cercano a su entorno.
 
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Enrique Patiño

O que usted se haya topado con una obra suya gracias al cine (como la recién estrenada Tan fuerte tan cerca, nominada al Óscar como mejor película, aunque su versión cinematográfica no fuera memorable). Es posible también que usted olvide el nombre en dos segundos porque no le suena conocido y prefiera curiosear un video musical en Youtube. Pero si busca, también ahí encontrará videos críticos e incluso divertidos de este escritor de aspecto joven con cara de “yo no fui”, que sin embargo sí fue capaz de escribir un libro-ensayo-reflexión filosófica-novela-investigación periodística (todo en uno, así es), capaz de desmontar una de las más grandes mentiras que todos los humanos nos comemos hoy en día: la supuesta buena industria de la alimentación.

El mérito mayor de Safran Foer en su más reciente libro, Comer animales, más allá de un título que aleja porque nos hace pensar que nos va a cuestionar de entrada, es que si uno es capaz de superar la prevención inicial se encuentra ante una obra que investiga a fondo, muy a fondo, el tema de cómo el consumismo llegó a transformar el modo de alimentarse de las sociedades actuales e impulsó a la gente a convertir la carne en una necesidad diaria creada. Eso generó la expansión de granjas industriales que nada tienen que ver con el romanticismo del granjero y sus vacas pastando al aire libre. Nada es nada.

Lo que existe hoy en día, y Safran Foer saca a la luz –“mientras 16.000 hombres de corbata tratan de ocultarlo a diario con una inversión de la industria de los alimentos para mantener su buen nombre que supera los 143 millones de dólares anuales”–, es una producción masiva de animales engordados a la fuerza, de pollos que se sacrifican “apenas a los 39 días de nacidos”, que crecen en condiciones de salubridad deficientes, plagados de enfermedades, “inyectados con hormonas que nos afectan” seriamente y afectan, entre otros, el desarrollo temprano de niños y niñas.

Safran Foer investiga y se cuela en granjas para narrar lo que sucede con aquellos animales torturados en extensísimos espacios cerrados donde son almacenados como mercancías de desecho sin ver la luz, y con las patas rotas y los picos cercenados, en el caso de los pollos, por decir lo poco.

Safran Foer demuestra, con esa obra, una valentía inaudita. Y retoma, desde otro ángulo, su preocupación por el tema de la familia, que ya había revelado en Tan fuerte tan cerca y Todo está iluminado. Debo admitir algo: cuando lo leí era un carnívoro de tiempo completo. Sin cuestionamientos. Luego de leerlo, ante la contundencia de la evidencia, me di cuenta de que lo era porque sí, y que el libro me había devuelto la conciencia sobre mi papel frente al consumismo desaforado y el respeto a otros seres. Eso es un hecho memorable para una obra: lograr que el lector abra los ojos ante una realidad que evade.

Ah, claro: este filósofo de origen judío es el esposo de la escritora Nicole Krauss. Su prosa es menos fina que la de su ella, pero sus textos son arriesgados en estructura. Apenas tiene 35 años. Y tiene una horda de amantes y críticos de su obra. Es mediático en exceso. Pero esta obra suya está cambiando la manera de pensar de una generación. Y eso ya es un mérito mayúsculo.

         

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abril
19 / 2012