El agua de abajo: libro recomendado

Juan Gustavo Cobo Borda
El agua de abajo
Juan Leonel Giraldo
Random House,
Bogotá, 2019.
347 páginas
Estas 25 magníficas crónicas nos ofrecen el más veraz retrato de un país en los territorios al margen de las grandes ciudades y con personajes, por lo general mayores, que se hallan al final del desaliento y que como Rosendo Olarte, ya con 104 años, va a comprar a Zaragoza, bóveda, lápida y dejar organizados sus funerales.
A este buscador de oro una carga de dinamita le dejaría los “brazos baldados y sin manos” (p. 259). Mientras duerme en la puerta de su casa, después de almuerzo, ve transcurrir ánimas, mujeres que enloquecieron y sueños hechos polvo.
También la naturaleza omnipresente rige avalanchas, desbordamientos, pueblos que desaparecen en los ciclos inmemoriales del Bajo Cauca que un día se llena de peces y otro de cadáveres.
Esos mundos primitivos, donde en ocasiones asoma el Ejército de Liberación Nacional exigiéndole contribuciones a un orfebre de Mompox, Luis Guillermo Trespalacios, que a sus 81 años, “recibo actualmente una jubilación de 31.000 pesos que no pagan puntualmente”.
La sal de Manaure en La Guajira o las multinacionales en los ríos del Chocó, con retroexcavadoras, sacan en un solo envión el oro que sus habitantes con bateas no consiguen en un año, no logran vencer los sueños de Zuleida, quien a los 13 años ya se interna en el lodo a cernir estrellas doradas.
Un hálito de poesía logra que leviten estas sombrías pesadumbres de boxeadores en la costa Caribe o de alfareras en Ráquira torciendo la ramazón de los miembros de sus vírgenes, en la milenaria agonía de la pobreza, el hambre y el desamparo. Surge así la más fidedigna radiografía de un país que enlaza potros en Casanare y maneja “diecisiete mil reses y los seis mil caballos de la hacienda Venecia”.
Es también un libro de política e historia como su visita a El Deber, diario laureanista de Bucaramanga. Cuando Giraldo lo recorrió en 1978 ya era un sarcófago de sectarismo y sombras de un país ahí sí polarizado a bala, incendios y retaliaciones.
De la fortaleza de los colombianos para subsistir, bailar y llevar adelante esas historias de guerra civiles y combates contra Perú en el Amazonas que estos viejos de ojos debilitados transmitieron como su legado invaluable a este cronista sagaz y atento, que leyó los libros imprescindibles pero también supo escuchar, en la penumbra, estas vidas tremendamente perdurables.