¿Quién mató a Piotr Illitch Chaikovski?
Maria Teresa del Castillo
Publicado originalmente en Revista Diners Ed. 242 mayo 1990
El mundo musical conmemora, en este mayo de 1990, los 150 años del nacimiento del compositor ruso Piotr Illitch Chaikovski, músico atormentado y cuya existencia se vio envuelta en una bruma de leyendas, y su muerte, ocurrida hace 96 años, aún es motivo de especulación y misterio.
Si en vida sus composiciones obtuvieron de la crítica opiniones encontradas, ocurrida su muerte tal disparidad de criterios ha seguido el curso que señalaron tanto sus admiradores como sus detractores. “Sensibleras”, cuando no “tocadas de vacua espectacularidad”, son los calificativos que han recibido algunas de sus obras, frente a otras admiradas como “geniales partituras”.
Sin embargo, para el gran universo de amantes de la música que busca disfrutar el arte, la obra de Chaikovski presenta el trabajo de un excepcional melodista, que en los momentos más difíciles y trágicos de su vida produjo algunas de las más sublimes, y en definitiva, inmortales creaciones.
Pero sensiblero o genial, un hecho incuestionable es que no existe un solo escenario que haya podido sustraerse de interpretar la música de este gran compositor. Su concierto para violín y el primero para piano, las archipopulares Obertura 1812 y Capricho italiano, su hermoso poema sinfónico Romeo y Julieta, sus maravillosas sinfonías, especialmente la cuarta, la quinta y la sexta, son composiciones obligadas de todo repertorio sinfónico.
No lo son menos en el terreno balletístico sus producciones de La bella durmiente, El lago de los cisnes o Cascanueces; y hoy, como nunca, sus creaciones operáticas, en especial Eugenio Oneguin y La dama de picas, entre otras muchas obras, acaparan la atención de las grandes salas de Occidente.
Quizás ningún otro compositor del vasto país haya visto homenajes tan elocuentes, cuando el Conservatorio de Música de Moscú lleva por nombre el del compositor, y uno de los más importantes concursos musicales del mundo es precisamente el Chaikovski de Moscú.
Pero así como las opiniones respecto de su legado musical se contradicen en muchos aspectos, sí existe consenso en situar a este artista (que encontró el equilibrio perfecto entre corrientes musicales europeas y la música de su país, de la cual extrajo melodías inmortales), no sólo como el más ruso de todos los compositores rusos, sino el que con indiscutible genio y sinceridad plasmó en su obra las múltiples facetas de su compleja y atormentada personalidad.
Fue Chaikovski un artista que conoció el éxito profesional y social. Sin embargo su carácter tímido y profundamente neurótico, así como las sucesivas crisis depresivas que lo asaltaban, seguidas de etapas de exaltación, le impidieron disfrutar a plenitud una vida que en apariencia mucho le brindó.
Definitiva fue en él la muerte de su madre, mujer a la que adoró e idealizó hasta extremos enfermizos, así como un marcado pesimismo y la convicción de que el “fatum”, del cual decía ser “una fuerza poderosa suspendida sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles, que destila lentamente su veneno ante el cual hay que someterse y abandonarse sin poder contradecir sus designios” prefijó la mayor parte de sus actos y vivencias.
Al “fatum” responsabilizó Chaikovski de su desgraciado y absurdo matrimonio con Antonina Miliukova, que duró dos escasos meses antes del definitivo y trágico rompimiento. También la extraña, misteriosa y romántica relación con Nadieschda von Meck, mujer que lo amó en silencio y lo sostuvo económicamente por espacio de años, sin que al parecer llegaran nunca a tener un encuentro personal, y la angustiada realidad de su homosexualismo, que debido al puritanismo de la época tanto el músico como su familia intentaron ocultar. Todos estos hechos marcaron profundamente su carácter y su salud mental.
Quizás buena parte de la incomprensión de su música se deba a la imposibilidad de hacer un seguimiento preciso de lo que fue su existencia. Para los estudiosos muestra infinidad de lagunas, como misterios totales envuelven las causas de su muerte, que hoy todavía son motivo de especulación y análisis.
Quien consulte cualquier biografía de Chaikovski leerá como causa de su muerte el contagio de cólera tras beber imprudentemente un vaso de agua contaminada, cuando la peste asolaba a San Petersburgo.
Esta versión fue tomada como oficial, por cuanto salió de Modesto Chaikovski, primer biógrafo y hermano del músico y quien lo asistió hasta sus últimos momentos. Si bien algunos contemporáneos amigos de Chaikovski mostraron extrañeza ante dicho diagnóstico, los futuros biógrafos, estudiosos e investigadores de la vida del músico hicieron de lado cualquier sospecha, y por espacio de años repitieron la versión original.
Quien puso el dedo en la llaga fue la musicóloga soviética y gran investigadora de la vida de Chaikovski, Alexandra Anatolyevna Orlova, residente en Estados Unidos. Ella suministró todos los datos que acopió durante años, al músico y escritor Joel Spiegelman.
En artículo aparecido hace pocos años en la revista norteamericana High Fidelity, Spiegelman soltó la bomba de que Chaikovski no había muerto de cólera sino que se había suicidado con arsénico. La razón para que el trágico suceso, hubiera sido tapado con un manto piadoso, fue la de ocultar un escándalo que sobrevenía cuando llegó a las esferas de la Corte zarista un oscuro episodio en el que el músico se veía comprometido en una relación homosexual con un personaje del alto mundillo social y político de San Petersburgo.
Si muchos de los datos aportados por la señora Orlova se contradicen respecto de la fecha en que fue llevado a juicio el insuceso y en las reacciones que provocó dicho escándalo, sí parece haber unanimidad en que el compositor, para evitar males mayores optó por la vía del suicidio.
Tampoco hay claridad en relación con el nombre del personaje involucrado en esta historia, y éstos, como otros datos han resultado imposibles de verificar hasta la fecha por cuanto los archivos donde reposan documentos que permitirían clarificar los hechos, están en poder de las autoridades soviéticas que impiden su consulta.
Mientras la musicóloga Orlova afirma haberse tratado del sobrino del duque Stenbock-Thurmor hay quienes aseguran que el amante de Chaikovski fue nadie menos que un sobrino del zar Alejandro III. Sea cual fuere el personaje no queda duda de que la reputación del músico había quedado en entredicho, en una sociedad donde el homosexualismo era considerado una deshonra, una infamia y un crimen contra Dios.
Al llegar la noticia a oídos del Zar y expandirse en los, altos círculos de la realeza que frecuentaba Chaikovski, el desenlace más cercano, antes de ver como castigos el exilio o la prohibición que se interpretara su obra en su propio país.
Afirma la musicóloga haber visto una carta firmada por médico Lev Bernardovitch Bertenson dirigida a Modesto Chaikovski, en cual se detallaban los síntomas y agonía de la muerte por cólera.
Sin embargo, cuando posteriores investigadores intentaron acercarse a dicho testimonio, este ya había desaparecido, como muchas de las cartas íntimas del compositor que luego de su muerte fueron destruidas. Lo que se conoce es apenas una parte de la correspondencia, que ha sido publicada, pero afirman estudiosos de la vida del artista que esta fue editada con mano calculadora.
Lo que parece incontrovertible, a juicio de todos, es el suicidio y no la muerte por cólera, por cuanto al morir Chaikovski, dieciséis personas se encontraban junto a él, hecho imposible de que ocurriera si había muerto de cólera.
Bien es sabido que durante la peste que asoló a la ciudad, quienes estaban contagiados eran totalmente aislados, y cuando fallecía alguna persona victima de la temible enfermedad, la casa era cerrada hasta cuando hubiera sido totalmente desinfectada, y el cadáver era colocado de inmediato en un féretro herméticamente sellado para evitar que se extendiera el mal.
En el caso de Chaikovski, al momento de morir se encontraban en su habitación tres doctores, sus hermanos, sus sobrinos, la servidumbre y un sacerdote, según narra la historia. Pero no sólo la parentela del músico se hizo presente. Conocida la noticia, muchos artistas y amigos acudieron a darle el último adiós, y entre ellos estuvo el compositor Nikolai Rimski- Korsakov, quien en su Diario de mi propia vida escribiría: “Cosa extraña que él haya muerto de cólera. La entrada al servicio fúnebre fue libre.
Recuerdo que Verchbilovitch completamente ebrio abrazó la cara del difunto” Esta frase fue omitida a partir de la primera edición del libro, aunque restablecida en las reediciones de 1928 y 1955, sin ninguna explicación. Y Serge Diaghilev, aunque que se mostró en desacuerdo con la teoría del suicidio, dio la misma versión que Rimski- korsakov en lo que atañe al libre acceso dé público al féretro del músico.
Las anteriores revelaciones parecen no dejar dudas, así todavía quede por confirmar qué razones poderosas tuvo Chaikovski para tomar la decisión de acabar con su vida, como un sin número de detalles relacionados con el juicio, quién suministró el veneno, qué clase de veneno fue.
En fin… quedan por responder muchos interrogantes, articular muchas situaciones y averiguar infinidad de detalles que hoy se muestran imprecisos, gaseosos, contradictorios, o que permanecen en un absoluto misterio.
Se comprende la actitud inicial de las autoridades rusas de ocultar el insuceso a fin de evitar que sobre el nombre y la obra del gran Piotr Illitch Chaikovski cayera un veto y se profanara la imagen del artista.
Sin embargo en aras del rigor histórico ya va siendo hora de que los archivos del compositor tan celosamente ocultos salgan a la luz del día, pues lo ocurrido, por trágico que haya sido, pertenece a la historia, y nunca nadie podrá por este incidente restarle grandeza al legado del compositor.