Bárbara Stok, la ilustradora que llevó a Van Gogh al cómic
Claudia Milena González Bernal
Uno de los periodos más prósperos en la creación de Vincent Van Gogh fue el tiempo que pasó en Arlés, una ciudad al sur de Francia donde pintó más de doscientos cuadros, entre ellos La Noche estrellada y La Habitación.
No hay duda de que es uno de los pintores más reconocidos del mundo y la gente, aunque sepa o no de arte, tiene una idea de quién era él. ¿Un artista? ¿Un genio? ¿Una persona perturbada?
Basado en su vida, la dibujante holandesa, Barbara Stok creó el libro Vincent, un cómic biográfico que recrea el tiempo que pasó el artista en Arlés. Sin embargo, el libro no retrata al Van Gogh atormentado que muchos pueden reconocer, sino al amante de la naturaleza que se veía así mismo, según ella, como un pequeño engranaje en la inmensidad de ese mundo y de la misma historia del arte. “Me pareció importante mostrar su faceta trágica, pero también su lado feliz”.
Los dibujos de Stock son una constante reflexión sobre la mirada y el sentir del artista. Creó, por ejemplo, una escena biográfica de Van Gogh pintando al aire libre y cuyo cielo al fondo es un trozo de esa famosa Noche Estrellada, e hizo lo mismo con más de treinta cuadros que aparecen como fondos o paisajes de su libro. “Si Vincent hizo esas pinturas fue porque caminó por esos lugares, entonces lo que intenté fue retratar la experiencia creativa del artista”.
“Mi idea inicial era empezar la investigación en Londres, pero después me pareció que la historia iba a quedar demasiado larga y un libro de este tipo necesita aire, entonces acorté y me decidí por los tres últimos años de su vida, los más interesantes, porque produjo los cuadros más bellos. En ese tiempo tuvo muchos sueños e ideas, pero también decepciones”.
‘Vincent’ in Tokyo! There’s a small exhibition in Fukuro-shosabo this month. pic.twitter.com/f03qZxwtUf
— Barbara Stok (@barbarastok) 16 de marzo de 2019
Las 600 cartas definitivas
La correspondencia que Vincent mantenía con su hermano Theo (más de 600 cartas), le resultó fundamental para poderse adentrar en su filosofía de vida. “Las leí todas y son bellísimas, reflejan su cotidianidad, pero también muestran sus pensamientos más profundos sobre la vida, la muerte, sus preocupaciones, sus miedos, deseos, inquietudes y reflexiones del arte”.
La dibujante se embarcó primero en la investigación sobre la Francia de fines del siglo XIX. Leyó sobre Vincent, escudriñó en las cartas, creó un guion, hizo los cuadros de diálogos que acompañan a los dibujos y recién ahí empezó a realizar sus trazos. “Básicamente uso papel, lápiz y bolígrafo, pero al momento de dibujar ya debo estar al tanto de todos los detalles de lo que voy a plasmar. En el libro hay, por ejemplo, una escena de una prostituta que sale en ropa interior, lo que significa que de antemano tuve que investigar sobre cómo era la lencería de esa época”.
Bárbara Stok
En el armado de personajes, “Theo, fue el más sencillo porque había muchísimas cartas, no solo de Vincent a él, sino de este a su hermano y ahí me quedó más clara su personalidad humilde que la del mismo artista. Fue la figura en la sombra, el que le prestaba apoyo. Era un hombre más reservado”. Stok destaca que Vincent sentía preocupación por el hecho de depender de él, a quien intentaba compensar con pinturas, mientras que Theo confiaba ciegamente en el talento de su hermano y no quería que se preocupara por otra cosa que no fuera pintar. Theodorus Van Gogh, como era su nombre completo, fue un comerciante de arte que vendió obras de pintores como Claude Monet y de Paul Gauguin.
“En las cartas, Vincent también habla de otras personas y tuve que complementar el trabajo con fotografías para ponerle rostro a toda la gente que él describía”. En el caso de Johanna Gezina, o “Jo”, la esposa de Theo, la dibujante se contactó con un experto del museo de Van Gogh, ubicado en Ámsterdam, que estaba haciendo precisamente un libro sobre esta mujer y que le brindó material y asesoría al respecto. “Ella fue crucial porque hizo famosos los cuadros de Vincent después de que este y Theo murieran, y en vez de dejar los cuadros botados en un sótano, se encargó de promoverlos”.
El trabajo introspectivo de Stok fue tal, que en un mes de abril decidió, junto con su esposo, viajar hasta Arlés, en una época cercana a la que había viajado también Vincent en su tiempo, y coincidió con que en ambos momentos nevó, algo raro por esas fechas, pero un hecho especial para la autora. “Arlés es un pueblo muy bello, muy antiguo y mi esposo y yo nos encargamos de buscar los lugares exactos donde Vincent había pintado sus cuadros, algo que se nos facilitó porque hay placas en estos lugares con los nombres de las obras,”.
Los desafíos de la ilustradora
El gran reto para Stok fue plasmar los momentos de enfermedad de Vincent y en especial, el episodio de la oreja. “Leí documentos que me podían hablar sobre estos hechos como periódicos de la época, lo que el propio Vincent escribió en sus cartas y también lo que dijo Gaugin, pero nada de eso me resultó suficiente. Entonces decidí retratar, imaginar, lo que él pudo haber sentido y experimentado en ese momento y tuve la idea de que probablemente no recordaba la totalidad del hecho, sino que tenía solo destellos o flashes en su mente. Lo que quise transmitir fue cómo experimentó y recordó después su ataque”. De ahí que estas escenas estén marcadas con paneles que dividen los cuadros de diálogos y con márgenes en zigzag y puntas pronunciadas que atenúan lo dramático del tema.
El final del libro incluye, en el paisaje de fondo, el cuadro Trigal con cuervos en el que progresivamente Vincent se va volviendo pequeño hasta terminar difuminándose en la última página. Es un final tranquilo que contrasta con el deceso trágico del pintor. “Lo hice por respeto a él y por su esencia que no solo era dramática, sino también feliz en sus momentos de creación e intenté retratar cómo se veía él así mismo”.
Puede encontrar el libro en Bogotá en la librería Librería Lerner, Librería Nacional, Panamericana, Tornamesa, Fondo de Cultura Económica, entre otras. En Medelín en Al pie de la letra.