“Ilustro como si fuera una fotógrafa”: Rebecca Dautremer, invitada de la Filbo 2019
Sara Padilla
Había un niño de la escuela que no paraba de molestar a Rebecca Dautremer cuando era pequeña: le halaba el pelo, le había robado el sombrero y alguna vez le arrancó las gafas. Rebecca se lo dijo todo a su mamá. La madre le respondió que, seguro, era porque el muchacho era un poco torpe y, quizá, estaba enamorado. Pasaron años. Rebecca recordó la historia y, entonces, la escribió, la ilustró y publicó el libro Enamorados. Pasaron otros tantos años y Rebeca recuerda que “el niño de mi infancia me escribió un email diciendo: me acuerdo de ti, fuiste el amor de mi infancia. Entonces le envié el libro y…, nada más, pero mi madre tenía razón”.
El libro: rojo, cuadrado, del tamaño digno de un niño que apenas empieza a leer, reposa en la mesa que nos reúne a Rebecca Dautremer, ilustradora y escritora francesa, y a mí, la periodista impertinente que le pregunta lo que apenas da para 20 minutos. Alguien diría que Enamorados es un libro para niños, pero yo lo leí a mis 25, y también como los personajes, que no pasan de los diez, creo que estar enamorado es como vivir en una clase de hipnosis, es como andar partido por un rayo, y es como tener algo en el corazón, una impureza bonita, quizá.
La línea arbitraria entre la infancia y la adultez no existe en los libros de Dautremer: ella escribe, ilustra y el resultado puede convocar a una reunión familiar donde cada quién encuentra un lugar en la historia. La muerte, el amor, la alegría cualquiera de un día en que no pasa nada, y la tristeza de un hombre común y corriente, esos son los temas que inspiran y apasionan a la ilustradora francesa, porque esa y no otra es la vida de la mayoría en el mundo.
Rebecca pisa los cuarenta, alguna vez pensó en ser fotógrafa, pero dice que sus ilustraciones son como las fotografías que no ha tomado. Lleva una camisa ancha, pantalón negro, boina y una mochila de la que saca un estuche rojo en donde guarda los lápices que colorean sus ilustraciones. Insiste en practicar su español con cada respuesta, y antes de empezar la conversación, despide a su marido Taï-Marc Le Thanh, con quien trabaja de vez en cuando: él escribiendo y ella ilustrando. “Taï no se queda para la entrevista va a dar una vuelta en la feria”, dice.
¿Cuál fue su relación con los libros y las ilustraciones cuando era pequeña y en qué influyó eso?
Era un poco diferente porque en los años setenta no tenía tantos libros que los pequeños tienen ahora, es decir, mis padres no tenían dinero, tenía solo algunos libros. Pero tengo buenos recuerdos de mi abuela y de mi madre, que me contaba cuentos. De los libros no puedo decir mucho, pero de dibujar puedo hablar, porque durante mi infancia dibujaba mucho, copiando lo que podía ver en libros, en los periódicos, en todos lados.
Hay muchas posibilidades en el arte, ¿por qué decidió irse por los caminos de la ilustración?
De hecho no me dedicaba a la ilustración, hice mis estudios en La Escuela Nacional Superior de las Artes Decorativas y luego seguí los cursos de diseño gráfico. Por suerte me encontré con un profesor que me presentó una directora artística, ella me puso mis primeros encargos: fueron libros de colores, no libros ilustrados. Paso a paso otro editor conoció mi trabajo, me propuso algo y después, cuatro o cinco años, descubrí que era ilustradora.
Me da mucha curiosidad saber ¿qué es lo usted le deja al texto y qué le deja a la ilustración? ¿Cómo separa usted esas dos partes?
Lo interesante es poder controlar los dos. Cuando escribo e ilustro ya sé qué pasa en el texto, y puedo poner cosas aquí, cosas acá, que se completan. Trato de no repetir las cosas, ni decir lo mismo, ni ser redundante. Ese es el juego, hay que combinar las dos cosas para tener un libro interesante. Entonces cuando hago ambas resulta siendo un libro más interesante para mí, ahora lo hago a menudo, mis proyectos futuros son de autora e ilustradora, pero durante veinte años ilustré para otros.
Por ejemplo, al ver Seda de Alessandro Baricco, la versión ilustrada por usted me pregunté cómo escogía lo que iba a destacar
Si trabajo con un autor muerto es diferente. Si trabajo con mi marido, puedo hablar y combinar las cosas, lo mismo con Philippe Lechermeier, con quien trabajé en El Pulgarcito, Princesas olvidadas o desconocidas y Una biblia. A Alessandro Baricco lo conocí, lo encontré y me dijo: “ok, puedes hacer tu trabajo, no voy a molestarte y puedes hacer lo que quieras”. Para mí fue bueno porque mi objetivo siempre es hacer ilustraciones entre líneas, trato de girar la cámara del tema principal para mostrar lo que no se lee en el texto. Es un ejercicio de girar la cámara y deslizarme por entre las líneas, encontrar los detalles que pueden ayudarme a producir una imagen interesante. Por ejemplo, cuando leo una parte del texto que dice mucho o que describe mucho, no me interesa como ilustradora, prefiero dejar esa parte sin imagen. Pero cuando hay una parte que no dice mucho es una oportunidad de hacer algo, hay que completar.
También en Seda, vi que usted tenía muchas posibilidades de ilustrar en distintos estilos, hay unas más coloridas, hay otras en blanco y negro, hay collage ¿de qué depende ese juego?
En este tipo de libro, más largo, hay que encontrar un ritmo, porque si no, si conservo cada vez el mismo tipo de ilustración, con la misma técnica y colores, puede resultar aburrido. Ante todo hay que encontrar un ritmo interesante para sorprender al lector. Y si no hay diferentes maneras de encontrar un vínculo entre el texto y la imagen, para ir más lejos puedo elegir un momento anterior o posterior a lo que se lee en el texto y “girar la cámara”. En Seda hice algo que no había hecho antes, que es ilustrar la técnica de escritura del autor, las expresiones que se pueden leer en el texto. Hice ilustraciones muy nuevas, hay ilustraciones con collages en las que quise ilustrar cómo escribe el autor.
Como replicando el lenguaje…
Sí, por ejemplo hay una parte de la historia en que el personaje se va hasta Japón y el autor repite casi lo mismo, pero cambia solo algunas palabras y me permite a mí, hacer casi la misma imagen pero cambiando solo pequeños detalles. Traté de encontrar una lógica en la narración que me permitió reproducir imágenes diferentes. Es como hacer la representación teatral del texto, una puesta en escena con diferentes grados de distancia con el texto.
En una entrevista para el diario ABC de España, dijiste que en Las ricas horas de Jacominus, querías rescatar la normalidad, los momentos cotidianos, ¿por qué eso justo en un momento en el que la gente quiere hacer todo extraordinario?
Sí, era mi proyecto, contar toda una vida, con un protagonista, normal. Bueno, es un conejo, pero… normal (risas). Y es un antihéroe, porque en los libros para niños los protagonistas tienen una vida extraordinaria superpoderosa, y sí, pero nosotros tenemos una vida normal. Por eso, trato de contar una vida normal con momentos de belleza, de fuerza, de emociones grandes, incluso en la vida normal. Porque así es nuestra vida.
Cuando haces este tipo de libros, sencillos, pero que le llegan a todo el mundo lo que me pregunto es si usted intencionalmente piensa en esa línea que se inventaron las editoriales de: libros para niños y libros para adultos.
La verdad, no sé. Cuando ilustro un libro o escribo algo, no pienso en el lector, lo hago ante todo para mí y pienso que los libros se pueden compartir en familia, con los niños, con los padres. Por ejemplo, este libro es toda una vida, puedo tocar a todos, todos tenemos una vida. Recibí un correo, una carta, de un abuelo de más de noventa años que me dijo que le gustaba mucho mi libro. Puede ser una oportunidad en la familia, para hablar de un problema o de otra cosa, y si los niños tienen preguntas sobre la muerte, entonces puedan hablar de eso, puede ser demasiado pero…
¿Cuáles son tus referentes artísticos?
No encuentro mucha inspiración en los libros ilustrados, prefiero alimentarme de artes vivas como obras de teatro, por ejemplo. Lo interesante para mí es descubrir cómo se narra algo, cómo se cuenta algo, cómo podemos explicar un tipo de emoción o un evento o un sentimiento. Encuentro eso en el teatro, en la fotografía, en los documentales. La fotografía me gusta mucho.
¿Tomas fotos?
Solía hacerlo, cuando tenía tiempo. Mi primer proyecto era convertirme en fotógrafa, entonces ahora tengo la sensación de hacer ilustración como una fotógrafa, pienso como una fotógrafa, buscando el mejor punto de vista, la composición como si tuviera una cámara en las manos.