Una novela gráfica para los papás que tienen niños con autismo

Juan Sebastián Alba Torres
Bernardo Fernández, más conocido como Bef, es un novelista gráfico y escritor mexicano que sintió que el mundo se le venía abajo cuando le dijeron que su hija tenía un tipo de autismo, exactamente el TEA (Trastorno del Espectro Autista).
Gracias a esto, al amor de familia y al trabajo junto a psicólogos descubrió que esto no era más que un obstáculo en el camino, y que su hija podría tener una vida completamente normal.
El autismo es una condición que afecta al 1 % de la población mundial y que se manifiesta de diferentes maneras en las personas que lo tienen. Según la OMS no se considera como una enfermedad, como muchas personas podrían considerarlo.
Después de asimilarlo y tomar la distancia necesaria, Bef decidió hacer Habla María, un libro contando cómo fue esta experiencia, la forma de superarla y la convirtió en un testimonio para ayudar a otras personas que se encuentran en la misma situación. Diners conversó con él sobre Habla María y el episodio que inspiró esta novela gráfica.
¿Por qué tomó la decisión de hacer un libro sobre la condición de su hija?
Porque el libro, básicamente, trata sobre el momento en el que nos dieron el diagnóstico de autismo y cómo lo vivimos la mamá, María y yo.
Desde entonces dejé pasar siete años, así que por un lado pensé que era suficiente tiempo para asimilar todo lo que había acontecido. También lo hice con la esperanza de que esta experiencia le pudiera servir a alguna persona que se encontrara en una situación similar.
¿Servirles en qué modo?
Es una experiencia compartida. Fundamentalmente es una carta de amor para los papás que tienen niños con autismo, con un mensaje muy especial de que “hay todo por hacer”, que el hecho de que diagnostiquen a su hijo o hija con autismo no es el fin del mundo, que no hay que derrumbarse y que hay que seguir adelante como familia.
¿Se sintió así en el momento que conocieron el diagnóstico de María?
Exactamente, me sentí abatido. Pero gracias al psicólogo que la diagnóstico, Diego Reza, descubrimos que no era el fin del mundo. Yo le pregunté, totalmente derrotado, “¿Qué hay para hacer?” y él me respondió “Hay todo por hacer”. Esa frase me devolvió la esperanza.
¿Hubo algún autor que lo haya inspirado con una historia similar?
Sí, están los libros de Miguel Gallardo, María y yo. Cuando lo conocí le dije: “Yo, igual que tú, estudié con los maristas, fui punk, hago cómics y tengo una hija con autismo que también se llama María”, así que me siento muy relacionado con él. Su libro es más sobre la experiencia que tuvo con su hija cuando fueron a un resort.
Por otro lado está Gusti, un ilustrador argentino que tiene un libro sobre su hijo Mallko que tiene Síndrome de Down. Me siento muy hermanado con ellos porque tampoco es muy común que los papás hablen de los problemas de sus hijos, es algo que se relaciona más con las madres.
¿La finalidad del cómic tiene algo de informativo o es un testimonio?
Es un testimonio personal. No hay información dura, es totalmente vivencial. Cuando lo estaba haciendo pensé en meter información sobre el autismo pero tanto mi agente como mi editora coincidieron que esa información se podía conseguir en Google, pero el testimonio de vida no era fácil de conseguir. Fueron casi treinta páginas de información que se quedaron por fuera.
¿Y qué pasó con esa información?
Se publicó en México en una revista de humor político que se llama El Chamuco y luego en Issu.
El libro se divide en dos partes, una en la que los colores son azul y negro y el otro en el que es a todo color, ¿por qué tomó esta decisión?
Simboliza lo que estaba viviendo en ese momento. Antes del diagnóstico está hecho en monocromía de azul y justo cuando el psicólogo nos dice que hay todo por hacer, pasa a color, simbolizando las buenas noticias. Esos son los recursos que solo tienen los cómics.