Angela Hewitt y las Variaciones Goldberg
Laura Galindo M.
Cuando la pianista Angela Hewitt dejó caer la mano que tenía suspendida en el aire, relajó los hombros y soltó los pedales del piano, el público rompió en aplausos y se puso de pie. Ella los miró de frente, esbozó una sonrisa y les ofreció una venia. Salió del escenario, pero nadie más se movió, los aplausos no se callaron y las puertas no se abrieron. Hewitt apareció por segunda vez. Y por tercera. Los asistentes al concierto Del microcosmos al macrocosmos en el décimo tercer Festival de Música de Cartagena se negaban a soltarla, tal como ella se había negado a soltarlos durante la hora y cuarenta minutos que duraron las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach.
Angela Hewitt no es una pianista cualquiera. En el 2016 asumió un reto descomunal para cualquier músico: interpretar en concierto todas las obras que Bach escribió para instrumentos de teclado. Partitas, suites, sonatas, invenciones, preludios, fugas, variaciones y tocatas. Tantas que para lograr su meta necesitará 12 recitales y cuatro años que finalizarán en junio del 2020. Es canadiense, nació en 1958 y, además de los conciertos de Bach, realiza cerca de 100 presentaciones por año, dirige su propio festival en Italia y suma más de 50 grabaciones a lo largo su carrera, entre las que se cuentan la Variaciones Goldberg.
La historia de esta pieza tampoco es una historia cualquiera.
En 1741 el conde Von Keyserlingk de Sajonia no podía dormir. Pasaba las noches despierto, insomne y desvelado por el ruido de sus propios pensamientos. Era un hombre rico, culto y amante de las artes. Melómano por naturaleza y de alma sensible. En su corte tenía criados, cocineros, médicos, damas de compañía y por supuesto compositores, clavecinistas e intérpretes suficientes para una pequeña orquesta. Era embajador del imperio ruso, príncipe de la realeza y uno de los intelectuales más respetados de la corte de Augusto III, en Dresden y Warsaw. Parecía tenerlo todo, pero no podía dormir.
Foto: Wilfredo Amaya/Festival Internacional de Música de Cartagena.
Desesperado y en busca de una cura definitiva, acudió al compositor de la corte de Sajonia, del que además era mecenas, y le encargó una pieza que pudiera escuchar en las noches para conciliar el sueño. Debería ser interpretada por el clavecinista Johan Gottileb Goldberg, uno de sus protegidos, y capaz de calmar el remolino de su cabeza. Fue así como Bach escribió las Variaciones Goldberg, BWV 988, y fue así como el conde Von Keyserlingk recuperó el sueño.
La historia es tan sorprendente como falsa. Fue contada en 1802 por Johann Nikolaus Forkel, uno de los biógrafos del compositor, y desmentida casi que de inmediato. En realidad fue escrita como la cuarta parte del Clavier-Übung, un libro de ejercicios para piano, y en principio se llamó Aria con variaciones para clave con dos teclados. Lo más probable, es que Goldberg, el pianista, o Keyserlingk, el conde, se hubieran hecho a una copia de la primera edición y la hubieran interpretado tanto que el tiempo y el voz a voz la convirtieron en ‘música para dormir’.
Foto: Wilfredo Amaya/Festival Internacional de Música de Cartagena.
Lo que sí es cierto es que el pasado domingo 6 de enero Angela Hewitt mantuvo la atención en vilo y logró conmover en cada una de las 30 variaciones Goldberg. Que mantuvo un punto justo entre la sobriedad característica de Bach y la fuerza emocional propia de sus interpretaciones. Y que, lejos de adormecer, despertó los sentidos de un publico que luego de varios minutos seguía sin dejar de aplaudir.
Foto: Wilfredo Amaya/Festival Internacional de Música de Cartagena