Conversación en Princeton con Rubén Gallo de Mario Vargas Llosa, libro recomendado

Juan Gustavo Cobo Borda
Conversación en Princeton con Rubén Gallo
Mario Vargas Llosa
Alfaguara. Bogotá, 2017.
287 páginas
En la biblioteca de la Universidad de Princeton, New Jersey, se encuentra el archivo de Mario Vargas Llosa, con su correspondencia, manuscritos y varias versiones de sus múltiples obras. Él es profesor habitual en Princeton y las trescientas sesenta y dos cajas de su legado fueron la base para un curso que daría en 2010, precisamente el mismo año en que recibiría el Premio Nobel.
El curso se basaría en cinco libros suyos: Conversación en La Catedral, Historia de Mayta, ¿Quién mató a Palomino Molero?, El pez en el agua y La fiesta del Chivo. Los alumnos debían revisar en el archivo los materiales correspondientes y luego participar en los diálogos de Vargas Llosa con Rubén Gallo, quien conoce muy bien su obra. El punto de partida fue la relación entre política y literatura, pero esto se amplió entre inmersiones autobiográficas como cuando joven fue ayudante del historiador Porras Barrenechea, el mayor conocedor del Perú precolombino, y vaciló entre ser historiador o continuar siendo fiel a la literatura.
Devoto lector de Sartre, en sus ensayos constata cómo sus novelas se han vuelto ilegibles y nadie las retoma. A esta desilusión se une otra: su simpatía inicial por Cuba que llevó a amigos como Julio Cortázar a descubrir, ya tarde, tanto la política como el erotismo y que luego terminaría con su actitud muy crítica y cada vez más distante de ella. Habla sobre la traducción, el periodismo que ejerce desde los quince años y que mantiene en su columna en El País de España, y sus confrontaciones con la censura franquista que tachó ocho palabras de La ciudad y los perros. También recuerda cómo sus libros fueron prohibidos en Cuba desde que formuló cuestionamientos a la revolución.
Luego de formar parte de una célula comunista juvenil en la Universidad de San Marcos, cuenta cómo fue armando esas estructuras tan complejas, como en Conversación en la Catedral donde la charla entre Zabaleta y Ambrosio, “el guardaespaldas que fue el chofer y el amante de su padre”, se ramifica y expande al infinito en las miles de voces de tantos otros personajes que integran la novela y reflejan la realidad social del Perú.
Además del análisis de su obra hay una constante de mucho interés: cómo varios personajes reales de su ficción son en verdad seres anodinos que la novela magnifica y vuelve complejos y muy verosímiles, como sucedió con un oscuro burócrata de la represión del régimen de Odría que todo lo controlaba desde su despacho oscuro de esbirro.
El toque final también tiene mucho de novela. Un periodista de Charlie Hebdo, Philippe Lancon, herido en el atentado sale directamente del hospital en París para viajar a Princeton y allí animar una reflexión final sobre el terrorismo de nuestros días. Historia y ficción se conjugan de modo admirable en este diálogo tan revelador como lúcido.