Cierre del festival de música de Cartagena: Francia a la luz del Caribe
Carolina Conti
Comenzando su segunda década el festival está en plena madurez y promete seguir siendo uno de los eventos culturales más importantes del país. El tema central Símbolo y sonido, París y la música francesa de principios de 1900 fue desarrollado a cabalidad en conciertos de diferentes formatos (orquestal, cámara, piano, vocal) y el público pudo tener un panorama justo de lo que es el estilo musical de ese momento histórico en particular.
Conciertos monográficos organizados en la Serie Oro Davivienda como los de la música para piano de Debussy y Ravel o los de cámara de los mismos compositores, suponen una nueva forma de acercarse al tema que va un poco más allá del divertimento que conlleva la música (y que es lo primero que se busca) hacia una comprensión más profunda de los estilos y la evolución de la estética musical en la historia. Como complemento igualmente se pudo escuchar música francesa del barroco con Rameau, música contemporánea de Boulez y música vocal que aquí, con conciertos como Satie y el café chantant, Poesía y música en la canción francesa o La ópera comique, mostró la cercanía de la música académica con la música popular.
Apreciar todas esas sutilezas es posible sólo a partir de una buena interpretación y los artistas invitados fueron ideales. La orquesta residente este año, Les Siecles, dirigida y fundada por Francois-Xavier Roth realizó interpretaciones impecables, emocionantes y acertadas en estilo de un repertorio muy variado en estilos e ideas. La música para piano estuvo interpretada de forma magnífica por Jean-Efflam Bavouzet, Lise de la Salle y Francois Dumont. La gracia y la musicalidad de la soprano Jenny Daviet, acompañada al piano por Alphonse Cemin, caracterizaron las obras vocales.
Gautier Capucon en el violonchelo y Jean Yves Thibaudet en el piano, ambos solistas consagrados, unieron fuerzas en una maravillosa interpretación que conmovió al público por su sensibilidad y dramatismo. La violinista nacida en Japón Midori, acompañada por Ieva Jokubaviciute, también causó sensación por su interpretación perfecta, llena de matices y de profunda delicadeza. Esta pléyade de intérpretes consagrados de primerísimo nivel fue complementada por las nuevas generaciones, representadas aquí por la muy joven trompetista francesa Lucienne Renaudin-Vary quien asume el repertorio clásico y también incursiona en el jazz, como lo demostró al hacer parte del Ensamble Encuentro Francia-Colombia creado para la ocasión, interpretando obras del colombiano Antonio Arnedo en el concierto de cierre en la Plaza San Pedro.
Jóvenes talentos tuvieron, como todos los años, su espacio y demostraron que las nuevas generaciones alcanzan cada vez más rápido un alto nivel en su formación musical. Muestra de ello también es la reciente creación de la Orquesta Sinfónica de Cartagena que compartió escenarios con artistas internacionales. Otras músicas también tuvieron un espacio que el público disfrutó enormemente con Richard Galliano, Gabriele Mirabassi, Jorge Velosa y los carrangueros, el Colectivo Colombia y Monsieur Periné.
Muchos de estos artistas compartieron escenario en la Plaza San Pedro que se ha convertido en un emblema del Festival. Allí pueden compartir su arte con el público de Cartagena de manera gratuita. Aunque a veces el repertorio que se escoge no es el más apropiado, afortunadamente son más las veces en que el la música que se interpreta es la ideal para un evento al aire libre. Y como el festival no se limita a Cartagena, este año llevó la música a Barranquilla, Barú, Santa Catalina, Carmen de Bolívar, Mompox y Magangué.
Esta fiesta de la música que duró diez días trajo además la ópera Las bodas de Fígaro, un enorme reto musical y de producción que da al Festival una nueva dimensión. Cómo siempre, la expectativa de la próxima edición ya empezó.