Bob Dylan: Nobel de Literatura 2016
Ángela Cruz
“El camino de un hombre para convertirse en hombre”
“For having created new poetic expressions within the great American song tradition” (Por haber creado nuevas formas de expresión poética dentro de la gran tradición de la canción estadounidense), es la razón que en su comunicado oficial nos ofrece la Academia Sueca para haber otorgado el Premio Nobel de Literatura al cantautor Bob Dylan. Esa expresión, “el cantautor”, sirve para reivindicar el oficio de Dylan, pero es insuficiente para explicar su arte y la influencia que ha ejercido en nuestra cultura. Nada es inmune a Bob Dylan.
La presencia de su voz peculiar, chillona y maravillosamente expresiva, está en todas las voces, desde Mick Jagger hasta Andrés Calamaro, desde Patti Smith hasta Michael Stipe o Fito Paez porque, como demostrara Todd Haynes con “I´m Not There” (2007), no hay un solo Bob Dylan.
Tal vez por eso el paso de los años hace que parezca ridículo haber dicho en algún momento de la juventud: “¿Bob Dylan? Mmmmm, no sé, no me gusta mucho…”, porque luego se entiende que no había llegado la versión de Dylan que nos cambiaría la vida. Con esto en mente, si me pidieran describir qué tipo de cantante es Dylan diría en primer lugar que no es solo eso, pero que si lo fuera, sería un cantante de “crecimiento”: lo que hemos visto, leído, escuchado en sus metáforas y en la cuidadosa armonía de sus canciones, es el camino de un hombre para convertirse en hombre. Héroe del folk y la canción social, del judaísmo al cristianismo, hombre de la pandereta o piedra rodante, Bob Dylan se he dedicado a crecer frente a nuestros ojos sin ninguna vergüenza, sin pedir permiso y sin mayores pretensiones.
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Curiosamente, la mejor línea de Dylan está incompleta porque es, en sí misma su permanente desplazamiento en el Never Ending Tour que en junio pasado completó 28 años y si bien, gracias a ello, se ha convertido en un lugar común referirse a él como “juglar”, es difícil encontrar términos más apropiados para describir su trabajo en esta gira. Sin embargo, debido a que Dylan no es solo un intérprete sino un creador, (“El bardo”, el mismísimo bardo), lo maravilloso de su tour eterno no es la repetición sino, por el contrario, la constante renovación de sí mismo en cada show.
Quienes han tenido la oportunidad de estar en alguna de las, aproximadamente, 3000 fechas de esta gira contarán siempre una experiencia distinta, una nueva forma de cantar, de introducir la armónica, la guitarra o el órgano Hammond.
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Por esa razón ante la pregunta sobre por qué una estrella de rock termina ganándose un Nobel de Literatura, la respuesta es, como la Academia señala, su creación de una nueva forma de expresión poética, siempre actual, siempre en movimiento. No es la atmósfera de “Blowin in The Wind” o la voz política de “North Country Blues” lo que se premia: es la dinámica y enérgica toma de posición dentro del público, dentro de la vida y el imaginario estético de las personas lo que debe celebrarse hoy. Es la posibilidad de elevar la canciones al gran arte y también, ¡afortunadamente!, de cuestionar al gran arte, de sacarlo de las escuelas de letras, de las camarillas editoriales y las copas de vino en los lanzamientos de novedades.
El Nobel de Bob Dylan, como el Príncipe De Asturias de Leonard Cohen y de él mismo, nos sirve para reafirmar que la literatura es mucho más que la novela y que hace mucho tiempo dejó de caber en los libros solamente.
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Como los clásicos en todos los campos, Dylan tiene ese poderoso don de flotar por encima del tiempo, pero más especialmente, de estar siempre ajustado a él. Claro, los tiempos están cambiando, como el propio Dylan nos advirtiera hace más de 50 años, y quien fuera el perdedor hoy vence, así que a los críticos y escritores que profetizan con su pluma no debería sorprenderles que hoy se haya otorgado el Nobel a un escritor de canciones.
Announcement of the 2016 #NobelPrize in Literature https://t.co/VXayV4bvhC
— The Nobel Prize (@NobelPrize) 13 de octubre de 2016