Medellín y los Músicos del mundo
Sandra Martínez
Desde hace muchos años, la idea de preparar a las futuras generaciones de músicos le ha rondado la cabeza al maestro antioqueño Alejandro Posada. La primera vez que la materializó fue hace catorce años, en 2002, cuando era director titular de la orquesta de Castilla y León, en España. Comenzó a llevar estudiantes allá, esporádicamente, para que viajaran y tocaran con gente de un excelente nivel. Luego, en 2008, cuando era el director de la Sinfónica de Colombia, realizaba dos encuentros anuales, patrocinados por el país ibérico.
Después, Posada se fue a vivir a Medellín y en 2011 decidió convertir estos encuentros en algo permanente. La idea estaba más cristalizada. “Los jóvenes necesitaban una continuidad. Tenían el talento, la vocación, la disciplina, pero les faltaban los recursos, el conocimiento del mundo, tener profesores internacionales y acceso a mejor música”, reconoce.
Así surgió la Academia Filarmónica de Medellín, una academia que no es una escuela como tal, sino un programa gratuito de fomento de la Filarmónica de Medellín para aquellos que tocan en un nivel superior y “con los que formamos una orquesta y tocamos música de cámara”, agrega. Cuenta, además, con la colaboración de dos grandes músicos españoles, el violinista Roberto González y el director de orquesta Pablo Mielgo.
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La academia está conformada por 125 jóvenes que tienen la oportunidad de tocar en la orquesta
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“Buscamos personas que quieran dedicarse a la música en serio, que estudien de verdad. Por eso luchamos por conseguirles una beca o un profesor fijo individual. Nos preocupamos porque tengan un instrumento de calidad que les permita competir a nivel internacional; que tengan acceso a profesores extranjeros –estamos llevando a Medellín entre 40 y 50 profesores cada año–. También tratamos de que toquen con orquestas de diferentes partes del mundo y participen en festivales, cursos y campamentos. Uno de los convenios que tenemos, por ejemplo, es con la New World Symphony de Miami. Y, finalmente, les buscamos apoyo para que realicen su maestría o doctorado. En este momento ya tenemos a quince jóvenes estudiando en el extranjero, en países como Suiza, Austria, Alemania, Bélgica, Hungría y Estados Unidos”, explica Posada orgulloso.
La mayoría de los jóvenes son de estratos bajos y, por lo general, han pasado por programas como Batuta o la Red de Escuelas de Música de Medellín. El único requisito consiste en que tengan un excelente nivel musical. Sin embargo, no cuentan con ningún apoyo gubernamental. Su hada madrina es la fundación Hilti del Principado de Liechtenstein y tienen, además, patrocinio del sector privado, de empresas como Grupo Familia o las fundaciones SaludArte y Arroyave.
“Nuestra función es encaminar la vida de un montón de muchachos, de los Nairo Quintana o las Mariana Pajón de la música, buscamos que ellos sean músicos del mundo (…) Infortunadamente, en el país no contamos con un apoyo decidido del Gobierno, como lo ha tenido el cine o el deporte. En Colombia seguimos viendo la música como un espectáculo y no como lo que realmente representa”, manifiesta Posada.
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En un concierto junto a uno de los mejores chelistas del mundo, el alemán Leonard Eischenbroich
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Pese a esto, gracias a su ardua y exitosa labor, ahora son un modelo de trabajo en el continente. Este año comenzaron el proyecto de la Academia Iberoamericana. Básicamente, trabajan en llave con Sinfonía en Perú, una academia similar del tenor Juan Diego Flórez y la fundación musical Bravura, de Bolivia. Hacen intercambios con los alumnos, y los profesores vienen a formarse y a entrenarse en Medellín. En agosto se espera que ingrese Chile. “Se está convirtiendo en algo muy bonito”, dice alegremente.
Y aunque han logrado cosas impensables como tocar con estos jóvenes en la ópera de Viena o en las Naciones Unidas, Posada insiste en que lo más valioso es que logren sus metas personales, que sean competitivos, que demuestren que de la música se puede vivir dignamente y que sean invitados en todo el mundo. “Eso es lo que realmente nos enorgullece”.
Justamente, por estos días, gracias a sus logros obtenidos, 2 de los 125 estudiantes que están en la academia motivan a Posada a continuar con su labor: Santiago Bernal y Laura Rendón.
EL CHELISTA Y LA OBOÍSTA
Al otro lado del teléfono se oye la voz de Santiago Bernal, un joven de 23 años que desde febrero de este año estudia violonchelo en la Academia de Artes Superiores de Berna, en Suiza. Desde muy niño se dio cuenta de que la música sería su vida. Estudió la carrera en Eafit y en 2012 entró a hacer parte de la academia. “Es un trabajo extracurricular que sirve para potenciar el estudio de una manera más práctica y generar oportunidades profesionales específicas”, dice pausado y sereno. Y Bernal se lo tomó en serio.
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Cuenta que entre las experiencias más significativas que ha tenido por ser parte de la academia es una práctica de tres meses en la New World Symphony y estar en la orquesta del Festival de Verbier, uno de los más importantes del mundo. Además, contó con otra oportunidad única. Por medio de la academia viajó a Nueva York a comprar un violonchelo marca Jean Plumerel, con el que ensaya a diario. “Ha sido algo vital, este instrumento me brinda la oportunidad de tener colores cuando toco”. Su sueño, dice, no solo es vivir de la música, sino replicar este tipo de modelo. “Me interesa seguir brindando esperanza a más gente a través de la música, sensibilizar a más colombianos. Es importante lo que está pasando en el mundo y en el país”, asegura, mientras finaliza contando que acaba de recibir una beca de estímulos del Ministerio de Cultura, que le permitirá mantenerse con más tranquilidad en el país europeo.
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Laura Rendón también tiene 23 años. Antes tocaba trompeta, pero se enamoró del oboe cuando conoció el instrumento y se dio cuenta de que era el responsable de afinar a toda la orquesta. Está finalizando Música en la Universidad de Antioquia y desde 2011 hace parte de la academia. “Somos muy afortunados”, reconoce y continúa: “Me ha servido para exigirme a mí misma y crecer más como profesional”. También ha tenido la oportunidad de viajar a lugares como Miami y dar clases en Bolivia. Por estos días su emoción crece. Acaba de ganarse un concurso para tomar clases magistrales a finales de julio en Salzburgo y Lucerna. Será su primer viaje a Europa y la oportunidad para hacer contactos y analizar con calma el siguiente paso en su carrera: el lugar donde hará su posgrado.