Cosmos: libro recomendado de la semana
Juan Gustavo Cobo Borda
COSMOS
MICHEL ONFRAY
PAIDÓS,
Bogotá, 2016. 472 páginas.
Hijo de jornalero y empleada doméstica, el filósofo francés Onfray busca con su libro establecer una ontología materialista. Estudiar el ser en general y sus propiedades a través de una filosofía de la naturaleza. Un contacto directo con el mundo, más allá de los demasiados libros y una urbanización indetenible.
Este apellido vikingo en tierras normandas ya ha publicado más de medio centenar de volúmenes, muchos ya en español. Sea contra el mito de Freud o sobre vinos. Una historia heterodoxa de la filosofía en varios volúmenes y una decena de monografías sobre pintores contemporáneos. En este caso ve morir a su padre en sus brazos y a su compañera de cáncer en un hospital. Al poco tiempo viaja a tierras de Champagne, el dominio de Dom Pérignon, y al edificio de Moët & Chandon para una degustación con amigos donde cada botella corresponde a una fecha clave de su vida. 1959: año de nacimiento. 1983: entrada en la Educación Nacional como profesor de filosofía. 2002: creador de la Universidad de Caen. 2006: creación de la Universidad Popular del Gusto en Argentan.
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Marcado por Nietzsche, cada capítulo nos sorprende con sus temas: los gitanos, las anguilas, el arte negro, la tauromaquia. El pasado pagano visible en cada misterio cristiano. Y el Sipo matador liana asesina que ve en el Jardín Botánico de Medellín y envuelve a un árbol mayor hasta secarlo por completo y así poder acceder al dintel de la luz (p. 140).
Célebre y polémico por su defensa a ultranza del ateísmo, sus intereses artísticos cubren de Arcimboldo al land art o arte de la tierra y el arte del cuerpo encarnado en su compatriota Orlan, intervenido en múltiples cirugías, como se vio en Bogotá. Se apoya en pensadores no convencionales, de Gaston Bachelard o Roger Caillois o Michel Leiris, que nos ofrecen mundos alternativos y miradas transversales.
Volverá a Virgilio y sus geórgicas y a los haikus japoneses leídos durante los 13 años que acompañó a su mujer en clínicas, controles y quimioterapias. Todo ello dentro de “esa manera bien francesa que tienen los pensadores, sean filósofos o etnólogos de hacer ciencia con un estilo de literato” (p. 197). Fórmula perfectamente aplicable al propio Onfray, quien concluye su recorrido al apelar a lo Sublime, a los cuadros de Caspar David Fredrich. Allí donde la naturaleza congelada en bloques de hielo solo nos ofrece figuras de espaldas contemplando la soledad que los sobrepasa.