La última escena del director Tomaž Pandur

El dramaturgo esloveno Tomaž Pandur falleció ayer de un ataque cardíaco luego de un ensayo de El Rey Lear en Macedonia. Su última puesta en escena fue Fausto en el pasado Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá.
 
La última escena del director Tomaž Pandur
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POR: 
Sandra Martínez

La historia del doctor Fausto, el hombre que vende su alma al diablo escrita por Goethe en el siglo XIX, fue la inspiración de Tomaž Pandur para transformarla, reinterpretarla y convertirla en un obra de teatro. Un reto mayúsculo en las artes dramáticas, un reto que solo un director como él podía asumir, amante de las historias complejas y de los personajes solitarios, perturbados con su propia existencia.

Pandur, quien tenía 53 años, aseguró que este libro siempre estuvo cerca de él. Simplemente, una mañana se despertó y se dio cuenta de que era el momento de sumergirse en sus páginas de nuevo para continuar con el proceso creativo que había empezado años atrás en su cabeza. La adaptación la realizó junto a su hermana, Livija Pandur, con quien siempre trabajaba, y la guionista croata Lada Kastelan. Le tomó tiempo y esfuerzo. En una entrevista confesó que dirigir esta obra había sido como “dirigir cuatro tragedias de Shakespeare en una”.

El pasado 27 de marzo presentó esta obra en el Teatro Mayor Santo Domingo de Bogotá. Sin saberlo, fue su última puesta en escena, su última función en el mundo, en Colombia, un país muy cercano a sus afectos, no solo porque era un visitante habitual del Festival Iberoamericano de Teatro – se había presentado en siete ocasiones- sino porque sentía una profunda conexión con este territorio en guerra, como su natal Máribor, ubicado en la antigua Yugoslavia, hoy en día Eslovenia.

La última función
Esa noche el teatro estaba a reventar. No se veía ni una sola silla disponible. La obra comenzó unos minutos más tarde de lo previsto. Varios aplausos se escucharon para que la función iniciara. Las luces se encendieron, el telón se abrió.

Dos muros gigantes y un hombre vestido de negro era lo primero que se veía. Luego, el muro cobró vida, tenía miles de apuntes, dibujos sacados como de un cuaderno de notas de Leonardo da Vinci. El hombre, el doctor Fausto, interpretado por el actor Igor Samobor, empezó a escribir en ese muro y a tachar, reescribir, alegar, reflexionar sobre la vida. En el piso, un espejo de agua cubría el escenario – las nuevas tecnologías y el agua eran una constante en el trabajo de este dramaturgo-.

Esta versión contemporánea traía, además, a unos personajes de estilo gótico, vestidos de cuero negro, con botas largas, en un escenario siempre oscuro, gris, denso. Los muros simbolizaban una puerta, la entrada al otro mundo. Una de las cosas más llamativas era que este Mefistófeles- que encarna al demonio- no estaba solo. Pandur decidió que tendría una familia, una esposa y unos hijos.

La obra estaba dividida en dos partes. La primera, mucho más fuerte que la segunda, que resultaba más compleja de entender. Pero, en general, escenas llenas de poesía y dolor, como cuando la joven de la que se enamora Fausto se retuerce en el agua, generaron escenas inolvidables en la mente de los espectadores.

Al final de la obra, que duró dos horas y veinte minutos, Pandur apareció en el escenario junto con el elenco de la obra. Estaba vestido de negro. Abrazó a la directora del festival, Ana Marta de Pizarro. Se veía muy feliz. Los aplausos no se hicieron esperar.

El dramaturgo esloveno tenía en su mente otro gran reto: llevar al teatro Cien años de soledad, la novela de Gabriel García Márquez. Sin embargo, la muerte lo encontró muy joven. Ayer, martes, luego de terminar un ensayo del Rey Lear de William Shakespeare en el teatro nacional de Skopie, en Macedonia, sufrió de un infarto fulminante que dejó a todos sin palabras. Blanca del Portillo, una amiga y actriz que trabajó con él en varias oportunidades, aseguró en el periódico español El País que a Pandur “le dolía la vida, pero seguía en pie, con la mirada siempre puesta en el horizonte. Capaz de buscar en su interior como pocas personas, de debatir consigo mismo hasta el agotamiento, deja tras de sí una estela difícil de igualar”.

         

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abril
13 / 2016