El libro que le rinde homenaje a la carrera del artista Gregorio Cuartas
Gregorio Cuartas nació en la misma década que el pintor Fernando Botero; es antioqueño, autodidacta y también viajó muy joven a Europa para defender contra viento y marea su vocación artística. Sin embargo, pocos colombianos han escuchado hablar de él o han visto sus obras en un museo. Por supuesto, Cuartas tomó ese camino, fue una decisión personal. A este hombre, que hoy en día tiene 77 años, le gusta la introspección, el silencio, le huye a la fama, al reconocimiento y siempre ha permanecido alejado de los circuitos comerciales del arte.
Por esta razón, convencerlo para hacer un libro con su obra no fue una tarea fácil. Sin embargo, el curador Santiago Londoño Vélez, que lo conoce desde 2009, lo consiguió. Su principal argumento consistió en que su obra debía ser salvada y valorada. Cuartas accedió y así comenzó una labor titánica por reunir muchas de las obras del artista, que estaban en colecciones privadas; la búsqueda de otras, de las que no se tenían registros y algunas más que verán por primera vez la luz en este libro llamado Gregorio Cuartas. Pinturas, cuadernos de bocetos y arte litúrgico, editado por Ediciones Gamma y publicado por Davivienda.
“Este artista tiene un lenguaje pictórico muy distinto al que estamos acostumbrados, no es una pintura que apele a temas nacionalistas, problemas políticos o a los hábitos y costumbres de América Latina, sino que es una obra muy diferente, que ofrece una perspectiva distinta y que, además, es elaborada con una gran destreza técnica”, explica Vélez Londoño. Cuartas define su pintura de una manera muy particular. “Mi pintura es abstracta siendo eminentemente figurativa y esto por el efecto que consigo”, afirma. “Suena como una paradoja, pero se puede explicar porque las primeras obras que hizo el artista tienen mucho de abstracto, incluso durante unos buenos años de la década de 1970 hizo pintura geométrica abstracta. Adicionalmente, uno de los principales intereses que ha tenido Cuartas es la arquitectura. En el fondo, todo tiene una estructura geométrica, sus paisajes, los árboles, incluso los mismos rostros (…) Es una composición donde hay mucho interés por las formas, el balance de colores, pero con un aspecto figurativo”, explica el curador.
UNA VIDA ESPIRITUAL
Cuartas ha tenido la vida de un artista romántico, que no renuncia, que aguanta, que persevera y que defiende lo que cree. Nació en 1938 en una finca panelera en San Roque, Antioquia, en el seno de una numerosa familia. Estudió hasta tercero bachillerato y luego ahorró, trabajando como ayudante del profesor de cerámica en la escuela de Bellas Artes de Cali, para pagar un tiquete en tercera clase en el buque mercante Satrustégui, que iba rumbo a Europa.
Luego de recorrer varias ciudades y de vivir ocho meses en Florencia, Cuartas, a los 24 años, tomó una decisión, que había meditado desde hace mucho tiempo: convertirse en monje. Ingresó al monasterio benedictino de Santa María de la Pierrequi- Vire, en Saint-Léger-Vauban, en Francia, y allí vivió durante cinco años.
Decidió retirarse, pero su relación con la comunidad benedictina sigue siendo muy estrecha hasta hoy en día. “Tiene un énfasis muy grande en la espiritualidad –que es distinta a la religiosidad–, es decir, una actitud contemplativa y de observación tranquila y pausada de la naturaleza, y eso se refl eja mucho en su trabajo”, explica Londoño Vélez.
Cuartas entró a trabajar en el taller de vitrales de Max Ingrand en París y, paralelamente, pintaba composiciones abstractas. Sus acuarelas las vendía en Saint Germain, hasta que un día, por casualidad, en una exposición se encontró con François Basville, un arquitecto que trabajaba en la oficina de monumentos históricos de Francia y vio algunas fotos de las restauraciones que había llevado a cabo en el monasterio. Le propuso que se fuera a trabajar con él. Así lo hizo durante tres años, hasta que se aburrió y comenzó de asistente en una galería de arte y a insistir, de nuevo, puerta a puerta, con sus acuarelas, bajo el brazo.
Un día, el galerista Albert Loeb vio sus pinturas y comenzó a comprárselas a buen precio. En su galería, Cuartas hizo su primera exposición, consiguió un estudio mejor y principió a pintar en tela. Se alejó un poco de la abstracción, y empezó a dibujar otras cosas como desnudos masculinos, basado en fotografías que tomó en las piscinas de París; casas rectangulares, paisajes, plazas, que expresan soledad y recogimiento; cabezas inspiradas en los retratos de Piero della Francesca y los colores de Paolo Ucello; alegorías de dramas de la historia sagrada y naturalezas muertas, que no pretenden representar la abundancia, porque son austeras y precisas.
En los últimos años, el artista se ha dedicado a pintar lo que él ha denominado ínsulas. “Hacen referencia a un verso de San Juan de la Cruz, a un lugar aislado, por fuera de este mundo. Son paisajes con una línea de horizonte lejano y una construcción geométrica en el centro o algún elemento complementario, que invitan a la introspección, a la refl exión interior y a la meditación. Yo creo que hay un sentido espiritual del hombre con la naturaleza y con un ser superior y esta pintura hace una refl exión al recogimiento y al apartamiento del ruido del mundo”, explica el autor del libro.
LA OTRA FACETA
Una buena parte del libro está dedicada a la otra gran pasión de Cuartas: la restauración y el diseño de iglesias. En Francia trabajó en tres restauraciones. La primera, en el monasterio de Santa María de la Pierre-qui-Vire, donde restauró, entre otras cosas, cuatro criptas, diseñó altares, rejas y vitrales; luego, en la iglesia de San Francisco de Paula, en Fréjus, diseñó el altar mayor, la cruz y los vitrales. Y en la iglesia de San Martín, en Amilly, reconstruyó doce vitrales de la nave central y abrió uno nuevo.
En Antioquia, en la población de Guatapé, diseñó el monasterio de Santa María de la Epifanía para los monjes benedictinos y el Paráclito Divino para las monjas de esta misma comunidad. “Aunque estos edificios son muy pocos conocidos, se pueden considerar como unos de los más importantes en arquitectura religiosa en la historia reciente colombiana”, señala el curador.
“Aunque no tuvo una formación académica, Cuartas se encargó de formarse a sí mismo en los grandes museos y en el estudio de grandes pintores. Es un erudito de varias cosas, como en arquitectura antigua y en rosas. Considero que este libro es un homenaje muy merecido a un pintor que vale la pena considerar. Su obra y su figura enriquecen un capítulo en la historia del arte colombiano”, concluye Londoño Vélez