Carmen Balcells: la agente literaria de los grandes escritores

Carmen Balcells, la agente literaria de escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Jorge Luis Borges, murió este 21 de septiembre en Barcelona. La recordamos con este texto de 1974.
 
Carmen Balcells: la agente literaria de los grandes escritores
Foto: www.rtve.es/ https://www.youtube.com/watch?v=DXwgReVkrtQ
POR: 
Plinio Apuleyo Mendoza

El artículo Carmen Balcells: la agente literaria de los grandes escritores fue publicado originalmente en Revista Diners No. 63, mayo/junio de 1974.

Los editores le temen. Algunos, entre bromas y sonrisas, deben detestarla, porque, hábil, con astucia para los negocios e intransigente cuando quiere serlo, se les enfrenta con sus mismas armas.

En cambio, los escritores, sus clientes y protegidos, la aman y la necesitan. Carmen Balcells es algo más que su agente literario.

Teóricamente su oficio consiste en servir de enlace entre los autores que le han confiado los derechos de sus libros, y los editores de todo el mundo. Pero en la práctica, Carmen Balcells es también para muchos escritores (García Márquez, Vargas Llosa, por ejemplo), su agente de seguros, su agente de viaje, su consejero financiero, su confidente, su nodriza, y hasta cierto punto un sustituto de la mamá que dejaron al otro lado del Atlántico.

Carmen Balcells, más que una agente literaria

Es ella, en efecto, la que se encarga de recoger el dinero disperso que les deben en los cuatro puntos cardinales del planeta, de pagarles los alquileres, el agua y el teléfono, de acompañar a sus esposas a las tiendas, de enviar flores, contestar cartas, oír propuestas, recibir premios, aconsejarles sastres y peluqueros, protegerlos de admiradoras y otras muchas tareas semejantes.

Antes de que ella se inventara un oficio que en España y América Latina siempre había resultado exótico -agente literario-, los escritores latinoamericanos se parecían un poco a la Caperucita Roja del cuento, y los editores al lobo voraz.

Víctimas de sus propios éxitos, convertidos en productores de una mercancía apetecible y por lo tanto vendible y negociable, los primeros, hombres de letras, se encontraban de pronto debatiéndose en un mundo de números, que desconocían por completo. Salida del círculo de los editores, Carmen Balcells resultó por azar convertida en su gerente y cerebro administrativo.

“De este libro, vamos a vivir todos”

Trece años atrás, Carmen no habría llegado a imaginarse que su propio destino estaba asociado al de la nueva literatura latinoamericana. Entonces, era solo una eficiente secretaria catalana (pulcramente educada, conforme a la tradición, en un colegio de monjas) que al casarse se había convertido en una eficiente ama de casa.

Algún día, por hobby más que por necesidad, se había propuesto con Ivonne Barral, esposa del editor Carlos Barral, representar en España a nuevos autores italianos.

Con el tiempo, se le ocurrió una idea más ambiciosa. Trabajando en una pequeña oficina de Barral Editores, se dedicó a escribir cartas a editores europeos y norteamericanos para ofrecerles los libros de los nuevos autores españoles, como Juan y Luis Goytisolo, Juan García Hortelano, Armando López Salinas, todavía poco conocidos fuera de su país.

Cuando conoció a Gabo

Muy poco conocía de la nueva literatura latinoamericana, cuando un amigo suyo, Pepe Caballero Bonnald, le habló de un desconocido autor colombiano llamado García Márquez.

Se lo recomendó como un cuentista de talento (una promesa, en el lenguaje de los críticos). En términos comerciales, representar a un escritor de América Latina cuyo nombre no le decía nada a los editores, parecía un asunto de poco interés.

No obstante, Carmen Balcells le escribió una carta de pocas líneas ofreciéndole sus servicios como agente. García Márquez, que se encontraba viviendo en México, le respondió afirmativamente, enviándole “Los Funerales de Mamá Grande”.

“A mí el libro me fascinó -cuenta hoy Carmen. Pero jamás se me ocurrió que podría hacer ningún negocio interesante con él. Me ocurre con todos los libros que vendo, sobre todo cuando se trata de autores nuevos, por buenos que sean. Los propongo siempre con el mayor escepticismo porque sé lo que ocurre con los editores. Se confían en el juicio de sus lectores profesionales, que son de paso, los enemigos naturales de los escritores. Forman una pequeña mafia. Generalmente leen apenas dos o tres páginas de los manuscritos, y muchas veces actúan en base a sus preferencias personales o políticas”.

Balcells vendiendo a Gabo

Efectivamente los libros de García Márquez (sus tres primeras novelas y un libro de cuentos) no resultaron fácilmente vendibles. Doce editores norteamericanos, a quienes Carmen Balcells se los ofreció, los rechazaron con la fórmula ritual: “No entra dentro de nuestros programas”.

Lectora de Scribness, la hija de Guillermo de Torre le dio una explicación más concreta. “Es un autor que se repite mucho”, dijo, aludiendo sin duda a la circunstancia de que toda la acción de aquellos relatos se desarrolla en el ámbito polvoriento de un mismo pueblo. Su padre, años atrás, encontrándose al frente de Losada, había rechazado “La Hojarasca” con similares razones.

La empecinada Carmen Balcells logró finalmente poner en manos de un lector de Harper and Roths los cuatro libros, hacérselos leer a la fuerza en un weekend y obtener un primer contrato: mil dólares, que la editorial tardaría un año en cancelar.

La sorpresa para Carmen Balcells

A García Márquez, contra lo que ella esperaba, la noticia no pareció entusiasmarle demasiado. La recibió en México con una cara de piedra y una broma que ella, muy seria y catalana, no pescó de inmediato. “Envié un espía a Barcelona para saber si realmente su agencia existía -le dijo. Ahora sé que ha construido un edificio con el dinero de mis libros”.

Cuando su desconcertada agente literario empezó a explicarle todas sus frustradas tentativas de venta, García Márquez le dijo: “No se preocupe. Estoy escribiendo un libro, del cual no solo voy a vivir yo y mi familia, sino también usted y la suya”.

Sus 40 escritores protegidos

La profecía se cumplió, ‘Cien Años de Soledad” y su éxito estrepitoso, pondrían a los editores de muchos países tras los talones de Carmen Balcells, que tenía plena autonomía para negociar los derechos del libro.

Veinticuatro traducciones (que incluyen idiomas tales como el griego, el turco, el japonés, el israelí y el africano) fueron negociadas en un tiempo relativamente corto.

Más de un millón de ejemplares se han vendido en lengua española, 150 mil en los Estados Unidos y cerca de 100 mil en Italia. Con el viento de este éxito en las velas, la pequeña Agencia Balcells, que se había iniciado con un papel de carta timbrado y una oficina minúscula, acabó por convertirse en una sólida empresa, con un piso completo en el centro de Barcelona.

De Vargas Llosa a Juan Rulfo

Hoy Carmen Balcells representa a cerca de cuarenta escritores. Con la excepción del inglés Grahan Greene, son en su totalidad españoles y latinoamericanos: Vargas Llosa, Miguel Angel Asturias, José Donoso, Miguel Otero Silva, Juan y Luis Goytisolo. Jorge Edwards, Juan Rulfo, Salvador Garmendia, Juan Bosh, etc. Hace dos años esta lista se enriqueció con un nombre de gran calibre: Pablo Neruda.

A fuerza de tratarlos, de lidiar sus pequeñas y grandes manías, sus celos, inquietudes, anhelos, entusiasmos y depresiones, Carmen ha terminado por verlos a todos en su dimensión doméstica.

Emotiva, sentimental, bajo una fachada rotunda y apresurada de mujer de negocios, el agente literario Balcells es cada vez más la comprensiva madre Balcells que se hace cargo de sus problemas. “Es increíble como son de ineptos”, dice.

Neruda le entregó todo de sí

Mucho tiene que ver su presencia, con la circunstancia de que cuatro de sus autores (García Márquez, Vargas Llosa, Jorge Edwards, José Donoso) se hayan ido a vivir a Barcelona o en sus proximidades, muy cerca de su sombra protectora. De los dos primeros, en especial, el segundo es casi un miembro de la familia, “Mario me asustó cuando lo conocí”, confiesa Carmen. “Hablaba tan bien, era tan correcto, tan serio, tan impecable”. El escritor peruano, que luego de tres novelas de éxito no había logrado vivir de sus libros, le entregó el manejo de sus derechos.

Neruda hizo lo mismo. Al día siguiente de haber ganado el Premio Nobel, llamó a Balcells. El poeta chileno la invitó a su casa de campo, en Normandía. Durante el viaje estudiaron todas las modalidades de su nueva asociación.

En un alarde de eficiencia, Carmen registró la conversación en una grabadora. Inútilmente, por cierto, pues todo lo que retuvo la cinta fue el ruido del motor del auto.

Entre todos los autores que le han confiado sus derechos, el único que se ha permitido despedirla como agente literario fue el cubano Guillermo Cabrera Infante. Todos los demás han logrado establecer con ella una relación personal y comercial mutuamente ventajosa, para inquietud de los editores.

El secreto que tuvo El Otoño del Patriarca

Desde hace algún tiempo, estos últimos no pueden negociar sin cierta tensión nerviosa, pues saben que tiene en la mano una carta clave: Los derechos de  El Otoño del Patriarca, la nueva novela de García Márquez. El libro, aparte del autor y de la mecanógrafa que lo ha sacado en limpio, no lo conoce nadie. La propia Carmen solo ha leído dos capítulos. “Me parecieron fascinantes”, dice.

Representando a los escritores más conocidos de lengua española, la tranquila ama de casa del año 61 ha logrado acumular en el intrincado mundo de la edición un poder que pocos tienen.

Cuando aparece en la feria de Frankfurt, con su maleta cargada de manuscritos, toda la atención converge sobre sobre ella, convertida en una especie de embajadora plenipotenciaria de la literatura latinoamericana.

Pero muy pocos saben que tras su fachada de comerciante sin piedad, se oculta una mujer de corazón tierno, que llora no solo con las malas, sino especialmente con las buenas noticias.

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enero
10 / 2021