Jumma de Maqroll el Gaviero: una lectura etílica sobre la obra de Álvaro Mutis

A propósito del lanzamiento de Jumma de Maqroll el Gaviero en la Feria Internacional del Libro, hablamos con su autor, el escritor Antonio García Ángel e hicimos un recorrido por sus páginas.
 
Jumma de Maqroll el Gaviero: una lectura etílica sobre la obra de Álvaro Mutis
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Juliana Muñoz Toro

Presentación de Jumma de Maqroll el Gaviero en la Filbo

Antonio García Ángel conversará con Ricardo Silva sobre el proceso de investigación y escritura. Al final habrá un show de preparación y degustación de cocteles.
Sábado 25 de abril
7 p.m.
Salón Álvaro Mutis

Maqroll, el Gaviero -o el que en una embarcación mira más allá-, es el personaje mítico de Álvaro Mutis que protagoniza la saga de siete novelas que componen las empresas y tribulaciones de Maqroll “trenzadas con la historia de sus copas”.

Así lo escribe Antonio García Ángel (Recursos humanos) en su nuevo libro Jumma de Maqroll el Gaviero, una lectura etílica. Algunos recordarán que la Summa es la poesía completa de Mutis cuyo título parodia este libro cambiando la palabra por Jumma, o juma, que significa borrachera.

Hay que hacerle un reconocimiento a la apuesta de la editorial Tragaluz por el ensayo, un género que casi ha desaparecido de los estantes de novedades en las librerías. En entrevista con Diners, García contó que este proceso creativo fue más casual que premeditado: “Leía y subrayaba a Mutis y después me di cuenta de que había algo. Sin darme cuenta durante años fui engordando este archivo”.

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Y bien vale la pena hace una “lectura etílica” de la obra de Mutis, no solo por las referencias a diversos tipos de licores y bares alrededor del mundo, sino porque él mismo reveló alguna vez que de no ser escritor, habría sido bartender, como lo fue Maqroll en varias ocasiones. Además, según el autor, este bien puede ser “un abrebocas a la obra de Mutis para quienes no lo han leído”.

La primera lectura que hace García Ángel es la de los bares y tabernas que acogen a Maqroll y en los que suceden varios de sus encuentros, algunos de ellos amorosos. García escribe “hay muchas maneras de contar esta historia de amor, pero en la pluma de Mutis esta fue fraguada entre bares”. Por ejemplo, en Ilona llega con la lluvia, Maqroll tiene “la certeza de que solo se ordenaría en algo su vida en cuanto encontrara esa suerte de fondeadero existencial”.

En la segunda parte del libro, hacemos un recorrido por los licores y gustos del Gaviero, desde su desprecio por el aguardiente, hasta el gusto por el gin tonic “preparado por una diva bullosa”. Sabremos que en Ilona el trago principal es el vodka, en especial el Żubrówka que, según investigaciones del autor, era el favorito de Mutis.
Será también perfecto para acompañar las letras de esta novela de la saga: “Pero ahora que te veo, que te siento aquí, frente a mí, te confieso que todo eso se convierte en un pasado remoto que se esfuma en este instante gracias al vodka, al olor de tu pelo y al acento triestinopolonés de tu español”.

Ratificaremos que hay licores según la ocasión. Que el vodka es íntimo, mientras que el whisky es un trago social, la cerveza es buena para el calor y el brandy hace más llevadero el hastío por el paso del tiempo –de hecho, lo tomaba Maqroll en su vejez, relatada en Un bel morir-.

En el pequeño tratado de coctelería, abierto también a las creaciones de otros autores, aprenderemos a preparar gimlet a lo Chandler, daiquiri a lo Hemingway, vesper martini a lo Ian Fleming y martini a lo Buñuel. Si hubiera alguna referencia a la obra de Antonio García, encontraríamos la receta del brandy de ciruelas que prepara uno de los personajes de Recursos humanos.
De Mutis están las recetas de los cocteles que menciona en sus novelas. Hay tres que llaman la atención: el dry martini que el mismo escritor preparaba, del que se preciaba por ser el mejor del mundo y que nunca quiso revelar su preparación, ni siquiera a su propia familia; la receta del Maqroll, -por supuesto hay que dejarle la primicia a este libro de Tragaluz-; y el old fashioned modificado, el favorito de García, que consistía en “reemplazar el bourbon por ron de las islas auténtico y de agregar a este, además de otros ingredientes, un poco de oporto”.

Finalmente, el autor nos revela un hallazgo afortunado: El decálogo del buen bebedor, conservado por Arnulfo Julio, uno de los compañeros de tragos de Mutis, con pautas como “Nunca invites a un
trago sino a unos tragos” o “Fundamental: jamás emborracharse”. Según García “la búsqueda del decálogo fue como hacer una arqueología de fuentes y de entrevistas”.

Aunque el último de los mandamientos no fue posible conseguirlo, y posiblemente permanezca en el misterio, hay un espacio para que cada lector proponga el suyo. El de Antonio García Ángel sería: “Ten o consigue a alguien con quien pasar el guayabo”.

Las ilustraciones de esta obra merecen un punto aparte, como la rama del guayabo en la página final del libro, las botellas en la contratapa y los dibujos en las márgenes. Todas son piezas que se aprecian entre lo literal y la interpretación recursiva del artista, Samuel Castaño Mesa (Mil orejas).

         

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abril
21 / 2015