Sonar: la vida de las películas
Fernando Martelo
¿Cómo sería la experiencia de permanecer sentado en un teatro durante dos horas viendo imágenes gigantes en movimiento sin un ritmo que las pulse?
Seguramente sería muy aburrido, y tendríamos la mitad de la experiencia por la totalidad del precio, porque la música, que ha estado acechando al séptimo arte desde sus comienzos, aporta la nota y el tono para la sonrisa y la lágrima. Desde sus inicios como mudo, el cine se hizo acompañar de pianistas que sincronizaban los corazones con las acciones que se proyectaban en los teatros donde, maravillados con el nuevo medio, acudían los nuevos voyeristas, signándose así para ellos el sello de la modernidad. En estos nuevos espacios oníricos los espectadores fueron seducidos e introducidos en los dramas de telón al compás de las melodías que salían de las manos del pianista de turno.
Pero ya no hay un pianista visible, y las más de las veces la misión de la música en el cine es pasar desapercibida, dejar que el oído calle para que el ojo brille. Por eso los premios que la destacan, como ahora los Óscar, son una ocasión para remembrar en ella y con ella. Hay premios precisamente para la música llamada incidental, la que se compone y realiza para acentuar escenas, ponerle arpegios a la escena de amor, señalarnos el peligro, abrir espectacularmente los primeros segundos del filme, o animar el desfile de los créditos por la pantalla.
Los compositores de bandas sonoras tienen la misión de interpretar y de sentir antes que nosotros, y usar todo el andamiaje sonoro a su disposición para componer los sonidos de las imágenes. Hay una escena en Her en la que Samantha toca para Theodore una canción que ella compuso para que reemplazara la foto que ellos no podrán tener de sí mismos. Para reemplazar la imagen de un amor imposible con unas bellas notas de piano. Y esta es una metáfora de la relación de la música y la imagen: a veces se pueden suplantar la una a la otra y siempre se podrán complementar.
Para completar el panorama, tenemos también el uso en los filmes de canciones, por lo general conocidas, que vuelven a nacer o asumen una nueva vida en la pantalla, y que se reciben como una de las herencias que le legaron al cine, la ópera y el teatro musical.
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