David Szalay: “la verdad está en los detalles”

El autor británico David Szalay, escogido por la revista Granta como uno de los novelistas británicos contemporáneos más importantes, visitará Colombia con motivo del Hay Festival de Cartagena.
 
David Szalay: “la verdad está en los detalles”
Foto: Nadav Kander
POR: 
Carolina Venegas K.

David Szalay no tiene página de Wikipedia y es no es fácil encontrar datos sobre su vida en Internet, algo rarísimo para un escritor que hasta ahora va a llegar a los cuarenta años. Lo que sí dicen las páginas del British Council y de la revista literaria Granta es que Szalay nació en Canadá en 1974 y al año siguiente se trasladó a Londres, donde vivió hasta hace muy poco, y que, sin duda, es uno de los autores británicos contemporáneos que hay que leer.

Sus tres novelas publicadas -London and the South-East, The Innocent y Spring, que desafortunadamente no se consiguen en español todavía- están llenas de personajes que reflexionan constantemente sobre cada uno de sus actos, sobre la vida contemporánea que los empuja a llevar una vida de escritorio sin sentido o una relación amorosa que constantemente los hiere. Como dice el mismo Szalay, lo que le interesa son “las formas de la soledad metropolitana”.

El año pasado fue escogido por la revista Granta -junto con otros 19 autores menores de 40 años-, como uno de los mejores novelistas británicos contemporáneos y por esa razón visitará Cartagena como invitado del British Council al Hay Festival. Revista Diners habló con él.

Empecemos hablando de qué ha pasado luego de haber sido nombrado por la revista Granta como una de las voces jóvenes británicas con más proyección.
Ha sido importante. He viajado mucho, lo que ha sido muy agradable. El viaje a Colombia será el tercer o cuarto, eso ha sido increíble. También firmé el contrato de un nuevo libro y sin duda estar en la lista ayudó. Entonces, sí, ha sido positivo. Y para la moral también ha sido importante.

¿Ha sentido presión a raíz de esto? Es que veo que a todos los llaman “nuevas voces”, “jóvenes promesas”, ¿alguna vez se pregunta cuándo dejará de ser “joven” para ser simplemente un autor?
Ese es un excelente punto. Ya no estoy joven, no estoy en mi veintes. Lo que quiero decir es que estoy al borde del límite de edad de la lista, llegando a los cuarenta. Entonces, ser considerado como alguien nuevo o joven, y tal vez en formación y con potencial a futuro, parece más un arma de doble filo que un logro. Es algo extraño. Sin embargo, solo hasta hace seis años que publiqué mi primer libro, entonces no es como que haya estado publicando desde hace quince años. En ese sentido soy un novato. No me siento joven porque no soy tan joven, pero como escritor sí, la mayoría de escritores producen su mejor trabajo después de los cuarenta.

¿En qué está trabajando actualmente?
Estoy trabajando en un libro de cuentos, de narrativas cortas que en cierta manera están interconectadas, cada una de unas quince mil palabras. Hasta el momento he escrito tres, que equivalen a la mitad del libro.

Luego de leer Spring (Primavera), su tercer libro, me embargó un sentimiento de pesadez y melancolía al pensar que retrataba uno de los males de esta época, o al menos de mi generación, y es la incapacidad de conectarse con otros, de conocerse…
Es completamente comprensible que piense eso luego de leer la novela, pero la verdad prefiero alejarme de afirmaciones de ese tipo, porque tan pronto como empiezo a hacer una declaración así –que es el mal de una época- la siento insatisfactoria. De alguna manera lo que traté de hacer con Spring fue representar una relación sin prejuicios, con un enfoque más natural, evitando los artificios argumentales o cualquiera de las ideas comunes sobre el romanticismo, y ese fue el resultado final. Pero yo no apunté específicamente a tal efecto, el que acaba de describir, pero supongo que es natural e inevitable, dada la naturaleza de la historia… Sin embargo no me gustaría pasar de eso a generalizaciones… ¿Qué piensa usted? ¿Es ese el mal de nuestra época?

Eso creo. Pasa a mi alrededor todo el tiempo, lo veo en todas partes, parejas que se buscan durante años y cuando están juntas no pueden o quieren estarlo, gente que se siente sola… No sé si sea un mal de mi generación, de mi tiempo, de mi círculo social…
Bueno, tal vez. Algo que sí sé es que lo más probable es que para nuestra generación y la generación anterior –y no digo esto con ánimo de criticar, porque así son las cosas- lo correcto sea tener una serie de relaciones antes de sentar cabeza, de casarse, y esto introduce un enfoque consumista hacia el amor. También significa que uno debe saber cuándo parar de buscar. El amor se ha convertido en algo comparativo: se compara la relación actual con la anterior, con las anteriores, esto no pasaba hace 30 o 50 años.

Tal vez el punto es que nunca estaremos satisfechos porque comparamos con relaciones pasadas o tenemos expectativas altas de las posibles relaciones futuras…
Exactamente. A menudo la gente se casa con la primera persona de la que se enamora, pero luego creen que deberían darse otra vuelta por ahí. Es inusual que la gente se detenga en la primera experiencia romántica intensa, pero, como usted dice, muchas veces se quedan pensando en esta, en volver a algo así.

Y sí creo que todos estos temas se tocan en la novela en cierta medida, pero no como una generalización, que resulta muy interesante discutir en un contexto como este. Pero supongo que es por eso que escribo novelas: la verdad está en los detalles de una situación, en lo específico, y no en las generalidades que se pueden extraer de la vida.

¿Y para su segunda novela, The Innocents, cómo fue el proceso de escritura?
The Innocents es muy diferente de Spring. Esta es más una historia política, ambientada en Rusia en la década de 1940. El personaje principal es un comunista, un verdadero creyente si se quiere, y trata sobre su fe en el comunismo y cómo esto domina sus ideas. Es muy diferente en todos los sentidos de las otras dos novelas…

¿Y cómo llegó con esta a lo específico a los detalles?
Fue un problema hacer esa novela lo más específica posible. Nunca he estado en la ciudad rusa donde ocurre la historia, pero hice una enorme cantidad de investigación. Cada vez que escribo sobre un lugar encuentro necesario imaginar en términos de detalles muy específicos. Si escribo sobre un pub, necesito saber cuál pub es, si escribo sobre un apartamento, necesito saber en qué calle queda. Así es como funciona mi imaginación. De cierta manera, hacer esto con una novela histórica fue poco satisfactorio porque tenía que investigar mucho y todo empezó a parecer arbitrario. Por el contrario, escribir sobre un Londres contemporáneo, adentrarse en sus grandes especifidades, es instintivo para mí. Los detalles tienen resonancia, pues es mi propio mundo, lo conozco muy íntimamente.

En la novela histórica sentía que esa calle sobre la que escribía podría ser cualquier calle y luego me preguntaba por qué estaba escribiendo sobre ese momento histórico y no sobre cualquier otro. Mi propio tiempo no plantea esa pregunta, ni los lugares que conozco. Así que creo que probablemente en el futuro… Esto no es una promesa, pero probablemente voy a evitar la escritura de ficción histórica.

El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez ha dicho varias veces que solo pudo empezar a escribir sobre Colombia al dejarla, desde el extranjero, porque fue con la distancia que cambió su perspectiva, ¿le ocurre algo parecido?
Sí, es muy interesante que diga eso. La mayoría de Spring fue escrita en Hungría, donde estoy en este momento. Y mi primera novela, London and the South-East, que también ocurre en Londres, fue escrita mientras vivía en Bélgica, entonces, sí, estoy completamente de acuerdo con esa afirmación. Al estar lejos del lugar del que se escribe se gana cierta perspectiva.

También los sentimientos sobre el lugar cambian y, de alguna manera, la nostalgia y la añoranza hacen que todo se intensifique, todo es más intenso emocionalmente cuando uno no está allí. Cuando estoy en Londres tengo una relación con el lugar totalmente diferente, porque lo conozco muy bien y tengo conexiones emocionales e históricas muy profundas.

Leí una reseña sobre Spring en The Guardian que dice que usted es “un autor muy inglés”, sin embargo usted es un inmigrante, como la gran mayoría de los escritores que figuraron en la lista de Granta. ¿Cree que estamos ante una especie de reconfiguración de lo que es “ser británico” o de la literatura británica?
Una cosa acerca de esta lista es que es diversa en extremo, como usted dice. Probablemente más de la mitad de las personas en la lista, incluido yo mismo, son inmigrantes, no británicos por su origen familiar. Pero aún más sorprendente, para mí, es el número de piezas publicadas que suceden en la Gran Bretaña. Tengo una ligera sensación de que la Gran Bretaña contemporánea no es realmente un tema para la literatura, lo que es una pena.

Como decía antes, escribir sobre la Gran Bretaña contemporánea es lo que más disfruto, y escribir una novela histórica me dio una menor satisfacción. Creo que si la lista fuera norteamericana, nos encontraríamos con que casi todos los autores escogidos escriben sobre los Estados Unidos…

Puede ser, pero allá también hay un boom de la literatura sobre y por inmigrantes…
Lo entiendo, claro. Pero lo que digo es que me gusta leer y escribir sobre la Gran Bretaña contemporánea por el sentido de reconocimiento que hay en una lectura que trata de un lugar y tiempo que uno conoce íntimamente. Sin embargo, muchas de las piezas de los autores de la lista Granta, que no son historias localizadas en la Gran Bretaña son geniales. Por ejemplo el texto de Benjamin Markovits, que sucede en los Estados Unidos es genial, no puedo esperar a leer el libro. También los textos de Nadifa Mohamed, sobre Ghana, son maravillosos.

Como última pregunta, una pregunta rápida: ¿por qué leemos ficción? ¿Que hay en la ficción?
Esa no es una “última pregunta rápida”, es enorme y podríamos estar hablando durante otra hora. La respuesta es en parte que leemos por entretenernos, obviamente. Pero esto de una manera vuelve a lo que estaba diciendo acerca de la escena británica, o lo poco que se retrata la Gran Bretaña en las piezas de Granta. Entre otras cosas, la ficción es la forma en que la sociedad y la cultura hablan consigo mismas, imaginándose, pensándose. En algún punto discutimos que tal vez no haya literaturas nacionales, pero creo que es importante tener una literatura nacional: si las naciones existen de manera coherente, entonces una literatura nacional es una parte muy importante de esa identidad. Debido a que una nación es en cierta medida una algo imaginado, la ficción, la literatura de esa nación, es la forma en que se imagina a sí misma, una parte de lo que la define… Sí, es la forma en la que la sociedad se piensa a sí misma.

         

INSCRÍBASE AL NEWSLETTER

TODA LA EXPERIENCIA DINERS EN SU EMAIL
enero
30 / 2014