Así fue el turbulento rodaje de Titanic que “afectó” a varios de sus actores
Arnoldo Mutis
En diciembre de 1997, Titanic se integró a ese exclusivo club de películas que, de vez en cuando, desafían los más sombríos pronósticos y la realidad, marcan un instante de excepción en su época y adquieren proporciones míticas. La genial obra de James Cameron está en la misma línea de Star Wars, E.T. o Pulp Fiction, pero ninguna de ellas la supera en sus impresionantes cifras: llegó a ser la cinta más taquillera de la historia (superada luego por Avatar, del mismo director) y la primera en sobrepasar los 1000 millones de dólares en ganancias, sin contar su gloriosa noche en la gala del Oscar, cuando obtuvo 11 de los 14 premios a los que fue nominada, incluido el de mejor película. Tras semejante barrida, el realizador exclamó en su discurso “¡soy el rey del mundo!”.
Sin embargo, antes de alcanzar toda esa gloria, la película sobre una de las peores catástrofes de la historia, el hundimiento del barco Titanic, en 1912, tuvo una filmación desastrosa, como si quisiera emular un poco aquella debacle, marcada por las dilaciones, las peleas e imprevistos desafortunados.
Envenenamiento colectivo
Entre esas malas jugadas del destino la más sonada es la del envenenamiento de unos 60 miembros del equipo, incluido el director, con PCP, un alucinógeno más conocido como polvo de ángel, que alguien le echó a una sopa. Sucedió el 9 de agosto de 1996, cuando se estaban haciendo tomas en Nueva Escocia (Canadá) y, como de costumbre, la jornada se alargó hasta altas horas de la noche.
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“En un minuto yo estaba muy bien y al siguiente me sentía jodidamente ansioso y quería respirar en una bolsa de papel”, recordó el fallecido actor Bill Paxton. Otros, no lo estaban pasando mejor, con síntomas como vómitos, que llevaron a la conclusión de que la comida de mar estaba descompuesta. Pero cuando otros integrantes empezaron a reír a carcajadas incontrolablemente, gritar, gemir, tener raptos de ira y saltar como fuera de sí, fue claro que habían sido intoxicados con alguna sustancia que terminó siendo PCP. La locura fue tal, que a James Cameron lo hirieron con un lapicero, según Vanity Fair. “Yo estaba ahí, sangrando y desternillándome de risa”, relató el director.
Hasta hoy es un misterio quién le puso el polvo de ángel a la comida, pero la sospecha más firme recae sobre un técnico que había sido despedido de muy mala manera por el propio Cameron días antes. La conjetura no es nada descabellada, opinan testigos directos, dado que el director, si bien fue el arquitecto de la gran obra cinematográfica, lo fue igualmente del infierno entornó a su realización, al punto que Rae Sanchini, uno de los productores ejecutivos, llegó a exclamar: “¡esto parece una crisis de rehenes!”, en tanto que otros titularon la situación como “Lo que Titanic se llevó”.
Mal temperamento
“Él tiene un temperamento como no te lo imaginas. Había momentos en que me sentía realmente aterrorizada”, le reveló a The Guardian Kate Winslet, inolvidable intérprete de Rose DeWitt Bukater, rol protagónico que la catapultó como estrella principal de Hollywood. En ese momento tenía 21 años y al pánico al director, le sumaba los temores de morir ahogada durante las escenas en el agua, que le dan su sello característico al drama.
“Tendrían que pagarme mucha plata para volver a trabajar con él otra vez”, expresó también en su momento Winslet como si aquello fuera imposible. No obstante, 25 años después, actriz y director se han vuelto a encontrar en el set de Avatar: The Way of the Water, estrenada por estos días, la esperada secuela de Avatar.
Un reencuentro así, en cambio, no parece muy previsible con Leonardo DiCaprio, quien ya tenía un nombre cuando Cameron le confió el rol de Jack Dawson y Titanic fue la puntada definitiva para ascender al olimpo de los consagrados a tan corta edad (también contaba 21). Pero eso estuvo a punto de no ser, por lo que el director califica como actitud negativa del artista antes de ser contratado. Tras un feliz primer encuentro para ofrecerle el papel, Cameron lo citó para hacer una audición con Winslet. “¿Me estás diciendo que quieres que haga casting? Yo no hago eso”, fue la respuesta desconcertada y presumida del actor, quien acto seguido le oyó decir a Cameron: “Bueno, gracias por venir”. En últimas, aunque con reticencias, DiCaprio hizo la prueba, en la cual su química con Kate Winslet fue arrolladora y lo demás es historia.
A pesar de eso, la actriz asegura que la vida de su colega y gran amigo durante la producción fue “miserable”. Él, al igual que actores y extras, se vieron hondamente agobiados por las jornadas de 18 horas diarias de rodaje. “La gran cantidad de intérpretes combinada con la compleja logística de la película conllevaba a que la mayor parte del tiempo los actores estuvieran sentados sin hacer nada”, le contó Jason Barry, que encarnó a Tommy Ryan, a The Telegraph, en un artículo reciente en que varios artistas y otros profesionales recordaron su experiencia un cuarto de siglo después.
Muchas veces, los actores eran llevados de Estados Unidos al set de 200 millones de dólares en Rosarito, México, y eran devueltos sin filmar nada. Hubo quienes tenían dos escenas y duraron cinco meses en el estudio. “Todo era eterno”, le relató al mismo diario inglés Daniel Nucci, que hizo de Fabrizio, el amigo de Dawson, en tanto que el coordinador de dobles, Simon Crane, recordó que llamaron al lugar “el crucero del amor”, pues estallaron tórridos romances y se echaron a perder matrimonios.
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DiCaprio, el rompecorazones del momento, fue un gran ejemplo de eso. Sus noches comenzaban con tequilas en la barra libre del hotel donde se hospedaba el equipo en Rosarito. De ahí partía con amigos a divertirse por el lugar, donde pronto lo seguían jovencitas arrebatadas de amor por multitudes. “Él era un espíritu libre. No era cerrado para nada”, según Barry, testigo de cómo la gran estrella mataba el aburrimiento además jugando video juegos y contemplando a una iguana que tenía en su camerino.
Los excesos
Todos aquellos divertimentos eran paliativos para un ambiente sofocante por los excesos de Cameron. Para escribir el guión, hizo una minuciosa investigación histórica y se obsesionó con los detalles. Así, mandó no solo a recrear el majestuoso comedor del trasatlántico, sino a grabar con su logo genuino, RMS Titanic, la vajillas, cubiertos y menús. Barbara Chronowski, que trabajó como extra por seis meses, le relató a la agencia AP por esos días: “Él revisa toma por toma para asegurarse de no poner un mueble o accesorio que no corresponda con la época”.
Esa fijación con el control no paraba ahí. Varios excomponentes del equipo recordaron también para el Telegraph que Cameron “sabía hacer el trabajo de prácticamente cada persona”, así que se metía en todo. A menudo, enfurecía a los camarógrafos porque les quitaba la cámara y empezaba a filmar él mismo.
“Las cosas se hacían a su manera o no se hacían”, explicó Daniel Nucci, antes de agregar: “Estaba fuera de sí. Era muy gritón”. El director lo corroboró: “Yo gritaba frecuentemente. El estudio gritaba. Todo el mundo gritaba”. A altos decibeles, en efecto, protagonizó violentos altercados, a causa de los cuales una vez renunció todo el equipo de sonido y otra el de dobles, conformado por 120 personas.
Kate Winslet no era la única que temía por su vida. El hito en tecnología y recursos que marcó la cinta no dejaba de tener sus riesgos y el “coco” de todos era la réplica del Titanic que se construyó especialmente, de 236 metros de largo, es decir casi el 90 por ciento del tamaño del original. La pieza fue puesta en una piscina de más de 33.440 metros cuadrados, ubicada estratégicamente para que tuviera vista al horizonte del océano Pacífico. La sección frontal del barco reposaba sobre un mecanismo hidráulico, el cual permitía que, a medida que iba supuestamente colapsando, quedara a 90 grados dejando la proa en el aire. Las palabras de James Lancaster, que representó al padre Byles, resumen la situación: “Era una locura. No sé cómo nadie murió ahí”.
Otro de los grandes motivos de estrés de Titanic era la incertidumbre que circundaba al proyecto por todas partes. La terquedad y perfeccionismo de Cameron hicieron que el presupuesto se sobrepasara de 120 millones de dólares a 200 millones, una cantidad nunca invertida en una cinta. Lo malo era que la película no tenía para nada pinta de ser taquillera por dos factores claves: sus protagonistas no eran estrellas top, un gran riesgo, y su duración de tres horas y media, un aspecto que el director declaró “no negociable”. Como prenda, renunció a sus honorarios, 8 millones de dólares, y aceptó ganar un porcentaje de las ventas finales, lo que, a la postre, le reportó alrededor de 650 millones de dólares.
Esos puntos también los defendía como una fiera. Una vez, un joven ejecutivo de Fox, una de las dos productoras (junto con Paramount), llegó al set para supervisar y Cameron lo oyó hablando con las oficinas de reducir una escena para ahorrar dinero. De inmediato, le quitó el aparato, lo arrojo muy lejos y le ordenó a otro miembro del staff: “saque a este idiota de mi barco”. Cuando volvieron a hablarle del tema, respondió: “Si quieren cortar mi película, tendrán que echarme; y para echarme tendrán que matarme”. Ya en privado con sus colaboradores repetía: “Nunca nadie hará algo como esto”.
Palabras proféticas
Sus palabras fueron proféticas. Después de un aplazamiento de seis meses del estreno, Titanic finalmente fascinó al mundo entero con su grandiosidad, núcleo emocional y magistral interpretación, según señalaron los críticos, desde su estreno aquel 19 de diciembre de 1997 en Estados Unidos (a Colombia llegaría el 13 de febrero de 1998). Para comenzar, dio el primer paso para romper el mito de que si la premiere no era en verano la película no sería taquillera. Los 28 millones de dólares que recogió en su primer fin de semana no fueron mayor cosa para su costo, pero su caso fue único. Lo previsible habría sido que en los siguientes viernes, sábados y domingos ese rango de entre 25 y 30 millones de dólares disminuyera, pero en este caso se mantuvo por más de un mes. Otro hit fue que permaneció en el primer lugar de taquilla en Estados Unidos por quince semanas consecutivas, logro solo alcanzado antes por E.T. Recogió unos 2.195 millones de dólares.
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A pesar de todo ello, su tormentoso rodaje dejó una amarga huella en muchos de los que tomaron parte en él, comenzando por DiCaprio. Pese al vuelo que le dio a su carrera, él nunca ha expresado ninguna gratitud hacia Cameron y manifiesta que el triunfo se lo debe a Martin Scorsese, algo que muchos califican como injusto. A propósito, Cameron prepara para National Geographic un documental para demostrar, de una vez por todas, por qué Jack Dawson debía morir.
Charlotte Chatton, quien hizo de la aristócrata Madeleine Astor, le confesó al Telegraph que todo aquel caos hizo que no quisiera seguir dedicándose a la actuación. Otros, anotan que, a pesar de tanto disparate, había magia en aquella experiencia y reconocen que Cameron, en últimas, tenía razón cuando decía: “Esta va a ser la película más grande de todos los tiempos”.