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Basados en un proyecto llamado UK Biobank, que recoge datos sobre el genoma de más de 400.000 personas en el Reino Unido, se logró estudiar y comprobar la relación entre la ingesta de té y café (así como alcohol) con los genes del receptor del sabor, relacionados con tres sustancias amargas que poseen estas bebidas: cafeína, quinina y propiluracilo (sustancia artificial).
Así comprobaron que aquellas “personas con variantes genéticas en los receptores del sabor amargo que los hacen más sensibles a la cafeína tenían un 20% más de probabilidad de consumir más de cuatro tazas de café por día”, según el estudio que aclara que dichas personas tiene a la vez menos probabilidades de tomar té.
En conclusión, resume el estudio, las personas cuyo genes los ayudan a detectar más fácilmente la cafeína tienen más chance de volverse adictos a sus efectos estimulantes y, por lo tanto, a preferir el café, bebida que tiene más cafeína que el té.
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