‘Sobre el duelo’, las reflexiones que recoge Chimamanda en su más reciente obra

Maria Camila Botero
Hay momentos que cambian el rumbo de nuestro paso por el mundo. Para la galardonada escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie ese instante llegó el 10 de junio del 2020, el miércoles en que su padre James Nwoye Adichie murió y que describe como el “peor día” de su vida.
Es inevitable soltar una que otra lágrima al leer Sobre el duelo, un breve ensayo que escribió en la revista The New Yorker tres meses después de aquel doloroso suceso y que en abril del 2021 la editorial Penguin Random House lanzó al público en una versión de bolsillo de tan solo 100 páginas.
Un relato desde el dolor
El último día que Chimamanda vio a su padre en persona fue el 5 de marzo del 2020, justo antes de que el coronavirus cambiara el mundo. Después de eso, los acercamientos que ella tenía con su familia se limitaban a videollamadas todos los domingos, pues la mayoría se encontraba fuera de su pueblo natal, Abba, en Nigeria.
“El 7 de junio se conectó mi padre, del que solo asomaba la frente en la pantalla —como de costumbre— porque nunca aprendió a sujetar el móvil durante las llamadas”, escribe. Al siguiente día dos de sus hermanos fueron a visitarlo y dijeron que lo veían cansado. El 9 de junio Chimamanda no se extendió al hablar con él para dejarlo descansar, aunque nunca se imaginó que esa sería su última conversación. Su padre falleció el 10 de junio por complicaciones de un fallo renal. Irónicamente, el 11 de junio tenía cita con el especialista.
Con este íntimo relato, la autora pone en palabras los sentimientos de miles de personas alrededor del mundo que pasaron por lo mismo, pues más allá de lo doloroso que es perder a un pariente, durante la crisis sanitaria por la pandemia de covid se sumó otro golpe: no poder despedirse en persona.
“¿Cómo puede ser que por la mañana estuviera bromeando y charlando, y que por la noche se hubiera ido para siempre? Fue muy rápido, demasiado rápido. No tendría que haber sucedido así, no como una sorpresa malintencionada, no durante una pandemia que ha cerrado el mundo”, dice en un apartado de su libro recordando aquellas conversaciones con su padre en las que hablaban de lo extraño que era todo y del miedo que causaba el coronavirus.
Ella estaba en Estados Unidos y las fechas de apertura de los aeropuertos en Nigeria variaban constantemente. Su desesperación y la de toda su familia crecía, pues algunos pensaban que después del entierro podrían empezar a superar su pérdida. Sin embargo, los días seguían pasando y las morgues se llenaban cada vez más. Finalmente, después de cuatro meses de retraso a causa del coronavirus, el 9 de octubre hicieron el funeral.
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La risa es parte del duelo
Días después de la muerte de su papá, Chimamanda cuenta que se encontraba riéndose con sus hermanos por algunos de los momentos vividos junto a él. “¿Hasta qué punto las risas forman parte del duelo?”, se pregunta en su libro.
“La risa está estrechamente ligada a nuestro argot familiar, y ahora nos reímos recordando a mi padre, pero en algún lugar al fondo se asoma una bruma de incredulidad. La risa se aleja. Se transforma en lágrimas y se transforma en tristeza y se transforma en rabia”, continúa.
Menciona que su esposo le decía que cuando estaba cerca de su papá hasta su risa era diferente. Y sí, dice que es —así en tiempo presente— tanta su admiración, amor y ternura por su padre, que el simple hecho de compartir con él la llenaba de vida. Sin embargo, luego llega a la conclusión de que es una risa que nunca volverá a reír. “‘Nunca’ ha llegado para quedarse. ‘Nunca’ parece un castigo demasiado injusto. Durante el resto de mi vida, viviré tratando de alcanzar cosas que ya no existen”.
Frases que no le ayudaron en su proceso
“No sabemos cómo viviremos el dolor hasta que la pena nos alcanza”, dice la escritora antes de empezar a enumerar algunas de las frases que no recibió del todo bien durante su proceso.
Dos de ellas son “está en un lugar mejor” y “ahora está descansando”, pues argumenta que nadie lo sabe y que en caso de que se pudiera, deberían ser los más cercanos los que tuvieran acceso a ese conocimiento. Además, cree que su padre estaba en un gran lugar y no necesitaba ese ‘descanso’ celestial.
También, la estremece una frase que solía decirle a sus amigos en duelo: “Busca consuelo en tus recuerdos”. Asegura que más que un alivio, esos momentos le traen “puñaladas de dolor” que le dicen que nunca volverá a vivirlos. Por otra parte, hay dos palabras que para ella no significan mucho: Lo siento. “En su banalidad no implican nada”.
Pero lo que la “irrita profundamente” es cuando le dicen que su padre vivió 88 años y que, prácticamente, ya era de esperarse su muerte. “La edad no es relevante para el dolor: no se trata de lo viejo que era, sino de cuánto lo queríamos”, dice.
Sin embargo, encontró consuelo en recuerdos concretos y sinceros. Para ella, era reconfortable cuando personas que conocían a su padre lo definían como alguien íntegro, honesto, sereno, fuerte y amable.
Distintas maneras de decir adiós
La familia de Chimamanda es católica e integra en su religiosidad la cultura y la espiritualidad de la etnia igbo. Estos, ven la muerte y el duelo de una manera diferente a la que se acostumbra en occidente. Los ritos incluyen bailes y música. Son una fiesta.
“No es el carácter festivo de los funerales igbos lo que me desagrada, sino lo pronto que se celebran. Necesito tiempo. De momento, quiero sobriedad”, escribe. Para ella su dolor era tal que no quería hablar con nadie, era egoísta con su pena, quería guardársela. Tanto así que ni siquiera le gustaba la idea de contarle a otros que su padre había muerto. “No se lo digas a nadie, porque si lo decimos será verdad”, le pedía a su hermana.
Y aunque asegura que aún no ha superado su pérdida, los rituales de su tribu la ayudaron. “La pena es un tipo de enseñanza cruel. Aprendes lo poco amable que puede ser el duelo, lo lleno de rabia que puede estar; lo insustancial que puede resultarte el pésame. Aprendes lo mucho que tiene que ver la pena con el lenguaje, con la incapacidad del lenguaje y con la necesidad de lenguaje”.
A pesar de que al momento de escribir esas líneas para The New Yorker rogaba para no volver a enfrentarse al duelo por un ser querido, casi nueve meses después murió su madre, Grace Ifeoma Adichie. El mismo día del cumpleaños de su padre: el primero de marzo.
En medio de todo el dolor, una amiga le recordó una frase que escribió en una de sus novelas: “La pena era una celebración del amor, quienes sentían auténtica pena habían tenido la suerte de amar”.
Otras obras de Chimamanda
Chimamanda Ngozi Adichie se ha convertido en una de las principales exponentes del feminismo actual y una de las autoras más emblemáticas del panorama literario contemporáneo africano. Su discurso Todos deberíamos ser feministas es una de las charlas más divulgadas de todos los tiempos en Ted Talk, así como El peligro de la historia única.
También ha escrito tres novelas: La flor púrpura, Medio sol amarillo y Americanah. Por ellas ha conseguido gran aceptación de la crítica y ha recibido premios como el Chicago Tribune Heartland Prize 2013, el National Book Critics Circle Awards en 2014 y el Orange Prize For Fiction, entre muchos otros.
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