FICCI Interruptus: el cine como una apuesta de sobrevivencia

Adrián David Osorio Ramírez
Los proyectores del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias permanecieron apagados por casi un año, hasta que el FICCI Interruptus llegó como una respuesta a la industria cinematográfica y a los entusiastas del séptimo arte.
Esta vez, el Festival de cinco días se dividió en ocho sesiones -marcadas por las lunas llenas del año- en las que se proyectaron las cintas que quedaron pendientes de la versión anterior y se propiciaron diálogos alrededor del cine.
Con la luna iluminando las proyecciones al aire libre, el FICCI de 2021 pasó a la historia como un formato único que acercó el evento a los cartageneros y demostró la capacidad de reinvención de este tipo de encuentros.
Apuesta por la presencialidad
Festivales, conciertos, obras de teatro y conferencias se volcaron a la virtualidad como una solución a la imposibilidad del encuentro presencial. Sin embargo, el equipo directivo del FICCI siempre tuvo claro que el factor de reunión colectiva del evento era imprescindible.
“Debíamos reaccionar y nos pedían volvernos virtuales en cinco minutos. Nosotros decidimos esperar porque nuestra apuesta es al visionado colectivo. Queríamos defender el encuentro y la experiencia”, cuenta Lina Rodríguez, directora general del festival.

Paradójicamente, otra emergencia propició la primera luz en medio de lo que Rodríguez llama “una noche muy larga”. En noviembre de 2020, Cartagena fue golpeada por el paso del huracán Iota, que causó inundaciones en 34 barrios y 155.000 damnificados.
En medio de este caos, los albergues que recibieron a los cientos de damnificados se convirtieron en salas para disfrutar de películas. “Fue así como el cine volvió a juntar a la comunidad y a hacernos sentir la importancia de lo que hacemos”, dijo la cartagenera.
Las conversaciones para el regreso del FICCI en 2021 continuaron por otro par de meses hasta que surgió la idea de Interruptus. “No había salas de cine así que debíamos hacerlo en la calle. Definitivamente tenía que ser en la noche. Y como no podían ser cinco días seguidos, decidimos dividirlo, fue allí cuando hablamos de distanciarse de acuerdo al ciclo lunar”, explica Felipe Aljure, director creativo del evento.
Cine Interruptus
Ocho lunas llenas, de marzo a octubre, presenciaron la reunión alrededor del cine. Para cada sesión, el equipo de la organización desplegaba salas de cine en múltiples escenarios como la Torre del Reloj, Castillo de San Felipe, el Museo Histórico de Cartagena y barrios como Canapote y Nelson Mandela.
“Hicimos una alianza con Dolby y ellos instalaron un sonido extraordinario de 5.1. Además contamos con pantallas estructuradas con alta reflectividad y proyectores láser. La experiencia de todo esto era perfecta para la noche”, cuenta Felipe Aljure.
Dentro de la lista de largometrajes proyectados estuvieron la premier de la película francesa Slalom: al límite que contó con la presencia de la directora Charlène Favier, además de El Páramo, del colombiano Jaime Osorio, y la cinta Teddy de los franceses Ludovic Boukherma y Zoran Boukherma.

Para la clausura de la octava luna llena, el FICCI junto a la Embajada de España presentó La vida en un baile, un documental que cuenta la trayectoría artística del bailaor de flamenco español David Morales. El artista, además, realizó una presentación en vivo junto a la cantaora cartagenera Ceciclia Silva y el músico Tomas Valdés.
En total, FICCI Interruptus presentó 124 películas de 30 países en 41 salas de cine creadas por la producción local del festival que contaron a su vez con 6.000 espectadores. “Una apuesta de sobrevivencia, sobre todo para el sector cultural. Aprendimos a transformar la parálisis y el miedo en ideas y nuevas opciones”, dijo Rodríguez.
Reflexiones de cine
Con la mirada puesta en la versión número 61 del FICCI, que se realizará del 16 al 21 de marzo, Felipe Aljure confirma que “los festivales de cine modifican individuos porque los expone a criterios y pensamientos que vienen de distintos continentes, géneros, culturas e idiomas. Eso forma, de alguna manera, seres humanos más sensibilizados”.
De allí que tanto para Aljure como para Rodríguez, la característica de la presencialidad debe sobrevivir. “Nunca fue una opción hacer el festival virtual. Entre el equipo directivo y el creativo coincidimos en la apuesta experiencial, en la vivencia, en el colectivo. Ni siquiera fue una conversación que generó tensión”, dice Lina Rodriguez.

Sin embargo, ambos coinciden en que las formas de consumir contenido audiovisual continúan transformándose y los formatos híbridos -como Interruptus- son un primer paso en este camino de incertidumbres. “Los festivales de cine como formato tienen reflexiones que venían de atrás. Hemos estado en conversatorios donde la pregunta es cuál es el futuro de los festivales de cine. Algunos han optado por mezclar música, cine y literatura”, dice Aljure.
En el caso del FICCI, esta versión de lunas llenas le permitió acercarse intencionalmente a la comunidad local, ya que usualmente el público son los cineastas y creativos de la industria que se desplazaban hasta la ciudad. “El abrazo de la localía, los cinéfilos y la gente que se fue a ver los circuitos culturales fue total. Gracias a Fontur y a otros programas, en el marco de la reactivación, Cartagena se convirtió en la ruta por excelencia, ya que Cartagena se quedó atendiendo a todo el turismo nacional que no podía salir del país”, dice Rodríguez.
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