Art Basel, la fiesta del arte de Miami

POR: Revista Diners
 / diciembre 22 2014
POR: Revista Diners

Tres horas después de la apertura de Art Basel, muchas obras de arte ya se habían vendido. Cientos de coleccionistas y expertos llegaron a primera hora a Miami, en sus jets privados, ávidos por comprar. Una de las primeras obras adquiridas fue un óleo, sin título, del artista colombiano Óscar Murillo, representado por la galería David Zwirner, así como una enorme escultura del artista estadounidense Alexander Calder, que costaba 35 millones de dólares.

Esta edición de Art Basel/Miami Beach, que se llevó a cabo entre el 3 y el 7 de diciembre pasado, ha sido considerada la mejor hasta el momento, no solo por las ventas, sino también por la calidad de los artistas y las exhibiciones que pudieron apreciar los cerca de 70.000 visitantes que fueron. Otro indicador de su éxito es que este año regresaron el ciento por ciento de las galerías que participaron en la edición anterior. “Es un hecho sin precedentes, que demuestra la importancia de este evento”, aseguró su director, Marc Spiegler, el día de la inauguración.

Lo cierto es que hasta hace poco, la feria era percibida como un evento social. Se trataba más de ser visto que de ver, de asistir a fiestas y cocteles, más que de pasar horas recorriendo el lugar y apreciando las obras de arte. Había la impresión de que el arte pasaba a un segundo plano y solo servía de excusa para hacer contactos.

Pero una y otra vez se ha demostrado que las apariencias engañan, y el hecho de que Miami se considere una ciudad divertida, no significa que el arte no se toma en serio, o que no sean rigurosos a la hora de organizar eventos culturales. Una cosa no excluye la otra. Como dijo recientemente el artista británico David Hockney, al diario The Times: “No soy un artista desdichado. El arte debería ser sobre la alegría”. Y sus inmensas y coloridas impresiones dibujadas en su iPad, inspiradas en la primavera, estaban a la venta en el puesto de la galería Annely Juda Fine Art, por un precio que oscilaba entre los 28.000 y los 98.000 dólares.

De hecho, Miami se ha transformado gracias al arte. Incluso ha desarrollado un estilo propio, reflejado en las instituciones que han surgido en los últimos años, como el PAMM (Perez Art Museum of Miami) y las colecciones abiertas al público, como la de la Cruz, la familia Rubell y la Ella Fontanals de Cisneros. Es tal el compromiso de la ciudad, que el alcalde de Miami Beach, Phillip Levine, anunció que destinará 500 millones de dólares para la renovación del Centro de Convenciones, donde todos los años se realiza la feria.

Lo más destacado

Resultaba imposible pasar por alto el stand de la galería Gmurzynska, de Zúrich, que tenía una muestra curada por Nellee Hooper, en un espacio diseñado por el director de cine Baz Luhrman, y su esposa, la productora Catherine Martin, inspirado en un salón de clases, y que llevaba como título “¡Un niño podría hacer eso!”. Adentro, entre pupitres y tableros, había obras maestras de Pablo Picasso, Joan Miró, Francis Bacon y Cy Twombly, entre otros.

La idea, que resultó muy taquillera, era mostrar cómo en su momento, esos artistas, cuyas obras hoy valen millones de dólares y están en los museos y colecciones más importantes del mundo, fueron cuestionados por la aparente simplicidad de su trabajo. De ahí surgen varios interrogantes, como, por ejemplo, si tendrían el mismo valor si en efecto hubieran sido hechas por un niño. Lo cierto es que invitan al espectador para que abra su mente a las nuevas propuestas del arte contemporáneo, a veces difíciles de apreciar.

Este fue el abreboca perfecto para disfrutar de las miles de piezas que fueron exhibidas, como la instalación de Urs Fischer, que incluía 1.080 lágrimas verdes suspendidas en el techo, del stand de la galería Sadie Coles de Londres; o la obra del conocido artista y activista chino Ai Weiwei, que consistía en un enorme cubo de cristal, así como la ampliación de una “selfie” que se tomó cuando lo arrestaron en Sichuan, China, en 2009.

Otra de las más visitadas fue la instalación pública diseñada por la artista de performance Marina Abramovic, que estaba conformada por unos catres de campaña, en los cuales los visitantes de la feria podían, literalmente, acostarse a descansar o a reflexionar sobre lo que habían visto, sin ninguna restricción de tiempo, y, además, podían colocarse unos audífonos que los aislaba del ruido.

La obra reciente del niño malo del arte, el artista británico Damien Hirst, tampoco podía faltar. Esta vez sorprendió con unas ediciones numeradas de frascos de medicina y pastillas gigantes, que para alegría de muchos estaban entre las piezas más asequibles de la feria –a US$5.000 cada escultura–.

Vale destacar que, por primera vez, una galería colombiana estuvo dentro del sector principal. Se trata de Casas Riegner, que participó con obras de Mateo López, José Antonio Suárez Londoño, Bernardo Ortiz, Ícaro Zorbar y Leila Cárdenas. En el sector Nova, la galería Instituto de Visión debutó este año, mientras que el galerista colombiano Alex Mor, con su galería Mor Charpentier de París, participó por tercera vez.

Es justo decir que nunca hay suficiente tiempo para ver todo lo que uno quisiera. Sin embargo, después de recorrer la feria, la sensación que le queda al espectador es que, sin importar gustos, opiniones o preferencias, las grandes protagonistas fueron las galerías, que trajeron sus mejores obras, mostraron a sus artistas más destacados y se lucieron con sus montajes. Es probable que el año entrante, todas vuelvan a aplicar.

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diciembre
22 / 2014