14 obras de arte que reflejan la vida durante la cuarentena
Revista Diners
La cuarentena sigue avanzando y a pesar de que hay una fecha final, el aislamiento voluntario seguramente continuará. Los días pasan, la rutina sigue. Hoy leemos, luego cocinamos; algunos trabajan más que antes, otros reciben un poco del sol que entra por sus ventanas, o aprovechan el balcón para respirar. Y otros admiran las obras de arte del mundo entero a través de internet.
Algunos artistas, hace más de dos siglos, elaboraron obras que que en la actualidad podrían explicar lo que vivimos y lo que sentimos.
Diners le muestra, 14 obras de arte en las que reflejan la vida en épocas de cuarentena:
El geógrafo de Vermeer
Algunos pasamos de tomar el transporte público o ir en carro hasta nuestros lugares de trabajo, a trasladar la oficina a algún rincón de nuestras casas.
Probablemente, en las pausas del teletrabajo o en algunos momentos del día se nos puede ver como El geógrafo de Vermeer, considerada una de las mejores obras de arte. De pies y tomando algunas medidas sobre un mapa. Por un momento el geógrafo deja de lado su labor para fijar su mirada por la ventana a algún punto incierto. Y probablemente eso nos pase con frecuencia en casa.
Este cuadro del holandés Johannes Vermeer es uno de los pocos protagonizados por un hombre, pues su producción giraba en torno al universo femenino. Este personaje fue inmortalizado hacia 1669 y actualmente el lienzo original se encuentra en el Museo Städel, en Frankfurt, Alemania.
La Muchacha leyendo de Jean Honoré Fragonard
Probablemente muchos decidieron retomar un texto olvidado, o empezaron a leer una nueva historia y La Muchacha leyendo de Jean Honoré Fragonard, es un reflejo de esas tardes o noches junto a ese libro abierto.
Aunque este no es uno de los lienzos más populares del pintor francés, es uno de los más profundos, pues a diferencia de otros no representa ningún acto carnal de la sociedad parisina, por el contrario, se percibe un momento íntimo de una mujer en casa.
La Muchacha leyendo fue creada hacia 1769 y actualmente hace parte de la colección de la Galería Nacional de Arte, en Washington, Estados Unidos.
Los jugadores de cartas
Otra de las actividades que se ha vuelto común en estos tiempos de aislamiento y que muchas veces resulta un plan familiar de integración son los juegos de mesa (aunque Parchís se esté robando el lugar). El parqués, UNO!, y las cartas hacen parte de las noches de ocio y diversión.
Los jugadores de cartas es uno de las obras de arte sobre naipes que realizó Paul Cézanne en la década del post-impresionismo. Aunque luce como una obra sencilla, es una de las más importantes de la historia del arte y en el 2012 fue la más cara del mundo, (250 millones de dólares), hasta que en el 2015 su colega Gauguin le robó el puesto.
En esta se obra se observa a dos campesinos jugando cartas con una botella de vino en medio. La distorsión de la perspectiva, característica del pintor francés, se emplea para simplificar la geometría y usar la técnica del facetado, que consiste en ofrecer una visión fragmentada (por parcelas) de un cuadro.
Estas características las adoptan los cubistas 15 años después. Incluso, Pablo Picasso aseguró que “Cézanne es el padre de todos nosotros”.
Gran Vía
¿Quién se iba a imaginar que un cuadro pintado hace 39 años se convertiría en una imagen común en el 2020? El pintor Antonio López creó Gran Vía, un trabajo que le tomó siete años (1974-1981) y que muestra en absoluta soledad, una de las calles madrileñas más visitadas de la ciudad.
Este lienzo, que inicia en calle Alcalá y se pierde de vista casi en la vía Callao, tiene una composición minuciosa y detallada de los edificios y calles de la Gran Vía de Madrid.
López afirmó sobre su obra que era una representación “en la que reina el silencio, pero es una ficción, no existe una gran vía silenciosa y vacía”. ¿Qué pensará ahora el artista hiperrealista?
Madrid desde Torres Blancas, 1982
A la par de Gran Vía, Antonio López pintó Madrid desde Torres Blancas. Esta obra también le tomó varios años (1976 – 1982), y cuesta un poco más de 2 millones de euros. Acá vuelve a revelar talento para convertir uno de los lugares más concurridos de Madrid en una calle solitaria. Algunos usuarios en Twitter han hecho un comparativo entre la pintura y cómo luce actualmente la calle. El resultado de sus obras de arte es el mismo al de la realidad.
Vea también: ¿Dónde ver las obras de arte más importantes de la historia?
El sol de la mañana
Quienes han tenido que lidiar con el aislamiento completamente solos quizás se sientan representados en las obras de Edward Hopper, que no en vano, es conocido como el pintor de la soledad.
El sol de la mañana (1952) es una de las tantas pinturas que capturan a las personas aisladas, melancólicas y solitarias, inmersas en sus propios pensamientos.
Aquí se ve a Josephine, la esposa del pintor, más conocida como Jo, sentada sobre su cama mientras toma el sol en la mañana. Cuando Jo posó para Hopper tenía 69 años, aunque aquí se ve radiante y mucho más joven. Actualmente, esta obra se encuentra en el Museo de Arte de Columbus, Estados Unidos.
Autorretrato como San Jerónimo cuando era más viejo y más sabio, 2015
El artista Darío Ortiz Robledo, nacido en Ibagué pero radicado en México, presentó esta pintura en la 58 Edición de la Bienal de Venecia en el Pabellón de San Marino en 2019.
Allí reveló que su obra, con influencia del renacimiento y barroco, arroja una mirada actual a la memoria colectiva que le transmite al espectador algún reflejo de la vida cotidiana con detalles de la vida moderna. ¿Se logra sentir identificado con el rostro pensativo que el autor refleja en su obra?
Paisaje de Fiesole, 1954
Esta fue una de las primeras obras de arte de Fernando Botero que llegó a la colección del Museo de Antioquia. En ella retrata la ciudad vacía mientras que dos campesinos aran la tierra en solitario.
Reseña la página web vivirenelpoblado.com que la obra la compró la Sociedad de Mejoras Públicas, a pesar de haber sido duramente criticada en Bogotá por encontrar figuras poco naturales.
Plaza de Italia, 1913
Este paisaje cargado de melancolía y nostalgia hace parte de una colección extensa del pintor Giorgio de Chirico, reconocido por fundar el movimiento artístico Scuola Metafisica, en donde busca que las pinturas muestren plazas desiertas con encuadres de profundidad que desafían la física.
En este caso, Chirico revela en esta pintura a dos hombres conversando en medio de una plaza desértica, una escena muy similar a la que se ve en cualquier plaza del mundo.
El espejo psiqué, 1876
La pintora francesa Berthe Morisot mostró interés por los temas cotidianos y la captación de los efectos de luz en sus pinturas expresionistas. En El espejo psiqué, la artista muestra a una mujer mirándose al espejo mientras entalla su camisón, intentando imitar a un corsé.
La palabra Psiqué hace referencia al modelo de espejo en el que se está mirando la mujer, es decir, un espejo abatible, muy frecuente en las obras de arte de Morisot.
La encajera, 1669
Seguramente usted también habrá aprovechado este tiempo para retomar esa actividad que requería de su tiempo y paciencia, así como lo refleja el holandés Johannes Vermeer, quien retrata a una costurera en la intimidad de sus tareas cotidianas.
El mismísimo Vincent Van Gogh y Pierre-Auguste Renoir quedaron impresionados por la forma en que Vermeer utilizó los colores y el efecto de luz.
Emile Bernard hizo lo mismo en 1888 cuando le escribió al artista: “su arreglo amarillo limón, azul claro y gris perla es asombroso”.
Madame Cézanne, 1877
En algún momento de la cuarentena usted también habrá tenido la cara de la esposa de Paul Cézanne, quien se sentó durante más de una semana en el mismo sillón para que su esposo la retratara. Su expresión lo dice todo.
La cerradura, 1777
Este es el trabajo del francés Jean- Honoré Fragonard, quien retrata a una pareja abrazada al lado de una cama. Ambos están en lo que parece ser su ropa de descanso y puede asimilarse a las escenas recurrentes del amor en los tiempos de la cuarentena.
El cuadro fue encargado por el marqués de Veri para reflejar a la sociedad francesa. De ahí que Fragonard decidió mostrar dos tipos de amor en la obra: el carnal y religioso, al utilizar técnicas que eran populares para retratar santos.
Vista desde la casa del hermano de la artista, 1908
La alemana Gabriele Münter aprovechó su viaje por Alemania para visitar a su hermano Carl Munter en la ciudad de Bonn. Allí aprovechó la vista de su balcón para pintar lo que veía desde allí: una calle empedrada, árboles de otoño y los edificios de la época.
Vale la pena aclarar que aunque era una calle concurrida, Münter prefirió dejarla en solitario para evocar la tranquilidad de la naturaleza en medio de la vida.