José Francisco Arata: En la inmensidad de la nada
Revista Diners
A sus casi sesenta años, José Francisco Arata tiene la misma energía y entusiasmo que a los once, cuando vivía en Turín, Italia –ciudad natal de su padre–, y soñaba con llegar a las cimas más altas de los Alpes. Era tal su afición que cuando salía del colegio, por las tardes iba en busca de lugares para escalar con sus amigos. A finales del otoño, apenas empezaba a nevar, esquiaban. Siempre le atrajeron los deportes extremos y el contacto con la naturaleza.
En Colombia, donde vivió por más de diez años, y se desempeñó como presidente de la petrolera Pacific Rubiales hasta 2015, hizo parte del equipo colombiano que asumió el reto de escalar las “Siete Cumbres” continentales, hazaña que completaron en abril de 2016, cuando coronaron la cima del monte Carstensz, en la isla de Papua Nueva Guinea, a 4.884 metros sobre el nivel del mar. Antes ya habían conquistado el punto más alto del Aconcagua en Suramérica, Denali en Estados Unidos, Elbrus en Europa, Everest en Asia, Kilimanjaro en África y el Vinson en la Antártida.
Pero Arata, más allá de sentirse satisfecho y orgulloso de sus logros, siempre quiere más. Busca llevar las cosas al límite, sentir la adrenalina –siempre midiendo el riesgo–. Y eso fue lo que hizo en esta expedición a la Antártida, considerado el lugar más remoto de la Tierra. La misión consistió en llegar al Polo Sur luego de realizar un recorrido de 111 kilómetros en esquís desde el Paralelo 89 Sur.
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Llegada a la Base de Operaciones en el Union Glacier, a bordo del carguero ruso Ilushin-76 que aterriza sobre una pista de hielo
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Juan Pablo Montejo y Abbas Jafarian, sus compañeros, fueron los primeros de sus países, (Colombia e Irán) en lograr esta hazaña. “La carrera protagonizada a principios del siglo pasado por el noruego Roald Amundsen y el británico Robert Scott para conquistar el Polo Sur dio origen a muchos libros, cuyos autores analizaron las razones del éxito de Amundsen, que alcanzó por primera vez el Polo Sur el 14 de diciembre de 1911. Un mes después, el 17 de enero de 1912, Scott llegó recorriendo una ruta diferente. Siempre sentí admiración por estos exploradores que emprendían expediciones a sitios jamás visitados por el hombre (…) Experimentar parcialmente lo que ellos vivieron durante la conquista al Polo Sur fue como realizar un sueño que siempre estuvo latente dentro de mí”, afirma Arata desde su celular en algún lugar en el sur de Chile.
Aunque ya había estado en la Antártida en 2013, cuando hizo parte del equipo que escaló el monte Vinson, afirma que esta experiencia fue completamente diferente. “Ese fue mi primer contacto físico con los glaciales infinitos y las temperaturas extremadamente bajas de este continente. Tras el descenso de la cumbre, en el campo base del Union Glacier, coincidimos con unos esquiadores que regresaban del Polo Sur después de una travesía desde el paralelo 89° sur. Le dije a Juan Pablo, mi compañero, que algún día vendríamos aquí para esquiar hasta el Polo Sur. Casi cinco años más tarde regresamos a cumplir esa promesa”.
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La bitácora del día y las fotos de la expedición se transmitían vía satelital desde la carpa. Era el único contacto con la civilización
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Asegura que la Antártida posee una energía especial. “Es algo que te atrae, aun cuando allá lo único que hay es hielo y roca, lo que yo defino como la ‘inmensidad de la nada’ tiene algo fascinante, una belleza silenciosa, monocromática, resplandeciente. Se trata de lo más parecido a un viaje a otro planeta sin volar al espacio”. Y en efecto, para llegar allá y enfrentar algunas de las condiciones más extremas a las que puede someterse el cuerpo humano, se requiere cumplir un riguroso entrenamiento, digno de un astronauta.
“El éxito de una expedición de este tipo está en la planificación de dos aspectos fundamentales: el entrenamiento y el equipo técnico. El entrenamiento debe iniciarse con seis meses de anticipación, e intensificarse durante los últimos tres. Un mes antes hay que lograr arrastrar un par de llantas de camioneta en terreno mixto por 6-8 horas, correr 10-15 km dos veces a la semana, subir al cerro por 3-4 horas con mochila pesada, y realizar actividad de fortalecimiento de piernas y espalda en el gimnasio”.
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El campamento durante la travesía: un paisaje y clima extraterrestres
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En cuanto al equipo técnico, “hay que privilegiar ropa térmica que permita la transpiración sin congelarse, a través de diferentes capas que se van alternando durante la travesía. No puede descuidarse ningún detalle, ya que una vez allá no existe forma de comprar algo”. No obstante, la preparación no garantiza que no haya problemas, simplemente brinda herramientas para solucionarlos.
De hecho, el día seis de la expedición fue uno de los más complicados. “Nos despertamos a las siete de la mañana para derretir hielo, desayunar, llenar los termos y desmontar el campamento. Afuera de las carpas soplaba un viento gélido del sureste, que hacía que la sensación térmica estuviera cerca de los –40°/–45 °C. Empezamos a desplazarnos sobre los esquíes a las 9:00 a. m. y a pesar de que mantuvimos un ritmo de avance sostenido para calentarnos tratando que la sangre fluyera a manos y pies, nuestras extremidades parecían bloques de hielo. Estuvimos progresando hasta las 6:00 p. m. El desgaste físico de la esquiada arrastrando el trineo sobre la superficie irregular del glacial, que presentaba numerosas dunas producidas por el viento (sastrugis) fue extremo”, recuerda el venezolano, quien asegura que el secreto para no desfallecer en estos casos consiste, por un lado, en “mantener la concentración en cada movimiento para preservar energías y por otro estar pendiente de los compañeros para animarlos en los momentos de mayor dificultad”.
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Celebrando con Juan Pablo Montejo y Abbas Jafarian en el hito del Polo Sur Ceremonial. Montejo y Jafarian son los primeros en sus países (Colombia e Irán) en alcanzar el Polo Sur en esquís
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Además de la aventura y el reto personal, esta expedición tuvo otro objetivo. “Quisimos documentarla, desde su planificación y entrenamientos, hasta la travesía y llegada al Polo Sur. La idea es sensibilizar a los jóvenes sobre la importancia de la preservación de los ecosistemas de la Antártida y, en general, del planeta. En 2041 se vence el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente firmado en 1991. Para esa fecha, los países firmantes deberán decidir si lo modifican o lo renuevan por otros cincuenta años. Los jóvenes de hoy tendrán en sus manos esa decisión. Nuestra campaña es para que ese acuerdo se renueve indefinidamente”.
Para Arata cada aventura es una lección, un paso más en su crecimiento personal. Su esposa, la actriz y presentadora colombiana Ana María Trujillo, y sus hijas y nietas lo apoyan de manera incondicional, aunque admite que a veces se preocupan. Y aunque acaba de llegar de una extenuante travesía, ya está planeando su próximo reto.
“La expedición al Polo Sur fue concebida como algo integral, denominado Ski Pole to Pole, que incluye una segunda etapa que será la travesía hasta el Polo Norte. La diferencia entre estos dos lugares radica en que el Ártico no es un continente como la Antártica, sino un océano congelado. La travesía en el sur es a casi 3.000 metros sobre el nivel del mar, mientras que en el norte es a nivel del mar. La topografía del Ártico no es tan monótona porque las dunas de hielo son más altas y porque hay presencia de fauna marina y osos polares. La fecha prevista para esta segunda parte de la expedición es abril de 2019”, anuncia con un tono de alegría.