Antonio Dorado, cineasta creador y mentor de buenas historias

Las historias de Antonio Dorado: El rey, La reina y La caída, una futura película con narcos, vistos a través de los ojos de una empleada del servicio, le han valido un nombre en mayúsculas en el cine colombiano.
 
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Thierry Ways

Luces, cámara, acción: “Soy documentalista y montajista”. Así se define, en la primera toma, el director Antonio Dorado Zúñiga (1960). Documentalista, por ser autor de 28 documentales, entre los que se incluye Apaporis, en busca del río, su trabajo más reciente a punto de ser estrenado por Cine Colombia en las carteleras de todo el país, un recorrido por los ríos Canarí y el Apaporis, en el que sigue el viaje del padre de la etnobotánica y profesor de la Universidad de Harvard, Richard Evans Schultes. Y montajista porque también ha hecho cine, pero él asegura que en realidad se trata de que en el set busca “los planos necesarios para contar una historia”.

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Historias como las de El rey (2004) y La reina (2011), dos filmes que forman parte de una trilogía sobre el narcotráfico en Cali, y que concluirá con La caída, una futura película con narcos, vistos a través de los ojos de una empleada del servicio, le han valido un nombre en mayúsculas entre los creadores con una visión y un estilo propio. Lo de Dorado se identifica a leguas.

Sabe lo que quiere. Por eso lo tienen sin cuidado las críticas condenatorias de las cintas sobre narcotraficantes. Cree que en Colombia “aún no se ha hecho la gran película sobre el tema” y está convencido de que “las películas sobre narcotráfico desaparecerán cuando este fenómeno se acabe”.

Nacido en el Cauca y criado en Cali, Dorado es desde hace dos décadas profesor de la Universidad del Valle. Varias promociones de comunicadores sociales recuerdan con admiración sus clases de historia del cine, estética, géneros cinematográficos y los talleres de montaje en argumental y documental.

En su rol académico Dorado equilibra su rigor intelectual con su pasión por el séptimo arte, la cual lo llevó en su niñez a colarse en los teatros a ver cine, y en su madurez a hipotecar su casa para financiar su ópera prima El rey. Fuera de sus espacios favoritos, el salón de clases, el set y la sala de montaje, Dorado saca tiempo para leer (tiene una maestría en Literatura colombiana y latinoamericana), bailar salsa, organizar comidas con amigos o estar junto con su esposa Cecilia y su hijo Juan Manuel.

Pero finalmente es director de cine, y para más señas caleño, por lo que le resulta inevitable hablar de Caliwood, palabra que trasciende a sus creadores (Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y Luis Ospina) y que “hoy identifica la manera de una ciudad de ver al cine y al mundo”.

Es más, tiene claro que las mejores películas de Caliwood no son las que se han hecho, “sino las que están en las cabezas de los jóvenes”. Jóvenes a quien ha sabido contagiar de su amor por el cine. Para eso trabaja y para eso hace cine: como lo dijo Pablo Neruda, “Para esa alegría futura hemos cantado los poetas de este tiempo”. Que es lo mismo que decir: los cineastas como él.

         

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marzo
14 / 2012