Tres colombianos que llenan de orgullo al país
Óscar Mena
Colombia es un paraíso en el que la magia salva lo insalvable. Donde la ficción se cruza con la realidad para entregarnos emociones y orgullos. Donde se nos infla el pecho al escuchar que nuestro himno es el segundo más bello del mundo, después de la Marsellesa de Francia. Donde es posible vivir el sueño americano, vestido de tricolor, así como lo demuestran estos colombianos.
Camila Miranda, de Colombia a Tailandia
Foto cortesía: Jorge Escobar
Camila Miranda es una diseñadora hecha a pulso. Su madre le inculcó el amor por la confección. Aunque empezó estudiando Negocios Internacionales, su corazón la encaminó al Diseño de Modas, carrera que estudió en La Salle College.
Esta formación le dió a Miranda un concepto claro y conciso que llevó su primer proyecto al Monterrey Fashion Week, en México, y luego a ser reconocida por su pares como una promesa del diseño. Trabajó por un tiempo con Oliva Vlack como directora de diseño y producción, y luego fundó su propia marca: Camila Miranda.
Miranda practica la economía circular en su boutique ubicada en la calle 93b #13-30. Foto cortesía: Ana María Cardona (@amariacardona) Producción: Caro Peña (@carolasuite) Modelo: Camille Mos (@camimos26)
Con la ayuda de sus padres (un economista y una emprendedora que ahora es su directora de producción), la marca ha logrado reinventarse con el paso de los años con pilares fundamentales como lo son: el reciclaje, la pintura y Colombia como tema de inspiración.
“Mi concepto se ha inspirado en el reciclaje. En mi oficina, en la calle 93, los muebles son reutilizados y aprovecho todos los materiales que sobren en nuevos diseños. Todo es una economía circular”, comenta Miranda.
Miranda también se caracteriza por intervenir sus vestidos con pedrería. Vestido: @camilamirandafashion Foto: Ana María Cardona (@amariacardona)
Producción: Caro Peña (@carolasuite) Modelo: Camille Mos (@camimos26)
Gracias a este concepto, Miranda ha llamado la atención de diseñadores como Ricardo Pava y Hernán Zajar en el Bogotá Fashion Week (BFW) y en concursos de Jóvenes Diseñadores de la Secretaría de Desarrollo que la llevó a representar al país en el Festival de la Seda en Tailandia.
“Me acuerdo que la convocatoria fue un día después del BFW, estaba cansada y tenía todos los vestidos en esta instalación. Sin embargo, algo dentro de mí dijo que me presentara, así que llevé dos vestidos y el portafolio”.
Con un lugar lleno de diseñadores y modelos, Miranda le presentó su concepto al jurado, que la eligió como una de las tres finalistas. “Luego la esposa del embajador en Tailandia, Astrid Amaya, me eligió por el concepto de siluetas rectas, que le pueden quedar bien tanto a una niña de 15 años como a una señora de 60; el tema de reciclaje y la economía circular”.
Camila Miranda firmando el vestido de Astrid Amaya en Tailandia. Foto cortesía: Camila Miranda
Una vez elegida, Miranda recibió sedas traídas directamente del país asiático para confeccionar un vestido inspirado en Tailandia y Colombia, que luego luciría Amaya, como parte del festival.
Astrid Amaya con el vestido confeccionado y pintada por Camilia Miranda en el Festival de la Seda de Tailandia. Foto cortesía: Camila Miranda
Con éxito, Miranda realizó un diseño inspirado en la novela del Nobel Gabriel García Márquez: 100 años de soledad. “Después de la exhibición Astrid organizó un desfile privado, con las mujeres más importantes de Tailandia. Allí le pusimos a las modelos vestidos blancos, con la música de la Pollera Colora y mientras desfilaban las iba pintando”.
Camila Miranda interviene sus vestidos con pintura, una de las firmas particulares de la colombiana. Foto cortesía: Camila Miranda
Otro de los éxitos de Miranda fue ir en nombre de Colombia y no de su marca: “Gracias a esa apuesta participé de otros proyectos como el de pintar un vestido frente al público y luego contar cómo este performance explicaba la paz y el imaginario que tienen de nuestro país”.
Manuel Felipe Pineda uno de los duros de la programación
Seis estudiantes representaron a Colombia en el Mundial de Programación (International Collegiate Programming Contest) en China, donde para participar deben pasar por una prueba regional y nacional, superando a más de 120 equipos (de tres personas cada uno) de 80 universidades. Luego los finalistas deben competir contra otros grupos de Ecuador y Venezuela. Diners conversó con Manuel Felipe Pineda, uno de los participantes del mundial celebrado en abril:
De derecha a izquierda: Carlos Andrés Arias Londoño, Yeferson Gaitan Gomez y Manuel Felipe Pineda, Beijing. Foto cortesía: Bob Smith
Graduado en Ingeniería de Sistemas y con maestría de Ingeniería Eléctrica, Pineda hizo parte del grupo de colombianos que representaron al país, junto con otros jóvenes de la Universidad Tecnológica de Pereira y la Nacional de Bogotá.
Para esta competencia participan los mejores matemáticos, físicos y programadores del mundo. El objetivo es resolver la mayor cantidad de problemas en el menor tiempo posible.
“El tema de la programación y las matemáticas no son un fuerte en el país. Sin embargo, igualamos la presentación que tuvo Colombia en el mundial de 2013”, cuenta Pineda.
Aunque el país no sea potencia en este mundial, Pineda considera que es posible alcanzar el nivel de otros países como Argentina, Brasil y Cuba, quienes están invirtiendo en la educación de sus jóvenes.
“Nosotros, a diferencia de otros participantes, tuvimos que costear los viajes para las competencias regionales, la alimentación y otros gastos. Creo que podríamos llegar más lejos si nos facilitaran la participación en este tipo de encuentros”.
Pineda también asegura que el país tiene la riqueza humana para alcanzar mejores lugares en el mundial, pero que necesitan de apoyo.
“Los rusos y los asiáticos son los mejores en esta competencia, mientras nosotros resolvemos 1 problema, ellos resuelven 8. La diferencia es abismal. Sin embargo, creo que esto se debe a que ellos se les entrena desde los 7 años, tienen incentivos universitarios y se pueden dedicar completamente al mundial”.
Pese a no estar en los primeros lugares, vale la pena destacar el esfuerzo de Pineda y los otros jóvenes, quienes por su propio esfuerzo llegaron a esta competencia internacional.
Francisco Samper, ganador del primer Grand Prix de Innovación para Colombia
Francisco Samper está acostumbrado a ser el primero, junto con su agencia de publicidad MullenLowe SSP3, en creatividad e innovación en Colombia. “Somos la única agencia colombiana en ser nombrada la mejor del mundo por la revista Advertising Age; ganar el primer Lápiz Negro y Titanio de Cannes para el país”.
Ahora la agencia recibió, a finales de junio, el Grand Prix de Innovación, entregado por Cannes Lions, conocidos como los ‘Óscar de la publicidad’. Para hacerse con este premio, la agencia tuvo que superar otras 40 mil ideas de todo el mundo.
“Es la primera agencia colombiana en hacerse con este premio que no tenía nada que ver con publicidad, sino con el desarrollo de un producto que sea realmente útil para la sociedad”, comenta Samper.
Cortesía: MullenLowe SSP3
Samper, junto con su equipo de trabajo, desarrollaron una idea a partir de un comunicado que decía: ‘Colombia cuenta con internet en todo su territorio, gracias a los esfuerzos del Ministerio de las Tecnologías y la Información’.
“Cuando salió esa noticia alguien de la agencia dijo que buenísimo, pero para qué funcionaba en veredas donde la gente no tiene computadoras ni teléfonos inteligentes”.
Fue entonces cuando se les ocurrió que a través de una llamada telefónica la gente se pudiera conectar a internet: “No importa si es una ‘flecha’, las personas pueden llamar a un número y acceder a la información en los buscadores. Así como cuando nosotros buscamos algo en Google”.
El jurado de Cannes Lions quedaron sorprendidos por lo efectiva y sencilla que es la idea de esta agencia colombiana que recibió el mayor premio que se puede entregar a la creatividad en el mundo.
“Ahora estamos esperando para implementar la idea, junto con el MinTic y el presidente a quien le mostramos la idea y quedó maravillado”, concluye Samper.