Los picós clásicos nacieron en Barranquilla

Repasamos el nacimiento de sistemas de sonido gigantescos, tan característicos de la costa Caribe colombiana.
 
Los picós clásicos nacieron en Barranquilla
Foto: Archivo Particular
POR: 
Juan Pérez López

Revista Diners de febrero de 1983. Edición Número 155

Unos tocadiscos que tienen parlantes del tamaño de un escaparate, que retumban con tanta potencia que hasta han derribado casas sobre las cuales se ha desarrollado una pintura ingenua representativa del mundo de la “salsa”.

La leyenda dice que han derribado varias casas, que han cuarteado las paredes de decenas de edificaciones y que han dejado sorda a media humanidad en “Curramba”, esa otra enorme ciudad de carnaval y parranda que bulle entre los habitantes de las colinas arenosas de Barranquilla.

Se trata de aparatos tan grandes como una cómoda colonial. Los barranquilleros los llaman “picós”, que es su elemental transcripción fonética de la palabra inglesa “pick-up”, la cual, hace muchos años, servía para designar los primeros tocadiscos y equipos de sonido que llegaban al país. Y, sencillamente, no son más que eso: una máquina para hacer sonar discos.

Aunque sería mejor decir, para hacer tronar discos. El parlante mayor es la parte más representativa de cada “picó” y alcanza dimensiones descomunales. La potencia de emisión del sonido de este altavoz, a la que se le suma la de los demás parlantes, ha hecho efectiva la leyenda. Es una realidad el que varios “picós” han echado abajo los muros de los salones en donde se les ha puesto a funcionar. Por eso, y muchas veces porque no caben por ninguna puerta, los “picós” se instalan a la entrada de las casas, sobre los andenes. Desde allí retumban los sones afrocaribes, para alegría o desesperación de todo el vecindario.

Además de los parlantes o “columnas de sonido”, los “picós” constan de una mesa con dos tocadiscos y de un inmenso baúl en el que se almacenan los discos. En éstos se incluyen, al gusto de los propietarios y de la clientela, exhaustivas colecciones de música de baile, preferencialmente de la música de baile del Caribe y de la llamada “salsa” que se incubó entre las colonias latinas de Nueva York.

Se calcula que en Barranquilla hay decenas de “picós”. Allí se inventaron y fue allí, además, en donde se generalizó la costumbre de bautizar los con un nombre .Y de pintar los frentes de sus parlantes. Aunque se dice que el “picó” llamado “El perro”, de Cartagena, fue el primero en ser pintado. Algunos sostienen que el más antiguo es el “1.310” . Y que el más grande y más famoso es “El gran Pijuán”. Este último está avaluado en un millón 300 mil pesos, está equipado con 18 parlantes de 18 pulgadas cada uno, además de las columnas grandes de sonido. Posee una colección de 2 mil discos y su alquiler cuesta 1.500 pesos la hora. Su propietario actual, Luis Eljaie, quien está dibujado sobre las telas del parlante principal, dice que la máquina fue diseñada y construida por el técnico Jaime de Castro, un barranquillero que ha ensamblado la mayoría de los “picós”. La pintura de “El gran Pijuán” es obra de Herson Costa. Otro famoso pintor de “picós” es un artista que se cobija bajo el seudónimo de Bellist Mash.

En general, casi todos los “picós” están localizados en un barrio de Barranquilla. El “Sivanicú” está en La Unión, “El gran Pijuán” en el Alboraya, el “1.310” en Las Nieves, “El nuevo Watusi” en La Victoria.

Luis Eljaie, el orgulloso dueño de “El gran Pijuán”, sin camisa, tomando cerveza a pico de botella mientras su flamante aparato retumba sobre el andén de su casa, confiesa que quizás el más viejo “picotero” de Barranquilla es Donaldo García. “Pero él ya es apenas un recuerdo, pues ahora no tiene “picó”, dice, mientras bajo el fulgor solar del trópico relumbran sus cadenas y amuletos de oro. Hace algunos años un par de chinos dejaron boquiabiertos a los barranquilleros cuando construyeron el “picó” más gigantesco hasta entonces conocido, “El Concorde”. Se trataba de un equipo sofisticado, completamente transistorizado. Hoy, en una de las avenidas del barrio Simón Bolívar, cercano a las grandes invasiones urbanas hechas por los destechados provenientes del campo, abundan “picós” a los que se les han adaptado equipos de betamax.

Así, en “La gran vía”, “Ipacarái”,, “La isla antillana” y en “Tranquilandia”, al mismo tiempo que se escucha la música se puede ver a la orquesta y al cantante que lo ejecutan en una serie de televisores distribuidos por el salón de baile.

Así que si usted es un fanático de la “salsa” y está dispuesto a arriesgar sus tímpanos, cuando vaya a Barranquilla no deje de conocer esta llamativa y espectacular invención de los “ñeros”.

         

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septiembre
6 / 2016