24 señales para descubrir a un alien: libro recomendado
Juan Gustavo Cobo Borda
24 señales para descubrir un alien
Juliana Muñoz Toro,
Ilustraciones de Elizabeth Builes.
Tragaluz Editores Medellín, 2017. 213 páginas.
Benjamín, un niño que va al colegio, sospecha que su padre, conductor de autobuses, es un alien. O que un alien, muy pequeño, lo controla. Tiene una madre que cambia sus pelucas, de rubia a negra, de la mañana a la noche, y la mente del niño está poblada de extraterrestres y ladrones ninja y rayos láser.
La madre ha perdido el pelo por la presión del padre y el estrés. El niño tiene además un amigo que se llama Carlos. Pero esta novela juvenil está surcada por la crueldad de los niños que les arrancan las patas a los cucarrones o les echan cera derretida a las hormigas.
En este mundo donde asoman las luces de los ovnis desde el fondo de la tierra, todos se van humanizando en esa cotidianidad estrecha y de pocos recursos; en la lectura de los clasificados que les permiten soñar con algo mejor. Una tía que muere, unas vacaciones, Benjamín que cambia de camisa para engañar a una vecina vieja o un fantástico viaje en el autobús, parando en las fondas del camino y donde le servirá de copiloto a su padre para que no se duerma. Así el padre contándole su infancia al hijo perderá su aire de alien, ya no peleará tanto con la mamá e incluso una gallina llamada Pascuala que era la mascota de Benjamín no será destinada a un sancocho.
Juliana Muñoz, quien obtuvo un máster en Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York, recobró su país y su lengua en la creación de este Benjamín que, sorbido el seso por tantas historias extraterrestres en televisión, termina por ser, en tierra, con amigos, pataletas y caprichos, un muchacho imaginativo que vive en las logradas ilustraciones de Elizabeth Builes y en la escritura de Muñoz, los juegos de palabras, las acciones sucias y el arduo ejercicio de entender a los padres, al mundo entero y a él mismo en este libro feliz en la conquista de su auténtico lenguaje, tan acertado como en ocasiones empapado en llanto, como debe ser todo viaje iniciático y todo asombroso descubrimiento.