Making a Murderer: la serie documental de Netflix ante los ojos de un abogado

Revista Diners contrastó con dos abogados el polémico juicio de Steven Avery, centro de la serie documental Making a Murderer de Netflix. Alerta: "spoilers".
 
Making a Murderer: la serie documental de Netflix ante los ojos de un abogado
Foto: Netflix
POR: 
Juliana Abaúnza

Al terminar de ver Making a Murderer, la serie documental de Netflix que está en furor, uno queda en un estado anímico raro. Los televidentes están entre indignados, tristes, molestos, decepcionadas y coléricos, inclusive quien escribe.

Después de un tiempo prudencial necesario para alcanzar un poco de calma, conversamos con dos abogados que vieron la serie y nos ayudaron a llegar a estar conclusiones:

LO IMPORTANTE EN LA SERIE NO ES QUIÉN COMETIÓ EL ASESINATO

Una de las cosas que diferencia a Making a Murderer de La ley y el orden o de los especiales de Investigation Discovery es que acá lo que menos importa es descubrir quién asesinó a Teresa Halbach. El punto de la serie es mostrar que el sistema judicial estadounidense puede dañarle la vida a alguien, sea inocente o culpable. El enfoque no está en quién es el asesino sino en si Steven Avery y Brendan Dassey tuvieron juicios justos.

Felipe Isaza, un abogado que vio la serie, explica que ante los ojos de la ley las personas son inocentes hasta que se pruebe lo contrario. En el caso de Steven Avery pasó lo contrario: todo el mundo asumió que era culpable y que debía probar su inocencia.

Making a Murderer impacta no porque tenga muchos giros en la trama y uno pase de pensar “ah, este es el asesino” a “oh, no, mentira, esta otra persona fue la culpable”, sino porque muestra con contundencia que muchas veces el sistema judicial estadounidense no busca la verdad sino que busca encarcelar.

BRENDAN DASSEY ES LO MÁS TRISTE

Aunque no podemos decir con certeza si Steven Avery es inocente o no, pero algo que puede afirmar con seguridad cualquier persona que haya visto Making a Murderer es que Brendan Dassey, el joven que no sabe el significado de la palabra “inconsistente”, es inocente.

Adrián Ureche, también abogado, afirmó que la “confesión” de Brendan Dassey es una aberración desde cualquier punto de vista. Para Ureche, un joven de 17 años con un coeficiente intelectual de 69 (el promedio está entre 90 y 110, rango en el que se encuentra el 95% de la raza humana) no está física ni mentalmente apto para enfrentar un interrogatorio con dos detectives. Según Ureche, “es muy fácil para los detectives obtener una confesión falsa de un sujeto con coeficiente bajo porque son fáciles de coaccionar”. La presión y las largas horas que duran los interrogatorios hacen que las confesiones falsas sean más comunes de lo que pensamos.

A diferencia de su tío, a quien lo condenaron por las pruebas físicas (la llave, la camioneta, la sangre, los huesos) que podrían haber sido plantadas, a Brendan Dassey lo condenaron solo por su “confesión”. Saber que el ya-no-tan-joven sobrino de Steven Avery sigue en la cárcel por un crimen que sin ninguna duda no cometió es una de las cosas que más rompen el corazón en esta historia.

NUNCA EXISTIÓ LA DUDA RAZONABLE

“La duda razonable es para los inocentes”. Esta frase que parece un chiste dicho por un abogado de alguna comedia (como Jackie Chiles de Seinfeld o Lionel Hutz de Los Simpson) fue dicha por Ken Kratz, tal vez el personaje más odiado por las personas que vimos Making a Murderer, y prueba que desde el principio del proceso la duda razonable no iba a ser un concepto que se tendría en cuenta.

El abogado Felipe Isaza me explicó que este concepto existe porque la culpabilidad se debe demostrar más allá de toda duda: “Si muchas pruebas llevan a poder presumir que una persona es culpable pero existen algunas dudas razonables sobre esa culpabilidad, tendrá que declararse inocente al acusado”, dijo Isaza. En el caso de Avery, el jurado vio las pruebas materiales y oyó las dudas planteadas por la defensa de Steven (que eran muchas) y aun así decidió declararlo culpable.

“LA GENTE POBRE PIERDE”

Esta fue otra de las frases más sonoras de la serie, dicha por el mismo Steven Avery. Making a Murderer mostró cómo el sistema legal estadounidense está en contra del acusado de muchas maneras: desde el costo de un buen abogado hasta las ideas preconcebidas que los organismos de control tienen acerca de ciertas personas de una comunidad.

Desde el primer capítulo, las creadoras del documental, Moira Demos y Laura Ricciardi, resaltaron el desprecio que el pueblo de Manitowoc le tenía a los Avery. Casi nadie los quería porque eran “raros”, porque “no se vestían como los demás”, porque “no tenían educación como los demás”. Es evidente que la gente “bien” de Manitowoc no quería a los Avery porque eran lo que en Estados Unidos se conoce como white thrash, personas blancas que hacen parte de una clase social baja.

El momento en el que se expresó con más claridad lo que las autoridades, los abogados y la gente del pueblo pensaba sobre Steven y su familia fue cuando en el juicio leyeron algo que el investigador Michael O’Kelly dijo en un e-mail: “Aquí es donde el diablo reside con comodidad. No puedo encontrar nada bueno en ningún miembro de la familia. Estas personas son pura maldad. Un amigo me sugirió que esta es una familia con una sola rama en su árbol genealógico. Corta este árbol. Tenemos que ponerle fin a estos genes”.

LAS AUTORIDADES SE TAPAN ENTRE ELLAS

Finalmente, la lección más desoladora que deja Making a Murderer es que muchas veces las instituciones que deberían protegernos deciden no hacerlo a conciencia. A lo largo de 10 capítulos vimos cómo unos policías cubrían los errores de otros, cómo la fiscalía escondía los errores de la policía y cómo los departamentos de otros condados tapaban todo el enredo.

En las palabras de Dean Strang, uno de los dos abogados de Steven Avery que ahora se convirtió en una celebridad adorada por internet, todo se resume a una falta de humildad: “Lo que aqueja a nuestro sistema de justicia criminal yace en la certeza injustificada por parte de agentes de policía, fiscales, abogados defensores, jueces y jurados de que están en lo correcto, de que simplemente tienen la razón. Es una trágica falta de humildad de todos los que participan en nuestro sistema de justicia”. Mientras las instituciones no estén dispuestas a aceptar que, como humanos, muchas veces se equivocan, casos como el de Steven Avery seguirán sucediendo.

         

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febrero
2 / 2016