Chile: la otra estrella de la bandera
Andrés F. Rodríguez
Después de la victoria contra Australia, Chile afronta su segundo partido del Mundial, esta vez contra la golpeada España. Como una de las costumbres insignes de las Copas del Mundo, se revalida este mismo partido, que ya tuvo su versión 2010.
El equipo austral, entonces dirigido por Marcelo Bielsa, jugó un partido de mayor atrevimiento que el favorito España, aunque en el resultado no se haya visto reflejado, un 2-1 pálido a favor del futuro campeón del torneo. Los hinchas y el equipo suramericano, aunque decepcionados, siguieron felices su camino ya asegurado hacia la segunda ronda. Luego se vieron con Brasil y el sueño terminó ahí mismo, como le suele pasar a Chile en una fase u otra, cada vez que se encuentra con los hoy anfitriones.
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Como la mayoría de los 16 millones de chilenos, 33 hombres, mineros de oficio, seguramente habrán visto el partido de ‘La Roja’, como se le conoce a la selección, contra los ibéricos aquel 21 de junio de 2010. Esos 33, aunque acostumbrados al peligro inminente del trabajo diario en las minas del norte chileno, poco o nada se imaginaban que apenas un mes y medio después del partido, el jueves 5 de agosto, un derrumbe en la mina de cobre San José en la provincia de Copiapó, a 673 km al norte de Santiago, los haría quedar atrapados a 720 metros bajo la superficie.
Para el mundo, primero fue la incertidumbre de no saber qué había sucedido; luego el miedo inicial tras conocerse el hecho fatídico –la versión inicial hablaba de 34–; y la esperanza que dieron las labores de rescate al encontrarlos con vida 17 días después (el famoso mensaje “Estamos bien en el refugio los 33”). Al final fue la espera prolongadísima, de película dramática hasta el último momento, feliz y puntuable en el rating como pocos en la televisión en directo para el mundo entero, cuando uno por uno los 33 héroes –o víctimas– nacionales salieron, saludaron a la cámara, a sus familias y al recientemente posesionado Sebastián Piñera. Y durante los 69 días que duró la odisea bajo tierra, también se extendió la odisea aquí arriba. A medida que se iban conociendo los perfiles de cada uno, alimentados por los videos que iban llegando del fondo de la tierra y lo que de ellos se contaba afuera, los televidentes, expectantes, tuvimos la oportunidad de ir sabiendo un poco más de cada uno, sus gustos, sus familias, qué habían hecho antes de dedicarse a la minería. Los espectadores fueron escogiendo su minero favorito, como en un reality o en un reinado. Por supuesto, como en otros contextos, los que ya fueran conocidos partían con ventaja. Ese era el caso de Franklin Lobos, a quien el destino y el talento lo habían llevado a ser jugador profesional de fútbol en equipos en su país y hasta de La Roja durante unos cuantos partidos.
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Lobos, nacido en 1957 en Copiapó, deambuló en Santiago Wanderers, Cobresal y Deportes La Serena, entre otros equipos del centro y norte de Chile, durante una carrera que se prolongó de 1980 hasta 1995, con apariciones esporadicas en la selección, aunque sin llegar a despuntar demasiado. Luego del derrumbe, algunos de sus excompañeros que lo vieron jugar salieron a recordar al volante ofensivo: gran cobrador de tiros libres, de una pausa y precisión envidiable, llegaron a decir. Hasta jugó fugazmente con Iván Zamorano, histórico goleador de ese país. Al final le pasó lo que a la mayoría: las ganas y el empuje estaban, pero la ecuación “suerte + condiciones + momento adecuado” no se resolvió de la manera esperada. Eso, sin rodeos, significa que la estabilidad futura que una carrera en el fútbol le negó, debió buscársela en el día a día como todos los demás mortales, en un trabajo menos glamouroso. Paradójicamente, cuando salió a la superficie le tiraron un balón para que hiciera unas jugaditas y el mundo lo viera.
El exjugador era conductor en esa mina desde tres meses antes del derrumbe. Llevaba y traía a sus compañeros desde el fondo hasta la superficie, por lo que en principio, dijeron sus parientes, no sentía miedo de su trabajo. En ese momento, se señaló cómo muchos exfutbolistas del norte tenían trabajos similares para poder costear sus vidas. Al igual que los otros 32, por su historia de vida retratada en los medios, Lobos fue una de las personalidades más queridas del país austral, desde el momento en que se supo de cada uno hasta que fueron rescatados. Consciente del momento político que se vivía, apenas llegó afuera el presidente Piñera lo abrazó y lo felicitó con un sonoro “¡ganaste el mejor partido de tu vida!”. Después de todo, si el mundo entero había vibrado por televisión con los partidos de la selección semanas atrás, este oportunidad era también histórico y no podía desaprovecharse.
Desde ahí, la vida cambió para los 33, aunque no para bien necesariamente. A pesar de que muchos de ellos recibieron indemnización y en el extranjero los tratan todavía como celebridades, les pagan viajes y los invitan a distintos lugares, se quejan de que en Chile los han olvidado. Como sea, hoy, casi cuatro años después de esa experiencia, los mineros, comandados por el que asumió papel de líder, Mario Sepúlveda, alientan a su selección en un comercial, con la idea general de que “nada es imposible”, porque ellos, como chilenos, ya vencieron la muerte. Vaya uno a saber qué circunstancias lo llevaron a eso, pero a Lobos, el futbolista, la FIFA le ofreció un empleo como motivador espiritual y luego se desempeñó en un cargo administrativo en el deportes Copiapó, aunque desistió al poco tiempo porque, cuenta, “no era lo mío y no me llenaba”.
Los 33 de La Roja, como deja ver el comercial, parecen ser los hinchas más fervientes del equipo. Esperemos que revivan el partido de hace cuatro años sin que nada malo les pase de aquí a dos meses. Ni después.