¿Eres normal?

El querer ser “como todo el mundo” parece ser el statu quo. Se celebra la diferencia aunque se premia la normalidad, pero ¿quién define qué es qué no? Reflexiones desde el diván.
 
¿Eres normal?
Foto: Mheo
POR: 
Dominique Rodríguez Dalvard

La idea de ser “normal” nos inunda y ha sido una preocupación de todos. ¿La normalidad se volvió una necesidad o es una fantasía? Algunos prefieren no ser normales por rebeldía, porque puede ser aburrido, o porque se dieron cuenta de que tenían que hacer muchos cambios en sus vidas para serlo. A otros no les interesa, y muchos lo que dicen es que no saben qué es ser normal. En todo caso, la idea de “normalidad” sigue siendo un prejuicio. Conversación entre un psicoanalista y una periodista.

¿Qué es la normalidad?

Me han preguntado muchas veces qué es la normalidad. Siempre me acuerdo de J. Lacan y su concepto sobre “el sujeto supuesto saber”. Es la atribución que le da un paciente a su terapeuta como conocedor de la “verdad”, de “lo adecuado”, de lo “que debe ser y lo que no”, todas esas cosas que uno como ser humano se ha preguntado de sí mismo, acerca de lo que está bien o mal o, precisamente, ser “normal” o “anormal”. Pero lo cierto es que todos nos hemos sentido normales y otras veces anormales. La genialidad de Lacan al describir esta idea radica en que no solamente se trata de la atribución que alguien le da a otra persona, sino que la mejoría terapéutica se da cuando el paciente se da finalmente cuenta de que el que realmente sabe la respuesta es él mismo. Entonces, la normalidad, a mi juicio, es una apreciación subjetiva, cargada de angustia, que el individuo juzga alrededor de sus actos y de los demás, incluso los de la naturaleza. Hoy en día la normalidad la dictan los seres humanos en relación a sí mismos, bajo el supuesto saber que se tiene sobre la vida.

¿Existen diversas maneras de ver la normalidad?

Hay muchas formas de ver la normalidad. Por ejemplo la estadística. Para muchos la normalidad puede estar definida por lo que la mayoría haga o piense. Suena muy lógico, pero también las excepciones existen. Así, en un momento de linchamiento, la mayoría quiere hacer pagar al victimario por su delito, pero ¿será esto normal? Otra forma de ver la normalidad se basa en los valores, es decir, lo que está bien y lo que no. No es normal matar ni robar. Estos conceptos de normalidad son usados para sustentar las leyes y los actos legales e ilegales. Asimismo, es normal el que se adapte a una situación nueva que le implique cambios. Anormal el que no evolucione. Normal usar la tecnología para desplazarse más rápido, por ejemplo el carro o el avión, anormal el que pretenda viajar de Bogotá a Cali a pie. Sin embargo, siempre aparecerán explicaciones contrarias a estos postulados y este tipo de discernimiento se vuelve fácilmente objetable en una discusión de eruditos. ¿Será la ética la que dé la respuesta?

¿Cuál es el temor de no ser normal?

Más que un temor a ser normal, lo que hay es cierta vergüenza. Para muchos ser normal se vuelve aburrido, old fashioned, objeto de burla, cuando para muchos sobrepasar los límites los hace más interesantes. Veamos la cuestión del “vivo”, el que se salta la fila y se siente más interesante y que logró el objetivo. ¿Qué pasa cuando eso se vuelve “normal”?

¿Detrás de la normalidad existe una necesidad de aprobación? ¿Qué pasa internamente cuando no “encajamos”?

La necesidad de aprobación es y será uno de los grandes temas de la psicología. No hay nadie que no lo haya pensado ni sentido: el rechazo, la inseguridad de no ser aceptado por algún grupo, la falla en el amor. Es una situación de angustia de todos. Aunque conocida, pocos escapan de ella. El grupo más apetecido, entonces, es el grupo de la normalidad. No encajar, por más valentía, en todo caso genera sufrimiento… o se es muy “anormal”.

¿Cómo entender desde la normalidad que, por ejemplo, un pareja gay quiera hoy casarse o tener hijos?

Este tema es buenísimo porque, claro, para muchos la homosexualidad es anormalidad. Aunque mucho menos hoy en día. Lo interesante aquí es su contradicción: lo normal sería casarse, es decir, buscar una unión legal con sus compromisos y responsabilidades. Pero para algunos resulta objetable cuando se trata de personas del mismo sexo. Es tan normal que no se casen como que se casen y quieran tener hijos… Muchas explicaciones a esta situación se han tratado de dar con argumentos como lo normal equivalente a lo natural. ¿Entonces es natural querer casarse o es antinatural? [Risas]Dejemos esa respuesta para ser contestada por cada cual.

Dice Hanif Kureishi en su libro ALGO QUE CONTARTE, en el cual el protagonista es un psicoanalista, como usted: “(…) ¿Qué manera de ser normal preferirías: neurótico normal, psicótico normal o perverso normal?” ¿Qué piensa de esto?

Es una muy buena aproximación al dilema sobre la existencia de la normalidad. Porque, claramente, la normalidad no existe. Todos somos más o menos neuróticos, psicóticos o perversos, o de todo. Cuando uno comienza a estudiar el comportamiento humano, se empieza a identificar con muchas cosas. Esa es la magia de la literatura, y el cine: que muestran a seres humanos con tantas cosas que cada quien las ha vivido o las ha pensado. Precisamente porque son comportamientos humanos, reales o de la fantasía. Y, para muchos, el hecho de que algo sea humano lo hace normal. Por ejemplo es normal que alguien con un retardo mental no sea muy ágil con las matemáticas, pero eso para otros es una característica anormal, y así… resulta interminable.

Continuando con Kureishi y la sexualidad, ¿existe algo como el sexo normal?

No. El sexo normal no existe porque si no, no sería sexo. Dictar patrones de normalidad en la sexualidad ha sido tema de muchos, de las religiones, de las leyes, de los médicos. Y todos van al mismo punto: la sexualidad es un ejercicio de la intimidad que tiene que ver con el placer y no tiene nada que ver con el sufrimiento, si no, no se llamaría sexualidad, sino hacer daño.

Si la idea de la normalidad era convivir en sociedad, ¿ha resultado? ¿somos sociedades normales?

En estos días vi en las redes una pancarta que decía: “Algo falla en la humanidad cuando nos manifestamos para decirle al mundo que bombardear niños no está bien”. Las guerras siguen pasando y para nadie, cosas como un bombardeo son normales o están bien, y sin embargo, para quien los hace es su camino a la libertad, a la justicia, a la riqueza… Pero bombardear no es convivir en sociedad, por definición. Así que la normalidad como concepto de convivencia no ha resultado, y como concepto en general, yo diría que tampoco.

El niño normal ha sido calificado por muchos como el obediente, el que complace a sus padres y el psicoanalista Donald WiNnicott habla de un “falso yo”, de una apariencia de normalidad. ¿Por qué buscar ese estado?

Winnicott describió el falso self y da cuenta de mucho de lo que vemos hoy en día: esa forma de ser que para adaptarse se vuelve una estructura camaleónica y termina siendo nada, es decir, falsa. La persona se pierde de sí misma. Esto hoy es tan común que incluso se cataloga de normal. Es normal hacerse cirugías plásticas para parecer más joven o decir hoy una cosa y mañana otra; o defender la tierra o atacar al enemigo porque lo es. Estamos frente a descripciones que la psicología está tratando de mostrar, pero que van cambiando. Para muchos, el niño que se ensucia está mal porque no se cuida, pero el que no lo hace es peor porque no es guerrero y no se enfrenta a la adversidad. Esto se vuelve de locos. No es fácil saber qué hacer…

Si la normalidad es una construcción del hombre, ¿es normal que esté plagada de errores? 

Una forma de definir todo esto tiene que ver con las respuestas que cada cual le dé al asunto. Aunque son niveles de responsabilidad muy altos que no todos están en capacidad de asumir. La normalidad parece ser más bien una construcción del hombre para dar respuestas a sus temores, pero también para darle un marco de referencia visible a lo que supone está bien. En la naturaleza no existen ni la línea recta ni la normalidad, pero el hombre las inventó, las usa, le sirven para muchas cosas y finalmente son conceptos sin los cuales hoy en día no podemos vivir. Y si es así, celebremos la normalidad, pero la que cuida y protege, la que enseña, la que no hace daño.

         

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agosto
28 / 2014