A cien años del Canal de Panamá

En el centenario del Canal de Panamá, recordamos las preguntas que Revista Diners se hizo, hace más de treinta años, sobre la soberanía del Canal y el país que creó.
 
A cien años del Canal de Panamá
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Juan Diego Jaramillo

Publicado originalmente en Revista Diners No. 89, agosto de 1977

Sobre Panamá, en momentos en que Estados Unidos le está devolviendo parte de lo usurpado a principios de siglo, cabe hacerse dos preguntas:

1. ¿Cuál es el móvil, como dicen los detectives, detrás del Nuevo Tratado entre Panamá y Estados Unidos? ¿Por qué los norteamericanos lo suscriben? ¿por qué los panameños lo aceptan? ¿Y qué hacían seis presidentes en la Ciudad de Bogotá?

2. ¿podrá volver algún día nuestro antiguo departamento de Panamá a formar parte de la Soberanía Nacional de Colombia?

Lo primero: encontrar el móvil

Cuando uno tiene algo que ver con los norteamericanos, debe cuidarse siempre de racionalizar el contacto al máximo para no salir estafado. Porque son el pueblo más egoísta de toda la historia de la humanidad, y por ello tienen grandeza: obran en pos del beneficio propio como ninguna otra nación. Evalúan. Hacen cálculos de beneficio-costo que aplican a la diplomacia, a la amistad, a las buenas maneras, a las relaciones comerciales (evidentemente) e incluso a la enemistad. La guerra o la paz son, para ese pueblo que es símbolo de todo lo bueno y lo malo de nuestra civilización, un acto de aconsejabilidad comercial e industrial. Por esto, uno debe preguntarse siempre que hay detrás de cada acto de Estado de los noretamericanos. ¿Qué significa para la industria de los cosméticos que Cyrus Vance haga un viaje al Medio Oriente? ¿Cómo afecta las cotizaciones de Wall Street el hecho de que los rusos se apoderen de Angola? ¿Cuál es el móvil detrás de la devolución del Canal de Panamá?

Afortunadamente, este último resulta muy fácil de explicar y, por lo demás, nadie ha tratado de ocultarlo. Si algo distingue a los norteamericanos es su absoluta incapacidad para esconder los motivos de sus acciones: el Canal debe ser devuelto porque ya Estado Unidos no lo necesita. Lo dice claramente el embajador Ellsworth Bunker. Lo dice Sol Linowitz. Lo dice el material impreso que distribuye a domicilio la “embajada americana”. Lo dice todo el mundo. Está escrito, como decían los antiguos.

Estado Unidos ya no necesita el Canal, porque este ya no es rentable. No es rentable por dos razones. Primera, porque pierde plata, y uno no va a usurpar una propiedad para tener que pagar los gastos de mantenimiento. Y segundo, porque los sistemas de transporte sobrepasaron las capacidades y los requisitos del primitivo Canal: los grandes buques no caben y además las industrias norteamericanas producen sus artículos de exportación cada vez más cerca de los puertos adecuados para su embarque final. “La gran verdad es que él era inmersamente importante para nosotros en 1903 y después, dice don Sol M. Linowitz, negociador del gobierno de los Estados Unidos. Pero hoy, para dar a ustedes solo algunas cifras, solo un ocho por ciento de nuestro comercio exterior, en valor, para a través del Canal. Siete por ciento del comercio entre la Costa Oriental y la Costa del Pacífico pasa a través del Canal.

Esto equivale alrededor del uno por ciento de nuestro producto bruto nacional”.
Queda entonces respondido el primer interrogante: Estados Unidos no tiene por qué seguir subsidiando un canal que no sirve para nada.

¿Qué hacían, entonces, seis presidentes en la Ciudad de Bogotá?

Se aprestaban a recibir hermanablemente los residuos de aquello que sirvió pero que ya no sirve. Cada vez que los Estados Unidos nos devuelvan algo que ya no sirve, unas minas de oro agotadas, una empresa petrolera quebrada, una selva sin árboles, los latinoamericanos reunimos nuestros presidentes y hacemos algún festejo. Con el Canal acabamos de ganar nuestra última victoria pírrica. La gran solidaridad americana se ha formado en torno a un trozo de mar, con esclusas, que cada vez sirve para menos y que muy pronto se podrá dejar secar.

Mi segunda pregunta

¿Podrá volver nuestro antiguo departamento al seno de la patria? ¿Deberemos recibir a Panamá como se recibe al hijo pródigo, pagándole todos los gastos y haciéndole una magnífica fiesta de bienvenida? Es posible que sí. Para plantear esta posibilidad no le voy a hacer caso a las opiniones de escritores inteligentes que sostiene que el derecho es una fuerza en el tiempo, una fuerza que dura, como Gustavo Lebon, y Oscar Terán quien lo cita en su libro que lleva por título: “PANAMA: historia crítica del atraco yanqui mal llamado en Colombia la Pérdida de Panamá, y en Panamá Nuestra Independencia de Colombia”. Para efecto de mi raciocinio no interesa que aún tengamos derechos sobre Panamá. Tampoco voy a citar a Gustavo Serrano Gómez: “Panamá, la república que nosotros perdimos”, en donde se sostiene que nosotros perdimos no un departamento sino una república.

Basta con hacerse esta pregunta: ¿De qué va a vivir Panamá cuando le devuelvan un Canal que cuesta muchos millones de dólares el mantener, y cuando el tráfico marítimo busque nuevas rutas, más largas pero más baratas?

¿Cómo va a mantener su nivel de vida? ¿Qué produce Panamá aparte de tránsitos marítimos? Y la verdad, la gran verdad como dice Sol M. Linowitz, es que Panamá no produce nada, y sin su Canal en manos de Norteamérica entraría a ser el más pobre de los departamentos de Colombia. A Panamá, le van a devolver el Canal como castigo por haber sido buenas. ¿Qué hizo su pueblo para ganarse esa maldición?: se “independizó” de Colombia con la ayuda de un mercenario francés.

Es posible sostener que Panamá era república mientras no tuviera su Canal, porque el mismo hecho de haber perdido su virginidad a manos de Teddy Roosevelt garantizaba su existencia como nación mayor de edad. Pero con el Canal, vuelve a ser nuestro antiguo departamento, sin recursos, sin agricultura, sin voluntad, sin conocimientos, sin Congreso, en manos de los aventureros.

Panamá no tiene la culpa de que para los norteamericanos no sea negocio ya expoliar su soberanía. No tiene la culpa de no tener industrias por no haberlas necesitado. No tiene de haber sido rica gracias a los invasores que gastaban sus dólares bien. Ahora, reintegrada su soberanía, ¿Quién la redimirá de su tremenda libertad?

         

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agosto
12 / 2014